La economía de Puerto Rico es una paradoja. Tiene una baja tasa de participación laboral, alto nivel de desempleo y el 45% de su población tiene ingresos por debajo del nivel de pobreza. Pese a ello, las grandes cadenas de tiendas de Estados Unidos venden aquí un 23% más. La explicación está en lo que Luis Rodríguez Báez, gerente del Grupo de Estrategias de Mercadeo de Estudios Técnicos, Inc., llama la “Base triangular de la economía de Puerto Rico”. Los tres pilares de esa base son una economía subterránea que se estima en $14,000 millones; $18,000 millones en transferencias federales y un presupuesto total de $27,000 millones.
“Eso es lo que permite que la situación económica no haya sido peor, porque tienes ese colchón (de transferencias federales y economía subterránea) que permite que el ingreso disponible se mantenga en cierto nivel”, explica Rodríguez Báez, quien participó junto con Antonio M. Sagardía, ex secretario de Justicia, y Ignacio Rivera, ex miembro de la CIA, en un panel organizado por la Cámara de Comercio.
La economía subterránea es la actividad económica que no paga impuestos, ya sea legal o ilegal (en el caso del narcotráfico). La firma Estudios Técnicos, Inc. estima que en el 2010, la economía sumergida movía entre $13,000 millones y $14,000 millones, lo que representaba el 27% del total de la actividad económica. Este porcentaje ha aumentado, en el 2003 era el 23%.
El tamaño de la economía subterránea es aquí casi el doble de lo que es en Estados Unidos (12%) o en otros países desarrollados (15%).
El estudio calcula que el Gobierno deja de recibir unos $700 millones en contribuciones por la existencias de esta actividad sumergida. De esos, unos $500 millones deben estar vinculados al narcotráfico.
Los participantes del panel estuvieron de acuerdo en que existe una correlación entre desempleo, deserción escolar y economía subterránea ilegal. Muchos jóvenes se ven atraídos a participar en actividades ilegales con la expectativa de ganar mucho dinero en poco tiempo, aunque saben que su expectativa de vida es muy corta. Ante una perspectiva de desempleo y pobreza, estos jóvenes “eligen vivir 30 años como ricos”, explicó Sagardía.