Por Universia Knowledge@Wharton
En la pequeña ciudad de Cotacachi, en Ecuador, Dan Prescher vive sus días de jubilado tal y como siempre había soñado. Natural de Omaha, Nebraska, Prescher vive con su esposa en un edificio de apartamentos de un condominio que tiene vistas a los Andes. La pareja come frutas y verduras frescas todo el año. El tiempo libre lo pasa haciendo caminatas a regiones con termas calientes y frecuentando los restaurantes locales. Habla con la familia y los amigos por Skype y por Facebook. Sus gastos son modestos: pagaron $50,000 hace tres años por el apartamento donde viven. La alimentación es barata. Como no tienen auto, se gastan 25 céntimos para ir en autobús a la ciudad cuando quieren salir por la noche. Aunque Prescher no esté oficialmente jubilado —él y la esposa son escritores—, no planea volver a EEUU.
“De vez en cuando se nos pasa por la cabeza la idea de volver a vivir en EEUU. Entonces nos ponemos a hacer cuentas”, dice Prescher, ya cerca de los 60 años. “Los impuestos demasiados altos, el coste de la salud y del seguro hacen impensable que podamos vivir allí con la misma comodidad que tenemos hoy en día. El coste de vida aquí es un 50% menor que en EEUU”.
La crisis financiera mundial que arrasó con las cuentas de jubilación 401(k) y diezmó el valor de los inmuebles residenciales, ha hecho que un número cada vez mayor de americanos estén dispuestos a sacar el mayor partido de sus ahorros trasladando su residencia de Estados Unidos al extranjero para pasar allí sus años dorados. Algunos van en busca del calor en una isla del Caribe o en un país latinoamericano; otros están buscando encantadores pueblos portugueses o españoles; otros incluso han optado por lugares más exóticos y se han marchado a Malasia.
“Mucha gente vive donde vive a causa del empleo”, dice David Reibstein, profesor de Marketing de Wharton. “Cuando dejan de trabajar, las personas van en busca de climas más suaves y donde el dinero dure más […] Antes, las familias permanecían juntas en una misma región. Hoy, sin embargo, con la actual situación económica los hijos ya no son motivo para que los padres se queden cerca. Te permite pensar con más libertad en qué parte del mundo te gustaría vivir”.
Más con menos en una tierra extranjera
El número exacto de jubilados viviendo en el extranjero es difícil de calcular. Cerca de 350,000 americanos reciben beneficios de la Seguridad Social en otros países, según el suplemento estadístico anual de la Administración de la Seguridad Social. La mayor parte de esas personas decide fijar su residencia en Europa, Canadá y México. Evidencias empíricas indican que ese número aumentará: 3,3 millones de baby boomers planean disfrutar de su jubilación en el extranjero, según cifras del Travel Market Report, órgano informativo del sector. Hace tres años, el número de suscriptores a International Living, revista para jubilados que viven en el extranjero, era 39,000; hoy, es 80,000.
¿Qué está llevando a esas personas al extranjero? Dinero, o falta de dinero. La confianza de los americanos en la posibilidad de permitirse una jubilación llena de comodidades está en niveles históricamente bajos, según La Investigación sobre la Confianza de los Jubilados de este año llevada a cabo por el Instituto de Investigaciones de Beneficios al Empleado. Sólo un 14% de los trabajadores dijeron tener “mucha confianza” de que tendrán dinero suficiente para vivir de forma cómoda después de jubilarse, señala la investigación.
La pérdida de confianza es comprensible: según un estudio de la Reserva Federal (Fed), publicado el 12 de junio, la crisis financiera mundial acabó con las ganancias de patrimonio neto de los últimos 18 años de los hogares americanos de clase media. De 2007 a 2010, el Índice de Precios de la Vivienda Propia S&P/Case-Shiller en EEUU tuvo una caída del 23%. Las cuentas de jubilación —complementos importantes de la Seguridad Social y de otros tipos de renta— también fueron golpeadas de forma muy dura. Durante ese periodo de tres años, el índice Standard & Poor’s 500 se devaluó un 14%.
El coste de vida en la mayor parte de los destinos escogidos por los jubilados es muy inferior que en EEUU. Si nos fijamos en las cifras suministradas por Numbeo, banco de datos online con informaciones sobre el coste de vida en ciudades de todo el mundo suministrado por el usuario, veremos, por ejemplo, que el alquiler en San José, Costa Rica, es un 57% más barato que en Filadelfia. Los precios al consumidor en Chiang Mai, en Tailandia, son un 59% más bajos que en Boston. Verduras y legumbres en Sevilla, España, son un 36% más baratas que en San Francisco. Pero, Andrew Bender, escritor que narra los viajes que hace y los alimentos que experimenta en el blog Seat 1A de la revista Forbes, llama la atención sobre el hecho de que aunque muchos países ofrezcan un coste de vida muy barato, puede haber gastos ocultos que acaban por influir en el resultado final. Eso sucede sobre todo en los países de mercados emergentes, donde los productos locales son relativamente baratos, a diferencia de los productos importados.
