Por David R. Martin
Durante la crisis económica más seria que hemos visto la mayoría de nosotros, Puerto Rico está a punto de desperdiciar la oportunidad más importante de desarrollo económico desde la 936.
El mes pasado, la Autoridad de Redesarrollo de Roosevelt Roads publicó una solicitud de propuestas para cuatro proyectos en estos terrenos de valor estratégico incalculable. Según el mapa publicado con la solicitud, estos proyectos ocuparán unos 550 acres en áreas claves de la base. Los dos proyectos principales componen más de 450 acres. El primero de 289 acres envuelve uso industrial liviano enfocado en “la manufactura de alto valor”. El segunda de 165 acres es para usos “institucionales/educativos” que contempla un recinto universitario con enfoque en la alta tecnología, farmacéuticas e investigación científica.
Los otros dos de menor tamaño (57 y 40 acres) son una marina con villa pesquera y un desarrollo eco-turístico con sólo 272 habitaciones.
Por lo tanto, el énfasis predominante de los proyectos consisten de las actividades altisonantes que hemos escuchado a través de décadas cuando se habla del desarrollo económico de Puerto Rico: la manufactura, las ciencias, la tecnología y “la economía del conocimiento”.
En el 2004, con la ayuda de la consultoría AT Kearney, varios de nuestros líderes políticos, profesionales y empresariales, proclamaron su “visión” de Puerto Rico en 2025. En cuanto a la columna vertebral de nuestra economía, adoptaron la siguiente afirmación: “El conocimiento y la tecnología son los propulsores de nuestra economía”.
Seguramente el lector habrá escuchado rimbombantes declaraciones que compaginan perfectamente con los valores inatacables en la “educación”, la “innovación” y el “adelanto científico”. Y según estas verdades sacrosantas, Puerto Rico no tiene otra que la de formar parte de la vanguardia científica, tecnológica y manufacturera.
Más equivocados no podemos estar.
Con sólo ver la crisis actual y la cantidad que hemos malgastado en incentivos industriales después de la expiración de la 936, la franqueza intelectual nos conduce a una sola conclusión: Puerto Rico no tiene un futuro económico de mayor trascendencia en la tecnología, las ciencias ni la manufactura.
Sin embargo, vemos líderes políticos y sus allegados que siguen creyendo en la falacia que infecta las decisiones como la que recientemente se ha tomado con Roosevelt Roads.
Pueden corroborar los datos en el Unidad de Estadísticas Laborales del Departamento de Trabajo de los EE.UU. El único sector que ha crecido de manera sustancial en Puerto Rico durante los últimos 10 años ha sido el turismo. Mientras tanto, la manufactura ha perdido el 37% de sus empleos.
Pero la mentalidad nuestra – por razones de acondicionamiento, propaganda y orgullo falso – es que nosotros somos demasiado capacitados y preparados tecnológicamente para bajarnos al “servilismo” que representan los trabajos en el turismo. Y con declaraciones como las aparece en “Puerto Rico 2025” e iniciativas como la que ahora figuran en la solicitud de propuestas para Roosevelt Roads seguimos fortaleciendo el espejismo que nos ahoga.
Los terrenos de Roosevelt Roads guardan la oportunidad para lucir en una tarima de relieve mundial los atributos naturales de nuestra Isla y desempeñar las destrezas y los talentos innatos por los cuales los puertorriqueños nos destacamos alrededor del mundo.
De las 14 personas que aparecen en la nueva página de internet de La Isla Estrella, 13 son de las artes, la música, la cultura, el entretenimiento y los deportes profesionales. El único que no pertenece a estas áreas es Joseph Acaba, un astronauta que ni siquiera es científico aeroespacial, sino geólogo.
Los terrenos de Roosevelt Roads constituyen una oportunidad histórica para construir una ciudad completamente nueva de fama y perfil internacional. Con terrenos de un aeropuerto que son aún más grandes que los del Aeropuerto Internacional Luis Muñoz-Marín, esta zona es perfecta para crear una ciudad de entretenimiento y deportes profesionales sin par en el mundo.
Es el único lugar que nos queda donde podemos triplicar el número paupérrimo de habitaciones de hotel que tenemos (14,500). Estas habitaciones están concentradas mayormente en San Juan, una zona urbana mal planificada para recibir a millones de personas al año.
En particular, necesitamos en esta nueva ciudad un mínimo de 30,000 habitaciones nuevas en un lugar céntrico, cerca de un aeropuerto para prescindir de automóviles.
Necesitamos dos – si dos – estadios de deportes profesionales, uno para béisbol con capacidad para 50,000 personas y otro para futbol americano y europeo con cabida para 80,000.
Necesitamos un sistema de tren urbano por toda esta ciudad nueva para eliminar casi por completo la congestión, el peligro y la contaminación ambiental de los automóviles.
Más detalles se encuentran en mi libro “Puerto Rico: El Manual de Rescate Económico”.
Reto a cualquier lector que busque un lugar en el mundo con las atracciones naturales que tienen estos terrenos en Ceiba y su colección de islas vecinas de Culebra, Vieques y las Islas Vírgenes. Un imán único y poderoso está presente para atraer a decenas de millones de personas al año a pagar por el privilegio de visitar e invertir en nuestra Isla.
Este proyecto nacional que propongo – de construir una nueva ciudad de entretenimiento y deportes profesionales en Ceiba – es completamente digno de las capacidades y preparación nuestra y tiene más posibilidades de éxito e impacto económico que seguir el mito colectivo de la manufactura y alta tecnología.