Oscar Abelleira. (Foto suministrada)

Por Héctor Tavárez y Oscar Abelleira*

Todos sabemos que los recursos naturales como el agua, aire, suelo y la biodiversidad son vitales para la existencia del ser humano. Los ecosistemas que comprenden los organismos y componentes abióticos (no vivos) que interactúan en y con el ambiente, son esenciales para la conservación y mantenimiento de los recursos naturales necesarios para lograr el bienestar humano. Algunos ejemplos de ecosistemas son los bosques, arrecifes, manglares, estuarios y dunas de arena. Lamentablemente, a menudo vemos proyectos de desarrollo urbano que no toman en consideración al ambiente y los ecosistemas. ¿Por qué los recursos naturales y los ecosistemas son a menudo ignorados cuando se evalúan proyectos de inversión? La contestación corta es por falta de conocimiento sobre la importancia del ambiente, su relación con la economía, y porque se desconoce el valor de los beneficios multifuncionales que estos proveen.

Los ecosistemas proveen un sinnúmero de beneficios directos e indirectos a los humanos. Por ejemplo, la madera y alimentos son beneficios directos que nos pueden proporcionar los bosques. Las oportunidades recreativas como el senderismo y ciclismo de montaña, belleza escénica y avistamiento de aves también pueden ser considerados beneficios directos que obtenemos de los bosques. Los ecosistemas de bosque también nos brindan beneficios indirectos, tales como el secuestro de carbono y hábitat para la diversidad de especies que pueden proveer servicios de polinización a cultivos agrícolas. Los humanos se benefician de la mejora en la calidad del aire, la reducción de gases de invernadero y la mitigación del cambio climático por medio del secuestro de carbono, además de la reducción de temperatura local que puede ser amena para cualquier persona que entre en un bosque. Los agricultores aumentan su producción agrícola a través de la polinización de cultivos por parte de organismos que habitan en los bosques como las abejas, mariposas, murciélagos y pájaros. Los bosques también mejoran la calidad y salud del suelo y evitan su erosión. Otros ecosistemas como los manglares y dunas de arena también proveen beneficios indirectos debido a que, por ejemplo, actúan como una barrera protectora entre el agua y la tierra, previniendo la erosión de las costas y reduciendo el efecto de oleajes y marejadas durante tormentas y huracanes. Además, estos ecosistemas son hábitat de peces y crustáceos, lo cual permite aumentar la producción de los pescadores.

Héctor Tavárez. (foto suministrada)

En Puerto Rico, y en muchos lugares del mundo, existe una conceptualización distorsionada de lo que constituye el desarrollo económico. En ocasiones, algunos piensan que desarrollo económico implica únicamente generar más ingresos, lo cual es una percepción errónea. Por definición, el crecimiento económico se enfoca en la producción (i.e., ingresos) de bienes y servicios de un país. El indicador regularmente utilizado para medir el crecimiento económico es el Producto Interno Bruto (PIB), aunque en Puerto Rico se utiliza el Producto Nacional Bruto (PNB), el cual penaliza por la producción realizada por las compañías extranjeras en nuestra isla. La diferencia entre PIB y PNB es lo que las compañías extraen del país. El problema con estos indicadores es que no miden la distribución y equidad en el ingreso, no garantiza la reducción en pobreza, no mide la calidad de vida y no necesariamente conllevan al progreso social. Además, el PIB y PNB no incluyen la valoración del ambiente y del daño causado al ambiente por diferentes tipos de proyectos. Los recursos naturales que provee el ambiente como el agua, aire, suelo y biodiversidad de especies dan soporte a la agricultura, las industrias, el turismo, entre otros.

El desarrollo económico, a diferencia del crecimiento económico, implica prosperidad y mejora en la calidad de vida de los residentes (Hanley et al., 2013). El índice de desarrollo humano (IDH) es usado a menudo como un indicador de desarrollo económico. Este incluye elementos de economía, educación y salud. Sin embargo, otras organizaciones reconocen que el ambiente y los ecosistemas forman parte integral del desarrollo económico debido a todos los beneficios que proveen. Además, los ecosistemas también afectan indirectamente el desarrollo económico de varias formas. Estudios recientes han demostrado que los ecosistemas contribuyen a mejorar la salud, reducir la criminalidad, aumentar la seguridad alimentaria y otros aspectos fundamentales que afectan la calidad de vida de los humanos.

