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Por Elías R. Gutiérrez*

Cuando el gobierno pregonaba que su meta de 50,000 empleos nuevos se había alcanzado; cuando el Índice de Actividad Económica mensual se publicaba los viernes a las 7:00 pm pregonando incrementos mensuales, y escondiendo las caídas interanuales; cuando se hacía evidente que la capacidad de producción de la economía era víctima de un gobierno que castiga el éxito, el ingreso y el ahorro; cuando se pregonaba que se había alcanzado el “punto de inflexión” en la curva negativa y descendente de la actividad económica; cuando se demonizaron los mensajeros que advertían que la percepción de riesgo que proyectaba Puerto Rico en el mercado de capital auguraba lo peor; cuando los partidos políticos arreciaban sus acostumbradas andanadas de ataque y proponían los mismos disparates que nos colocan hoy en la bancarrota; el pueblo interpretaba los sucesos con distanciamiento, desinterés y cierto grado de cinismo.

Los partidos políticos reflejan las actitudes e inclinaciones preferenciales de sus bases. Para los estadistas el ELA es el origen y causa de todos los males llegados y por llegar. Para los independentistas la causa única de los males que nos afligen radica en “la condición colonial”.

Para los que votan con el PPD la fuente sobre la mesa contiene más variedad. De ‘hecho, consiste en “…todas las anteriores”. Yo, no obstante, pienso que ninguna de las anteriores es suficiente para explicar la causa real de la debacle que estamos viviendo.

La causa radica en la irresponsabilidad. Los partidos y movimientos han sido irresponsables y han cultivado que la irresponsabilidad haya sido premiada por sus respectivos electorados. Los supuestos “no afiliados” no escapan de esta condición de irresponsabilidad colectiva. De hecho, sus votos fueron determinantes en el proceso de premio a la irresponsabilidad. Consistentemente el electorado conformó mayorías que castigaron a los líderes que osaron indicar que era necesario un cambio de rumbo. Así mismo premiaron a los que sistemáticamente buscaron excusas fantasiosas para desviar la vista del origen de lo que es hoy un desastre.

La causa del desastre no es el status político. No, la causa es haber olvidado que no es posible distribuir indefinidamente lo que no se produce constantemente. Con el fin de comprar victorias electorales, el gobierno fue convertido en una máquina de distribución de ingresos futuros. En el proceso se ha creado una casta parasitaria que vive de la distribución del gobierno. La máquina de distribución fue adquiriendo vida propia y se convirtió en el principal cliente de sí misma. De ahí el gigantismo, la elefantiasis que hoy la caracteriza.

La irresponsabilidad que nos hunde se ha visto en todos los confines del mundo. Los resultados han sido siempre catastróficos. La hemos visto destruir colonias, ciudades, estados federados, países independientes o asociados, regiones y, por supuesto, imperios. Para ilustrar esta última categoría, recuerde el lector al Imperio Romano y a la Unión Soviética.

El status ha sido la excusa a la mano para ocultar la verdad. La verdad es evidente. Nosotros mismos hemos destruido el sector público y buena parte del sector privado de la economía.

La solución es también patente. Claro está, no es glamorosa ni agradable. La solución no está en más distribución. No, la solución está donde siempre ha estado, en la producción. Para elevar la producción será necesario el sacrificio del ahorro. El mayor impedimento lo levanta el propio gobierno. El “Java The Hutt” que hemos creado para distribuir lo nuestro y lo de otros. Se requerirá mucho sacrificio para acumular capital productivo a base del ahorro interno. Se requerirá liderato para proteger el esfuerzo requerido del ataque que lanzarán los partidos, los movimientos y las facciones que compiten entre si para mantener el poder de la distribución. El liderato no podrá coagular si carece de credibilidad. He ahí la clave y el talón de Aquiles.

Credibilidad es lo que pide el mercado, el Secretario de la Tesorería Federal y la sociedad en general. No serán suficientes los slogans y las frasecitas ingeniosas compuestas por publicistas que no entienden lo que está sucediendo. He aquí el gran reto que confrontamos como sociedad. Estamos en medio de una crisis de confianza.

* El autor es economista y planificador.