Bender cita un fenómeno que denomina Síndrome de Palm Springs. “Quien vive en Los Ángeles analiza el valor de los inmuebles en Palm Springs [a dos horas de distancia] y decide ir a vivir allí después de jubilarse porque el coste de vida es más bajo. Sin embargo, las personas no toman en cuenta algunos factores que pueden encarecer mucho el coste de vida en aquella ciudad. Uno de los principales es el coste del aire condicionado, imprescindible durante varios meses cuando la temperatura se sitúa por encima de los 38 grados centígrados. Sólo eso acarrearía un coste de varios cientos de dólares al mes y acabaría con cualquier ahorro respecto a la vida en Los Ángeles.
“Bender dice que el Síndrome de Palm Springs también vale para el cambio de país. Vamos a tomar, por ejemplo, el coste del viaje: “Si el jubilado decide vivir en otra parte del mundo, pero necesita viajar de forma regular a su país de origen, tendrá costes. Los pasajes aéreos para destinos remotos no suelen ser baratos. Cuando el individuo llega a EEUU, los costes diarios —el hotel, por citar un ejemplo— serán mucho más elevados que en el país que la persona escogió para vivir”.
El hecho es que la idea romántica de cambiar a otro país a veces choca con cuestiones prácticas más arduas de la vida fuera del país de origen. Es el caso de la moneda local, de los impuestos, inestabilidades políticas y seguridad personal en el nuevo hogar. Bender sugiere a los jubilados que piensan cambiar de país que reflexionen mucho antes si están dispuestos, por ejemplo, a prescindir de servicios públicos y de las comodidades de que dependen. ¿Se puede confiar en los servicios de electricidad, agua, teléfono e Internet? ¿El individuo estaría preparado para prescindir del ketchup Heinz y el helado de Ben & Jerry’s?
“Hacer turismo en otro país durante una semana es muy diferente de vivir allí”, dice Bender. “Yo pensaría un poco antes: ¿cómo será el día a día? ¿Qué sucede si la nevera se estropea? ¿Cómo será hacer compras allí?”
Una de las principales preocupaciones financieras de las personas a punto de jubilarse consiste en saber si tendrán dinero suficiente para pagar sus gastos médicos y los cuidados personales que necesitarán durante un buen tiempo. Los costes en salud han subido rápidamente en la última década y no dan señales de que vayan a disminuir. Se estima que una pareja de 65 años que se jubile en 2012 necesitará $240,000 para cubrir gastos médicos —son costes que Medicare no cubre— en el transcurso de la vida de jubilado, según datos de la última estimación de costes en salud del jubilado de Fidelity Investments. Eso representa un aumento del 50% respecto a 2002, cuando la estimación era de $160,000.
El desembolso en gastos médicos subirá aún más, dice Olivia S. Mitchell, profesora de Wharton especializada en análisis y política de salud/jubilación. “Nadie sabe de qué modo EEUU resolverá sus problemas fiscales”, dijo. “Medicare y la Seguridad Social son dos de las partidas que más se llevan del presupuesto. Creo que un volumen mayor del coste de salud del jubilado tendrá que ser costeado por el consumidor mediante pagos conjuntos mayores y primas más elevadas en el futuro”.
Muchos países ofrecen seguro de salud nacional subsidiado. Dependiendo de la ciudadanía y de las exigencias de edad, los extranjeros muchas veces pueden participar en estos programas. El nivel de la atención médica, por norma, es bastante alto. “El turismo médico está poniéndose de moda en Singapur, en India y Tailandia”, dice Mitchell, directora ejecutiva del Consejo de Investigaciones de Pensiones. “Varios médicos de esos países han hecho la residencia en EEUU y los costes allí pueden ser de hasta una cuarta parte de los cobrados en EEUU”.
Mitchell destaca que algunos jubilados tal vez opten por una estrategia de vida en el extranjero dividida en etapas. “Tal vez sea una buena estrategia vivir en el extranjero durante los diez primeros años, cuando el jubilado es más activo y sus necesidades médicas no son tan grandes”, dice ella. “Mucha gente probablemente volverá a EEUU cuando ya no sea tan independiente. Por ejemplo, es posible que el jubilado tenga que vivir más cerca de la familia, de manera que alguien pueda ayudarlo en sus asuntos personales, o cuando su salud exija una compañía más intensa”.
