Por Luisa García Pelatti
La economía es un asunto demasiado serio para dejarlo solo en manos de los políticos. Por eso a veces, como ahora, cuando la crisis se agudiza y no hay resquicios para el optimismo hay que dar un puñetazo encima de la mesa y exigirle a los políticos que dejen la política electoralista de lado, que superen la politiquería y que se pongan a gobernar. Porque gobernar es hacer política económica, aunque a nuestros políticos se les haya olvidado.
El puñetazo encima de la mesa, si me permiten la licencia literaria, acaba de darlo Santander y más específicamente Francisco Luzón, consejero delegado a cargo de las operaciones de Santander en América Latina. Lo que dijo Luzón el viernes a los medios de comunicación está ahí, en el artículo que publico en este diario cibernético y en los que publican mis colegas. No voy a poner palabras en su boca. Pero la entrevista permite hacer una lectura entre líneas.
Lo que vino a decir Luzón, sin decirlo, es que ya está bien. Que ya han pasado más de cinco años de recesión y seguimos igual. Que el sistema financiero puede ser uno de los sectores con capacidad para impulsar el desarrollo si se ponen las herramientas necesarias que tiene el gobierno. Y que si no lo hacemos pronto se no va a ir el tren, de nuevo, como se nos ha ido muchas veces. Pero esta vez puede ser el último.
Los banqueros son poco dados a hablar de política -entiéndase política económica-, huyen del protagonismo y la confrontación. Hay excepciones. Troy Wright, ex presidente de Scotiabank, un “rara avis” ; y Richard Carrión, presidente de Popular, Inc., que ha pagado un alto precio por tratar de involucrarse en el desarrollo de su país.
Luzón habló de la necesidad de una “agenda de Estado” y una verdadera “alianza público-privada” entre el gobierno y el sector privado. Todos deberíamos tomar buena nota de sus palabras. Es todo un aviso para navegantes.