Por Roberto Orro

La explosión en las cifras de contagios y defunciones por Covid-19 en Puerto Rico ha reavivado el debate sobre cómo “balancear” los intereses salubristas y los económicos.  No obstante, la discusión reinante tiene como base la equivocada premisa de que la salud y la economía son subsistemas excluyentes, una especie de juego de suma cero, donde todo lo que se gana en el terreno de la reapertura económica va en detrimento de la salud (y a favor del Covid) y viceversa.

Al escuchar los planteamientos de los miembros del Task Force médico y de otros profesionales y dirigentes del sector de la salud, tal parece que no existe otra fórmula que no sea el confinamiento domiciliario y el freno a la actividad económica para contener al virus.  A pesar de que esta ola del coronavirus en Puerto Rico (la primera en realidad) tiene su origen en factores externos y no en la reactivación económica, llueven las críticas contra la reapertura de los negocios.  Todos los días escuchamos a algún profesional de la salud clamar por más estrictas restricciones contra restaurantes y otros establecimientos, sin presentar una sola prueba o cifra que justifique tales medidas radicales.

Los argumentos del Task Force económico tampoco ayudan a llevar la discusión a buen puerto.  Al reclamar un “balance” entre intereses económicos y salubristas, el Task Force económico valida, tácita y erróneamente, la premisa del juego de suma cero.  Mientras los economistas y demás miembros del Task Force económico no convenzan al gobierno, y a la sociedad en general, de que la relación entre salud y economía es circular, y no de exclusión, seguiremos escuchando la misma respuesta: “la salud del pueblo es lo primero”.

Es hora de ponerle fin a este nefasto maniqueísmo.  Si algo ha quedado demostrado en el último mes es que las restrictivas medidas decretadas a mediados de julio por la Gobernadora no han resuelto nada y solo han agravado la ya de por sí difícil situación económica.  Ni la actividad de los gimnasios, ni las copas de vino después de las 7 p.m., ni los centros comerciales abiertos los domingos son los causantes del aumento en los contagios por Covid en Puerto Rico. Por el contrario, si alguna conclusión se puede extraer desde que comenzó la reapertura en mayo es que se le infligió un daño excesivo e innecesario a la economía, e incluso al sistema de salud, durante la estricta cuarentena de marzo y abril.

Aunque hay renuencia a aceptarlo, la venerada fórmula de “quédate en casa” es responsable de más muertes por Covid en la Isla que la reapertura económica.  Bajo los protocolos establecidos por el gobierno para el manejo del aeropuerto, se les ha recomendado a miles de pasajeros procedentes de Florida, Texas y otros hot spots que permanezcan en cuarentena dos semanas, muchas veces en casa de sus familiares en la Isla. Era mejor proponerles que se quedaran en una hospedería, en un albergue o en una tienda de campaña en el Yunque. Se debió alertar a pasajeros y familiares de los peligros que conllevaba la convivencia en familia.  Cualquier opción era mejor que la de encerrarlos dos semanas, sin alerta, en casas de padres y abuelos, muchos de ellos con diabetes y otros problemas de salud propios de edades avanzadas.

Las propuestas del Task Force médico adolecen de incoherencia.  Por una parte, se quejan de la falta de disciplina y la proliferación de reuniones y fiestas que no acatan las normas de salubridad, pero al mismo tiempo enfilan sus cañones contra negocios que siguen los más altos protocolos de seguridad e higiene.  Escuchamos a los epidemiólogos clamando por un más estricto cumplimiento de las directrices gubernamentales.  ¿Dónde creen que se violan estas directrices? ¿En Plaza Las Américas? ¿En el Mall de San Juan? ¿En los restaurantes que frecuentan los doctores?

Como suele ocurrir en cualquier país, el resultado del acoso a la red formal de negocios es el desarrollo del inframundo.  Al castigar los negocios que operan con transparencia y cumplen los protocolos salubristas, se incentiva la realización de actividades furtivas en circuitos informales donde no hay ningún tipo de control ni disciplina. Si los jóvenes no pueden entretenerse en los establecimientos formales, acudirán a los canales subterráneos para liberar sus energías.  Si las personas ven limitadas sus opciones gastronómicas en la red de restaurantes, la respuesta será más organización de actividades y reuniones hogareñas.  ¿Cómo responderá el gobierno de darse un escenario como el descrito? ¿Va a utilizar sus diezmadas fuerzas del orden para perseguir a quienes organizan fiestas y reuniones en sus hogares?

Puerto Rico no puede encarar con éxito la pandemia del coronavirus bajo una guía cimentada en un falso antagonismo entre los objetivos de salud y los económicos.   Tiene que cesar la estigmatización de quienes se oponen a un nuevo capítulo de parálisis económica.  Si no revertimos esta espiral de ataques a la economía, seremos nosotros mismos, no el Covid, los causantes del colapso del sistema de salud de Puerto Rico.

  • El autor es economista y socio de Grupo Estratega