Por Luisa García Pelatti
El proceso de admisiones a las universidad privadas de Estados Unidos se ve ahora con otros ojos después de conocer las revelaciones en torno al escándalo de fraude y soborno en el que participaron una treintena de padres de Estados Unidos con el objetivo de garantizar el acceso de sus hijos a universidades prestigiosas. El hecho de que los padres ricos estén dispuestos a pagar significa que las universidades están siendo menos elitistas y han abierto las puertas a los hijos de familias de menores recursos económico gracias a las ayuda económica. Pero el proceso de admisión en las universidades privadas está todavía lejos de ser igualitario.
Las investigaciones del FBI han sacado a la luz un esquema de fraude (50 padres parecen pocos), pero otros esquemas, legales o ilegales, puede seguir funcionando todavía sin que lo sepamos. El momento en que se han conocido los hechos no puede ser más significativo. En estos días, los futuros universitarios están recibiendo las cartas que les informan si han sido aceptados.
Los hechos parecen reforzar la idea de que persisten desigualdades en el sistema de educación superior en Estados Unidos: los ricos tienen enormes ventajas en las admisiones universitarias. Con dinero puedes asegurar que tu hijo estudie en una universidad de élite, las famosas “Ivy League”.
En 1933, el 82% de los estudiantes que solicitaban estudiar en la Universidad de Harvard era hombres, blancos y ricos. En 2003, esa cifra disminuyó hasta 9.8%. El año pasado era de 4.6%.
Las cosas han cambiado y los ricos se han dado cuenta de que el dinero no garantiza la entrada de sus hijos en las universidad de élite, como indica el hecho de que algunos padres estuvieran dispuestos a pagar grandes cantidades de dinero (en algún caso se habla de hasta $1.2 millones).
Pero a pesar de que las cosas han mejorado, siguen existiendo las desigualdades en las admisiones a las universidades. Las universidades Ivy League admiten más estudiantes del 1% de las familias con los ingresos más altos que del 60% de los que menos ganan. En las universidades privadas cada vez hay menos espacios disponibles para los estudiantes mediocres de las familias ricas. Cuatro años de universidad cuestan entre $80,000 y $300,000 sólo en matrícula (“tuition”). Las universidades deben encontrar un balance entre buenos estudiantes que paguen y estudiantes excepcionales a los que ofrecer beca.
Con el mismo expediente académico, es más fácil ser admitido en una universidad prestigiosa si los padres, abuelos o hermanos del solicitante estudiaron allí (es lo que se conoce como “legacy”). Una circunstancia que es más habitual entre las familias con mayores recursos. En algunas universidades privadas más de una quinta parte son hijos de ex-alumnos. También es legal hacer una donación a la universidad. El padre de Jared Kushner, yerno de Donald Trump, hizo una donación de $2.5 millones a la Universidad de Harvard poco antes de que su hijo fuera aceptado.
Además, tener recursos económicos permite pagar los costosos cursos que prometen ayudar a mejorar los resultados de los exámenes SAT o ACT, que usan las universidades como uno de los criterios para admitir a los estudiantes.
La mayoría de los colegios privados de educación secundaria cuenta con consejeros universitarios, personal adiestrado en facilitar el proceso de solicitud a las universidades. Algunas familias contratan incluso a un consejero universitario personal. Más dinero.
Ser millonario puede ayudar a aumentar las probabilidades de ser admitido en una universidad privada en Estados Unidos, aunque, a la vista de los hechos, es recomendable utilizar para ello sólo medios legales.