A menudo se ignoran los beneficios de los ecosistemas y se priorizan otros proyectos de inversión, tal como desarrollos urbanos en los valles agrícolas y las costas. Una explicación para esto es que es difícil desarrollar una política de conservación ambiental cuando se desconoce el valor económico de los ecosistemas que se están alterando. Conocer el valor económico de los bienes y servicios que provee el ambiente y los ecosistemas es crucial para evaluar proyectos y apoyar aquellos que nos dan mayor beneficio social. Se necesita entender el valor de los bienes y servicios que proporcionan el ambiente y los ecosistemas para así poder cuantificar los beneficios económicos que proveen en comparación con los beneficios que surgirían de usar los espacios para otros fines (i.e., costo de oportunidad).

Una de las razones por la cual se desconoce el valor de los recursos naturales y los servicios ecosistémicos es que estos regularmente son bienes y servicios que no se comercializan en el mercado. Las camisas, sillas, celulares, relojes y televisores, por ejemplo, se comercializan en el mercado, por lo cual existe una oferta y demanda para estos productos. Esto permite conocer el valor económico total de los productos. Sin embargo, no existe una oferta y demanda clara para los bienes y servicios sin mercado, lo cual imposibilita conocer su valor sin esfuerzos adicionales. Los economistas han desarrollado diferentes métodos para estimar estos valores, los cuales buscan asignarle un valor monetario a los bienes y servicios sin mercado como los servicios provistos por los diferentes ecosistemas. Aunque los estudios son limitados, en Puerto Rico existen varios estudios sobre el valor económico de los servicios ecosistémicos provistos por diferentes ecosistemas.

Asignar un valor económico monetario a la naturaleza ha generado controversia. Algunos científicos ambientales y sociales argumentan que no es ético o moral asignar un valor monetario al ambiente. Sin embargo, los economistas pueden ver la utilidad de la asignación de un valor monetario a los bienes y servicios que proveen el ambiente y los ecosistemas, y la apoyan por varias razones. Por un lado, es conveniente cuantificar monetariamente los beneficios ambientales porque es una unidad de medición con la que todos estamos familiarizados, desde el entorno familiar hasta los funcionarios de carrera y electos que comprenden nuestros sistemas de gobernanza y legislan política pública. Por otro lado, en términos prácticos el fin de muchos de los análisis que realizan los economistas es determinar si es económicamente viable desarrollar un proyecto o implementar una política para mejorar el bienestar social. Los análisis económicos buscan a menudo comparar los beneficios con los costos (i.e., análisis costo-beneficio). Debido a que los costos son calculados en términos monetarios, es conveniente que la unidad de medición de los beneficios también sea calculada en términos monetarios.

¿Qué nos falta por hacer como sociedad en Puerto Rico para poder internalizar y valorar los beneficios que nos proveen nuestros bosques, valles agrícolas, costas, entre otros ecosistemas? Seguir educando a la población sobre la importancia de los recursos naturales y el rol que tienen el ambiente y los ecosistemas en proveer bienes y servicios a la sociedad. Una población que desconozca la importancia de esto tomará acciones que amenazan el bienestar social. Entender la diferencia entre crecimiento y desarrollo económico, y reconocer que el desarrollo económico se compromete cada vez que afectamos negativamente el ambiente y los ecosistemas, puede ayudar a que todos los sectores de nuestra sociedad se encaminen en una misma dirección. Es crucial reconocer la relación consecuente que existe entre conservación, desarrollo económico y bienestar social, y crear políticas públicas que partan de esa premisa.

El autor agradece a la Dra. Martha Quiñones por sus valiosas aportaciones al escrito.

  • Héctor S. Tavárez Vargas es profesor e investigador en el departamento de Economía Agrícola y Sociología Rural de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez. Oscar Abelleira Martínez es profesor e investigador en el departamento de Ciencias Agroambientales de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez.