Opinión

Por Roberto Orro*

Han pasado nueve meses desde la primera cuarentena en Puerto Rico a causa de la pandemia del Covid-19.  Nueve meses en los que se ha avanzado muy poco en fortalecer nuestra capacidad para enfrentar los inevitables ataques del virus. Así las cosas, cobra fuerza la idea de viajar en el tiempo y regresar al estado de parálisis económica que se vivió entre marzo y abril del presente año 2020.

Sin duda alguna, el sistema de salud de la Isla atraviesa por su peor momento desde el inicio de la pandemia.  En poco menos de dos meses, desde finales de octubre hasta la fecha, las hospitalizaciones diarias de pacientes con Covid se han disparado de 300 a más de 600.  Similar trayectoria se observa en el número de pacientes hospitalizados que requieren ventilador, cifra que ha rebasado los 100 diarios sin claras expectativas de mejoría.

Es comprensible la aprehensión del Gobierno y del Departamento de Salud ante la imagen de un colapso total del sistema de salud de Puerto Rico.  Con una debilidad estructural para enfrentar crisis y aún fresca en la memoria colectiva la estela de desastres naturales de los tres últimos años, es lógico que Puerto Rico se estremezca ante la idea de que los enfermos de Covid desborden los hospitales de la Isla, y peor aún, las morgues.

En esta difícil coyuntura, los temores y las preocupaciones son un buen aliado, no así el pánico y esa inveterada propensión a buscar culpables y justificaciones por doquier.  Hasta ahora, a pesar de lo mucho que se habla y se escribe sobre la pandemia, seguimos esperando por que el Gobierno nos explique cómo ha aprovechado estos nueves meses para ampliar la capacidad hospitalaria de Isla.  El Gobierno ha sido incapaz de mostrarnos una sencilla tabla con una comparación, entre marzo y diciembre, de las cifras de camas de hospitales, camas de intensivo, ventiladores y demás recursos necesarios para enfrentar un escenario crítico.

No es justo tachar de irresponsable a nuestra sociedad por el alza en los contagios. El Covid ha demostrado una impresionante y quizás inesperada fortaleza a nivel mundial.  No hay rincón en el mundo desarrollado que haya evadido los zarpazos del virus.

Amén de la conocida debacle de Estados Unidos, países como España, Italia, Reino Unido y Francia, en los que el virus parecía estar bajo control, viven una reedición del aciago periodo de marzo-abril, que de nuevo los ha obligado a autocastigarse económicamente.  Alemania, Austria y Suiza, todos con altísimo desarrollo socioeconómico y muy citados como ejemplos exitosos en la prevención de los contagios, han sufrido en el último mes más defunciones por millón de habitantes que Puerto Rico.  Hungría, Polonia, República Checa y otros países de Europa del Este, que hasta octubre sólo habían recibido un leve impacto del Covid, triplicaron en noviembre su cifra total de defunciones.

Por otra parte, los lockdowns no han probado su eficacia a menos que un territorio logre aislarse prolongadamente del resto del mundo.  El éxito de Puerto Rico en marzo y abril no fue solo resultado del confinamiento domiciliario, sino también del escaso número de vuelos que arribaron a la Isla.  Ahora, es una pérdida de tiempo proponer o discutir controles portuarios en los cuales Puerto Rico carece de prerrogativas.  Diciembre tampoco es marzo.  Seguirán llegando vuelos con miles de puertorriqueños que vienen a pasar las Navidades con sus familiares.  Esta vez, el regreso a marzo que algunos expertos y funcionarios gubernamentales proponen es imposible.

Como ha sido costumbre en estos nueves meses, se culpa injustamente a la actividad económica del alza en los casos positivos.  Esto a pesar de que los propios estudios del Gobierno reflejan que un porcentaje mayoritario de los contagios ocurre dentro del círculo familiar.  Es bueno recordar que, desde el 15 de septiembre, cuando el Gobierno flexibilizó las restricciones que impuso en julio a la red comercial, hasta el 18 de octubre, las hospitalizaciones diarias por Covid en Puerto Rico disminuyeron de 400 a 300.  No es coincidencia que el reciente repunte se inició durante la efervescencia política de octubre, en la antesala de las elecciones de noviembre. Si se quiere buscar un culpable por la nueva ola de contagios, la política es mucho mejor candidato que la economía.

Definitivamente, la responsabilidad de mantener a raya el temible virus recae sobre toda la sociedad: individuos y Gobierno.  Los primeros deben evitar el comportamiento temerario e irresponsable, pero le corresponde al Gobierno asegurar el fortalecimiento del sistema de salud para enfrentar un escenario de crisis.  El Gobierno tiene que redoblar los esfuerzos en este terreno antes de que sea demasiado tarde.

* El autor es economista y socio de Grupo Estratega