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Donald Trump pronto hará el juramento que le convertirá en el presidente de Estados Unidos después de prometer menos regulación, políticas comerciales más duras y más gasto público en cosas como las infraestructuras, por ejemplo, lo que podría estimular el crecimiento económico. Sin embargo, todo esto junto con los anunciados recortes de impuestos podría aumentar la deuda pública. Al mismo tiempo, la presión populista similar a la que llevó a Trump al Gobierno también está teniendo lugar en Inglaterra y algunos países europeos, presionando a los gobiernos a mirar más hacia dentro y gastar en beneficio de las personas que se sienten excluidas como consecuencia de la globalización.
La suma de todas estas cosas parece una fórmula que daría lugar a una inflación más alta, que en la mayoría de los países desarrollados ha estado estancada a niveles por debajo de la media desde la crisis financiera.
En EE.UU., el fortalecimiento de la economía ya está llevando a la Reserva Federal a comprometerse a elevar los tipos de interés. La meta de inflación de la Fed es del 2%, actualmente está en el 1.7% y se ha mantenido baja en los últimos años. Este mes, el Departamento de Comercio revisó al alza las cifras del tercer trimestre del PIB ─ de 3.2% a 3.5% (tasa anualizada) ─ lo que indica que hubo un crecimiento más alto de lo esperado.
La postura agresiva de la Fed representa un cambio significativo en relación a algunos pocos meses, cuando había un nerviosismo por los bajos niveles de crecimiento e inflación, dijo Itay Goldstein, profesor de Finanzas de Wharton. “De repente, la gente habla de gasto en infraestructuras y reducción de impuestos y cosas que podrían conducir a un nuevo crecimiento y el aumento de la inflación”.
La política y la inflación
Mark Zandi, economista jefe de analítica de Moody ‘s, predijo mayores tasas de inflación y tipos de interés, el crecimiento de la deuda pública y el crecimiento económico más lento como consecuencia de las políticas que Trump adoptará. Algunos expertos advierten de los peligros de rechazar el comercio y la cooperación internacional si persiste la llamada “política de la ira”.
Aunque la mayoría de las personas quieren un mayor crecimiento económico, algunos observadores temen que la ira de los votantes de diferentes continentes por los beneficios de la globalización pueda hacer que algunos países desarrollados se vuelvan hacia dentro de tal forma que terminen obstaculizando el progreso económico. Ellos señalan paralelismos entre la victoria de Trump y el voto británico de junio del año pasado favorable a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, así como los movimientos en varios países europeos contrarios a las políticas de libre comercio y de inmigración, lo que favorece el proteccionismo y el populismo.
“Tanto las campañas de Trump como el Brexit provocaron el miedo y la ira hacia los inmigrantes, el libre comercio, la globalización y el multiculturalismo en general”, dice Dan Kselman, director académico de Relaciones Internacionales de IE School en Madrid, añadiendo que “las dos representan no tanto la victoria de un partido político o una plataforma política clara, sino el rechazo al status quo de la élite política de los dos principales partidos, que se consideran corruptos y desconectados”.
Si el resultado de este rechazo son políticas que fomenten el gasto gubernamental en programas populares entre el público, las economías podrán crecer. Sin embargo, las políticas al estilo Trump también pueden ser perjudiciales, como dicen algunos economistas. Kent Smetters, profesor de Wharton, dijo que Trump ha hablado de la reducción de las tasas de impuestos, especialmente para el segmento de mayores ingresos ─ pero también para las empresas ─ lo que estimularía la economía en el corto plazo. El modelo de presupuesto Penn Wharton muestra la repercusión de varios supuestos. “A corto plazo, se creará un determinado estímulo, a la larga, sin embargo, se pierde una cantidad sustancial de ingresos”, dijo Smetters, profesor de Economía corporativa y Políticas públicas, en relación a las propuestas de Trump para el recorte de impuestos de las empresas.
El riesgo para la economía de Estados Unidos es que los recortes fiscales lleven al Gobierno a aumentar el endeudamiento y con ello inflar aún más la deuda pública, lo que llevaría a la competencia con el capital privado en la disputa por el ahorro de los hogares y los flujos internacionales de capital. Esto dependería, por supuesto, de si la economía, en general, está a pleno rendimiento. De acuerdo con el modelo de presupuesto Penn Wharton, las ganancias a corto plazo se vuelven negativas con el tiempo. De hecho, son “muy negativas” en el transcurso de diez años, dijo Smetters.
Para Goldstein, algunas de las mismas tendencias políticas y sociales en Europa dieron la victoria a Trump en las elecciones americanas, donde muchas personas piensan que la globalización ha ido demasiado lejos al poner los intereses internacionales por delante de los nacionales. “No tengo ninguna duda de que se trata de un fenómeno generalizado. No se limita sólo a EE.UU. y el Reino Unido”, dice Goldstein. “Ciertamente es un revés”.
Kselman añade: “Donald Trump se comprometió a derogar la Ley de Accesibilidad a los Servicios de Salud [Affordable Care Act], lo que permitió a millones de personas de las clases bajas y medias el acceso al seguro de salud. El se comprometió a adoptar políticas económicas de “goteo” [del inglés tickle-down, idea según las cual las exenciones u otros beneficios económicos otorgados por el Gobierno a las empresas y los ricos beneficiarán a los miembros más pobres de la sociedad debido a que mejoran la economía en general], tales como la reducción de los impuestos sobre las empresas, lo que contribuyó a elevar el déficit presupuestario en los EE.UU., el aumento de la deuda internacional y la creciente marginación de la clase obrera industrial de Estados Unidos”.
Así, prosigue Kselman, “las políticas económicas de Donald Trump no ayudarán a la clase trabajadora blanca que lo llevó a la presidencia”.
Retroceso protecionista
Un informe de Victory Capital, la compañía de gestión de activos con sede en Cleveland, advierte de que “la posibilidad de grandes gastos en déficit tiene el potencial para devaluar el dólar y replantear las expectativas de inflación”.
El informe continúa: “La cuestión clave consiste en saber si el presidente electo Donald Trump, perseguirá de forma legítima una agenda aislacionista. El ha sido muy franco en relación al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) y la Asociación Trans-Pacífico (TPP). Trump ha utilizado un lenguaje combativo cuando se habla de comercio, aranceles e inmigración”.
“Desde nuestro punto de vista, los principales riesgos que enfrentan los mercados de valores globales son las amenazas de un mayor proteccionismo, lo que incluye las tarifas unilaterales y la reformulación de los acuerdos comerciales. Estas acciones podrían impulsar la inflación y funcionan como un freno para la economía global […] En función de cómo evolucione la ley, es posible que tengamos que revisar al alza esta previsión”.
Richard J. Herring, profesor de Finanzas de Wharton, dice que identificó señales de una menor cooperación internacional en una reciente reunión en Chile de la Comisión de Basilea, que fija las normas internacionales de los bancos, cuando los representantes de Alemania y los EE.UU. se negaron a suscribir las normas fundamentales para controlar los riesgos bancarios, aferrándose a posiciones que, en su opinión, beneficiarían a sus propios países.
“Es otro ejemplo de la situación en la que los países parecen decididos a seguir un camino independiente”, dijo Herring. Él añade que la ira pública en varios países desarrollados seguirá creciendo, lo que obliga a los gobiernos a responder a las personas que se sienten abandonadas. En los EE.UU. y otros países, dijo, se prestó poca atención a las estrategias para la reconversión de los trabajadores que perdieron su empleo por la globalización, por lo que es poco probable que los trabajadores insatisfechos sean aplacados con un simple aumento de gastos por parte del Gobierno.
El peor resultado, dice, sería un período de estanflación, o poco crecimiento y al mismo tiempo una inflación en aumento. “Esto podría conducir a la desintegración completa de la economía”, dice, recordando los años 70.
“Tal vez veamos un mundo menos abierto, con menos comercio, menos inmigración”, dice Goldstein. “Tal vez haya menos cooperación a nivel mundial en relación con el calentamiento global y cosas similares”. Para Goldstein, en general, el comercio y la globalización son buenas para la economía mundial, y sería una pena ver estas tendencias rechazadas en todo el mundo. “Me gustaría ver un mundo que continúa con la globalización, con la apertura y la cooperación, pero tal vez debería ser más prudente para que los beneficios fuesen compartidos por todos y no sólo por algunos”.
Las ventajas de los gastos del Gobierno
Aunque los grandes gastos en cosas como las mejoras en la infraestructura pueden aumentar la inflación en los Estados Unidos, Goldstein cree que valdría la pena arreglar las carreteras, los puentes y los aeropuertos deteriorados. “Creo que la economía tendría un rendimiento mucho mejor con el gasto en infraestructuras”. Las ganancias en el mercado de valores desde las elecciones reflejan la creencia de los inversores de que el crecimiento se acelerará, dice. Goldstein señala que el temor a la inflación se ha exagerado y que cualquier tasa por debajo del 4% sería tolerable. “Un porcentaje por encima del 4% parece una cifra por la cual tenemos que empezar a preocuparnos”.
Muchos expertos, aunque temen el rechazo del público a la participación internacional, creen que la situación está lejos de ser desesperante.
Jeremy Siegel, profesor de Finanzas de Wharton, identifica algunas tendencias internacionales positivas, incluyendo el distanciamiento de las políticas de izquierdas por parte de los países de América Latina que atrofiaron el crecimiento. Al mismo tiempo, los precios de las materias primas, que a menudo actúan como señal de inflación inminente se han estabilizado.
