Por Luisa García Pelatti
La crisis del COVID-19 representa para el periodismo un reto mayor a las dos crisis previas que ha sufrido esta profesión: la llega de Internet y la crisis financiera de 2008. Esta crisis, más virulenta y rápida, provoca una paradoja perversa. El periodismo es más necesario que nunca para mantener informada a la población y la carga de trabajo y las audiencias crecen; pero los ingresos, los medios de subsistencia de los periódicos impresos y digitales, se evaporan en días y desaparece el sustento para sobrevivir. Quienes hayan recibido esta semana en sus casas algún periódico impreso saben de qué hablo. Nunca como ahora el periodismo ha sido tan necesario. Nunca ha sido tan difícil.
Los negocios cierran y cancelan las pautas publicitarias. La publicidad prácticamente ha desaparecido. El frenazo económico mundial sin precedentes ha afectado a los medios de una forma brutal. Y ocurre precisamente ahora, cuando más noticias se generan, los ingresos se esfuman. La precariedad es mayor para las medios más pequeños.
Los periodistas no podemos dejar de trabajar porque la población necesita urgentemente información. Sin embargo, nos enfrentamos a problemas de falta de liquidez para seguir subsistiendo. No se trata de ganar más o menos, sino de seguir operando, de poder hacer buen periodismo en estas circunstancias especiales. Una sociedad sin medios solventes no podrá jamás sentirse una sociedad libre y democrática. El periodismo es un antídoto contra la desinformación.