Por Enestor Dos Santos, BBVA Research

En los últimos trimestres se está registrando un cambio de percepción en las perspectivas de las economías de Brasil y México, reflejado por ejemplo en un consenso de crecimiento en 2012 del 3.8% para México, casi dos puntos más que las vigentes para Brasil. De confirmarse este resultado, 2012 sería el segundo año consecutivo en el que México crecería más que Brasil tras diez años en los que la brecha promedio de crecimiento a favor de Brasil fue de 1.5 puntos.

El mejor desempeño de la economía brasileña en la última década ha coincidido con un cambio global en las fuentes de crecimiento, con una creciente contribución de las economías emergentes. Los principales destinos de exportación de México están en los países desarrollados, con un predominio total de EEUU, donde se destinan cerca de 83% de las ventas al exterior. Brasil sin embargo destina a EEUU el 12% de sus ventas, mientras que a áreas de elevado dinamismo como Asia y el resto de Latinoamérica llegan el 68% de sus ventas (12% en el caso de México). Así, el PIB de las economías cliente de las exportaciones brasileñas ha crecido desde 2003 un 50% y en el caso de los destinos de los productos mexicanos, sólo un 20%,

Desde una perspectiva de medio plazo el balance entre ambas economías no refleja un claro dominio de alguna de ellas. Si se considera una economía desde la perspectiva de la oferta, de la capacidad de crecer por la apropiada interacción de factores productivos y eficiencia, se pueden encontrar cuatro grandes elementos a considerar: demografía y mercado laboral, inversión y financiamiento, entorno de negocios y productividad.

En lo que se refiere a población y mercado laboral, parece que el bono demográfico es mayor en México que en Brasil, con crecimientos de la población más elevados y participación de la población en el mercado de trabajo también mayor.

En inversión y financiamiento bancario contrastan ambas economías con una posición ventajosa para México en el primero y de Brasil en el segundo. En promedio de la última década, México ha tenido un ratio de inversión sobre PIB más de cinco puntos mayor que el de Brasil (24.6% vs 18.0%). El consumo, tanto del sector público como del sector privado tiene un mayor peso en Brasil, favorecido también por un mayor acceso al crédito bancario. El crédito del sector bancario doméstico supera el 50% del PIB en Brasil, cerca de 30 puntos más que en México, con una brecha en el crédito concedido por parte de la banca pública mayor que en el caso de la banca de propiedad privada.

La mejora del entorno de negocios es una asignatura pendiente tanto en Brasil como en México. Aunque el país de la región norteamericana tiene una clara ventaja sobre Brasil con respecto a la facilidad de realizar negocios según el ranking Doing Business del Banco Mundial, el repunte de la violencia supone un elemento de incertidumbre para la economía mexicana.

La clave del crecimiento está en la productividad, la eficiencia con la que se usan los factores productivos disponibles. En general no existen grandes diferencias entre México y Brasil con respecto a las variables usualmente seleccionadas como representativas de productividad, excepto en el caso del peso de la informalidad en el PIB, mucho mayor en Brasil que en México a pesar de que este último tiene un mayor grado de informalidad en el mercado laboral.

Este análisis comparativo sugiere que el mayor crecimiento de Brasil en la última década no fue determinado por factores de oferta, pero sí por la fortaleza de la demanda interna, especialmente del financiamiento bancario, y el mayor dinamismo de sus socios comerciales. Sin embargo, estos últimos factores no son necesariamente de naturaleza permanente: el dinamismo de las economías emergentes puede frenarse y/o Brasil perder ventajas competitivas en términos de precios; y la disponibilidad de crédito puede ser menos relevante para el crecimiento de la demanda a partir de cierto nivel de deuda de los agentes económicos.

En efecto, ha habido un cambio reciente de la percepción de los mercados con respecto a los dos países, a favor de México, en línea con la desaceleración china, con la fatiga de los mercados de crédito brasileños y con el impacto negativo que los costes laborales y la apreciación del cambio tuvieron sobre la industria de Brasil. Esto contrasta con el reciente dinamismo de los mercados de crédito y las señales de aumento de la competitividad en México. En todo caso, son dos economías con un buen potencial de crecimiento en los próximos años. Además, las perspectivas seguirán siendo determinadas por su distinta exposición al entorno global y también por su capacidad de adoptar reformas que reduzcan sus vulnerabilidades.