Europa, que ha dado señales de una recuperación más lenta que EE.UU. desde la Gran Recesión puede enfrentarse a condiciones menos duras en el futuro, dice Siegel. “Hay indicios de una expansión incipiente en Europa. No digo que se trate de un boom, pero no hay duda de que es definitivamente una expansión. La economía de Japón también está un poco más fuerte, dice. Él cree que el voto británico favorable a la salida del Reino Unido de la Unión Europea no debería derribar otras piezas de ese dominó.
“Nadie va a salir de la Unión Europea, no importa lo que ocurra en Italia, así que no nos preocupemos por eso”, dijo Siegel antes de que los votantes italianos rechazaran el paquete de reformas propuesto a principios de diciembre. El voto fue una señal pública de descontento con la UE, pero la mayoría de los expertos políticos no cree probable que Italia se marche.
En general, en relación a la inflación, pocos expertos predicen el tipo de inflación fatal de los años 70 y 80, y muchos señalan que la inflación a niveles más normales sería algo bueno, lo que haría más manejable la carga de la deuda e implicaría un crecimiento económico más sólido.
Goldstein, por ejemplo, no espera un enorme gasto del Gobierno en Europa para alimentar la inflación, a pesar del clamor público para que haya más políticas aislacionistas. “Tal vez haya un mayor gasto en el crecimiento económico, pero no creo que eso ocurra rápidamente”.
Sin embargo, algunos analistas advierten de que no debe haber complacencia y añaden que la inflación puede alcanzar cotas demasiado elevadas incluso sin llegar a niveles extremos. Siegel cree que el plan de Trump para aumentar el gasto en cosas como carreteras, puentes y fines militares puede estimular el crecimiento económico y aumentar la inflación, especialmente dado que el desempleo cayó al nivel de “pleno empleo” de alrededor del 4.6%.
“Es evidente que si el gasto aumenta, tendremos zonas deficitarias y algunos costos en mano de obra subirán, algunos de los cuales tendrán que ser traducidos en precios más altos, sin duda”, dice Siegel, aunque no cree que la inflación debería ser mucha a corto plazo. Para Siegel, la inflación podría alcanzar el 3% sin causar mucho daño, aunque sea favorable al objetivo del 2% de la Fed. La Fed, dice, tiene una amplia munición en su arsenal para combatir la inflación, puede elevar las tasas para frenar la economía si los precios empiezan a subir demasiado rápido. “Tenemos que luchar contra la inflación”, dice Siegel, “pero no hay que hacerlo antes de tiempo”.
La inflación más elevada suele ir acompañada de mayores tasas de interés. El rendimiento de los bonos a diez años del Tesoro ya han alcanzado el 2.6% frente al 1.6% del pasado verano. La mayoría de los expertos creen que las tasas de las hipotecas y otros préstamos también subirán, aunque las tasas de los préstamos y los rendimientos de los bonos se mantendrán bajas según los patrones históricos.
Los planes de Trump de gastar sumas considerables en infraestructura y fines militares probablemente elevarían el déficit y la deuda nacional si el Congreso está de acuerdo, dice Siegel. Según algunas estimaciones, la deuda, actualmente cerca de $20 billones, crecería otros $10 billones en una década más o menos. Estados Unidos, sin embargo, sería capaz de manejar la situación, dice Siegel.
“Diez billones es demasiada deuda, pero no creo que sea una amenaza en los próximos años”. Para los mercados financieros, mucho depende de Washington, es decir, si se optará por la política de restricción del gasto del Partido republicano o la política de gastos pesados defendido por Trump, dice Siegel.
“Al mercado de valores le gusta la agenda republicana. Es muy popular”, dice Siegel, atribuyendo las grandes ganancias de las acciones a partir de las elecciones a los inversores que dan prioridad a los recortes de impuestos y la menor regulación. La reducción de los impuestos a las empresas, por ejemplo, aumenta las ganancias, empujando los precios de las acciones al alza.
Así todo, las acciones pueden verse afectadas de forma negativa si Trump presiona a las empresas a hacer cosas que no quieren hacer, como, por ejemplo, dejar pasar la oportunidad de trasladar la producción a países más baratos, añadió.
Siegel también señala que la rentabilidad de los bonos aumentará en previsión de un mayor volumen de préstamos si Trump puede poner en práctica lo que prometió y gastar sumas considerables, al mismo tiempo que reduce los impuestos. Para obtener más préstamos, el Gobierno tendrá que pagar tasas de interés más altas. Los costes de endeudamiento más altos derivados de las mayores tasas de interés podrían afectar de forma negativa a los beneficios empresariales, perjudicando los precios de las acciones.
Por ahora, sin embargo, el mercado de valores se centra en las cosas buenas que pueden suceder, y no en las malas, dice Siegel. “En este momento, el mercado ve las cosas a través de un par de lentes color de rosa”, dijo a principios de diciembre. “Y nadie puede decir, en este punto, que no sea justificado hacerlo”.