Sed de aventuras
Además del coste de vida más bajo y el acceso al sistema de salud, a muchos boomers les atrae la idea de llevar una vida de jubilado en el extranjero por razones emocionales. Después de años viviendo en un mismo lugar a causa del trabajo y de los hijos, creen que vivir en el extranjero puede ser la última oportunidad para vivir alguna emoción más. “Las personas aguardan ansiosas el momento de jubilarse para vivir aventuras”, observa Cassie Mogilner, profesora de Marketing de Wharton cuya investigación se centra en la felicidad, el tiempo y el dinero. “Por eso tanta gente dice que planea conocer el mundo cuando se jubile”.
Es un estilo de vida que expone al individuo a lugares, personas y experiencias nuevas. Para quienes disfrutan de las aventuras, vivir en el extranjero es algo que, en opinión de esas personas, les traerá felicidad. Según la investigación de Mogilner, sin embargo, eso puede que no suceda. En una serie de cinco estudios en que se entrevistaron desde adolescentes hasta octogenarios, la investigadora constató que, para los jóvenes, la felicidad consiste en emoción y en experimentar cosas nuevas. A medida que las personas envejecen, ellas asocian la felicidad a la tranquilidad y la satisfacción. “La felicidad [para ellas] consiste en rodearse de lo que les es familiar, saboreando los pequeños momentos y, sobre todo, pasando más tiempo con las personas a quienes aman. Eso es lo que da tranquilidad y un sentimiento de satisfacción”, dice ella.
En otras palabras, quienes se jubilan y se van a vivir al extranjero en busca de aventuras tal vez no estén atentos al hecho de que no se puede hacer esa elección sin tomar en cuenta la familia y las personas con las cuales ellas tienen algún lazo personal: amigos, hijos y nietos. “El individuo puede acabar subestimando la importancia de esas relaciones, principalmente en la vejez”, dice Mogilner. “Aunque la tecnología haya ayudado mucho a que las personas se mantengan conectadas a pesar de la distancia geográfica, no es lo mismo que la presencia física”.
¿Pero, a fin de cuentas, hasta qué punto un jubilado se sentirá feliz viviendo en el extranjero? La investigación de Mogilner presenta algunas otras implicaciones —más positivas— a ese respeto. Según la investigadora, la diferencia de conceptos de lo que es la felicidad entre jóvenes y mayores parece derivarse del peso que esos dos grupos le dan al futuro y al presente. Los jóvenes están casi siempre más preocupados por el futuro —probablemente porque tienen un futuro más largo por delante— y, por lo tanto, basan su felicidad sobre todo en el entusiasmo. Las personas más mayores valoran mucho más el momento presente. Por lo tanto, ir a vivir al extranjero después de jubilarse les permite disfrutar del momento presente con mayor tranquilidad que si se quedaran en EEUU. La posibilidad de felicidad es mayor.
“Las personas más mayores tienden a valorar más los pequeños momentos, el contacto con la naturaleza, con su jardín, con un paisaje litoral e incluso una caminata. Ellas tienden a encontrar serenidad y paz en ese ambiente”, dice Mogilner.
Tal vez la principal razón para que el jubilado viva en el extranjero en busca de felicidad se deba a motivos financieros y de salud. Factores crónicos de estrés — ansiedad resultante de presiones financieras— pueden hacer al adulto saludable más sensible a contraer enfermedades. El estrés persistente está asociado a un riesgo mayor de ataque cardíaco y a otros graves problemas de salud.
“Sabemos que el estrés y la ansiedad juegan un papel importante en la felicidad de las personas, sobre todo en aquella etapa de la vida en que la felicidad está íntimamente asociada con el deseo de tranquilidad”, dice Mogilner. “Dependiendo del grado en que la situación financiera de la persona contribuye a su estrés, ella podrá librarse de los factores que la presionan trasladándose a un lugar donde el coste de vida sea mucho menor, lo que la hará más feliz”.
Prescher, por su parte, no se arrepiente ni un poco de haber dejado Omaha atrás. Él espera que más ciudadanos americanos mayores que viven con una renta fija hagan una elección semejante a la suya en los próximos años. “No importa su situación financiera —con el 401(k) u otras cuentas de inversión— el individuo puede dejar de inmediato su coste de vida a la mitad, o más, y eso significa más dinero en el banco”, dice él. “Es preciso tener gusto por la aventura y apetito por el riesgo. La persona tiene que aprender a ser paciente. Aparte de eso, no es una decisión tan difícil”.