Una-salida-a-la-crisis-empleo-en-la-enseñanza-privada

Por Juan Lara*

Después de varios años (quizás más de los debidos), me ha tocado dejar de ser el editor del Boletín de Economía, una publicación de la Unidad de Investigaciones Económicas (UIE) del Departamento de Economía de la UPR-Río Piedras.  En el pase de batuta a la colega y amiga Ida de Jesús, tuve la alegría de participar con ella en la conceptualización del próximo ejemplar del Boletín, el cual  deberá circular en las próximas semanas (por medido digital, solamente, en la página de la UIE) y que quiero recomendar a todos los economistas y los interesados en la economía.

Tres distinguidos colegas—Alfredo González, Francisco Catalá y Ramón Cao—presentan en el Boletín sendas reflexiones sobre la enseñanza de la economía como disciplina académica y profesional en estos tiempos revueltos en que las teorías predominantes parecen chocar con la realidad de una crisis financiera y económica de alcance global que no armoniza con lo que esperaríamos que fuera el producto de la acción optimizadora de agentes racionales en mercados eficientes.  Ida y yo los ocupamos para esta tarea por su estatura como economistas y porque los tres practicaron la enseñanza formal de la economía (o sea, con horario y sueldo fijos) durante muchos años en el sistema de la UPR.  Queríamos aprovechar las lecciones de su larga experiencia y su disposición a seguir educando más allá de la cátedra.

El tema del Boletín es uno que me toca muy de cerca.  Después de más de 30 años enseñando teoría macroeconómica, encuentro, paradójicamente, que se me hace cada vez más difícil.  Y no por el cansancio acumulado (aunque algo de eso hay), sino porque los asideros de la teoría se me van haciendo resbaladizos.  En la economía tenemos un paradigma, en el sentido en que usó ese término Thomas Kuhn, historiador de la ciencia, como (en traducción libre): “logros científicos de reconocimiento universal que, por un tiempo, proveen modelos de problemas y soluciones a una comunidad de investigadores”.  En palabras más llanas, un paradigma, en este sentido, es una escuela dominante en un tiempo de lo que Kuhn llama “ciencia normal”.

El paradigma de la economía es la escuela neoclásica.  Entre otras cosas, se distingue por la centralidad que le otorga al utilitarismo y el marginalismo, y por apartarse de las perspectivas históricas e institucionalistas.  Lo que la economía tiene de ciencia social en el paradigma es poca cosa, porque lo social no es acción colectiva, sino la suma (coordinada por la mano invisible) de acciones estrictamente individuales.  Se puede decir que prácticamente todos los economistas fuimos educados en el paradigma, todos o casi todos lo enseñamos a nuestros estudiantes, y muchos nos hemos sentido siempre incómodos con una buena parte de este cuerpo teórico.

Como en toda disciplina que tiene un paradigma, en este sentido de Kuhn, en la economía es muy difícil lograr una carrera académica distinguida fuera de la escuela neoclásica.  Algunos lo han logrado con creces, pero la mayoría de los que trabajan desde las escuelas heterodoxas se tienen que conformar con quedarse en las márgenes del mainstream, esa corriente central de la teoría que domina las revistas más prestigiosas, los libros de texto y los currículos universitarios.  Las escuelas alternas prosperan más o menos en diferentes países y regiones, pero no llegan a imponerse.

Pero ese dominio del paradigma, como decía Kuhn, es propio de los tiempos de “ciencia normal”.  ¿Qué tal en tiempos revueltos, como los actuales?  Los eventos de la crisis financiera global (burbujas, descalabro de los  mercados financieros, rescates inauditos por parte de las autoridades monetarias) pusieron en entredicho a la teoría neoclásica tanto en sus aspectos “positivos” como en los normativos.  Esos eventos cuadran mejor con teorías heterodoxas, como la hipótesis de la inestabilidad financiera de Hyman Minsky, que con la teoría neoclásica establecida.  Pero hasta ahora no hemos visto un estremecimiento del paradigma, ni una nueva forma de teorizar en la economía.

Un profesor de economía se siente obligado a enseñar, principalmente, las teorías del mainstream. Pero si uno no se siente cómodo con quedarse solamente en ese espacio teórico, se enfrenta a la dificultad de incluir otras perspectivas en el tiempo limitado de un semestre ordinario.  En mi caso, he tratado de superar este dilema ofreciendo un curso electivo (a  nivel graduado) enfocado en las escuelas postkeynesiana y estructuralista.  En estos tiempos revueltos, es buena idea volver a darle énfasis a Keynes, pero no al Keynes domesticado de la síntesis neoclásica de Samuleson y otros, sino el Keynes que quiso revolucionar la teoría económica con un ataque al corazón mismo de la escuela neoclásica.  Ese es un Keynes casi desconocido para  los estudiantes educados en el mainstream, que son la mayoría.

El economista estadounidense Paul Davidson, postkeynesiano distinguido, argumenta que el verdadero Keynes no se limitó a modificar los supuestos de la escuela neoclásica en cuanto a la operación del mercado de trabajo y otros aspectos teóricos, sino que rechazó los axiomas en los que se fundamenta dicha escuela.  En particular, rechazó el axioma de la neutralidad del dinero y lo que llaman el “axioma ergódico”, la idea de que la incertidumbre en los procesos económicos se puede manejar con la estimación econométrica de dichos procesos.  Para Keynes, dice Davidson, la incertidumbre en muchos asuntos económicos es verdadera incertidumbre (desconocimiento), no simplemente la varianza de un proceso que se puede pronosticar.  En otras palabras, en lo que atañe a muchas decisiones económicas fundamentales, el futuro no se puede controlar estadísticamente. La acción  económica social—individual y colectiva—tiene que emanar de la voluntad, los valores y las instituciones. Esto nos pone claramente en el terreno de la dependencia de senda—se hace camino al andar.

La tarea del profesor sería más fácil si las grandes mentes de la economía alrededor del mundo lograran una de dos cosas: reivindicar el paradigma neoclásico (haciendo ajustes en la teoría) o reemplazarlo con un cuerpo teórico nuevo y mejor.  Por lo pronto, no parece que estemos marchando en ninguna de estas dos direcciones, pero la inquietud es palpable en la disciplina y es de esperar que algo cambie en el futuro no muy lejano.

* El autor es economista y profesor en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.