Juan Lara Fontánez. (Foto: Sin Comillas)

Esta es la octava de una serie de entrevistas a economistas

Por Luisa García Pelatti

Juan Lara Fontánez es profesor de economía en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Graduado de la Escuela Superior Central de Santurce, obtuvo un doctorado en economía en la Universidad de Nueva York (SUNY) en Stony Brook. Fue director del Servicio de América Latina de Wharton Econometric Forecasting Associates, una empresa de Filadelfia dedicada a proyecciones económicas.

Lara defiende que el gobierno necesita el liderato de los economistas en posiciones de autoridad para llevar a cabo iniciativas necesarias para el futuro del país y, sin muestras de optimismo, dice que el estancamiento ya es la tendencia estructural de esta economía.

Pregunta.– ¿Por qué decidió estudiar economía?

Respuesta.– Mi primer contacto con la economía fue en la escuela superior, cuando era estudiante en la Escuela Superior Central de Santurce. Estaba en la edad de curiosidad intelectual juvenil, cuando uno empieza a olfatear los saberes a ver qué le gusta. No todos tienen la suerte de que les pongan por delante una buena muestra para esa degustación. En mi caso, estaba en un programa educativo experimental que incluía presentarnos lecturas de los cursos básicos de la universidad, y ahí nos tocaron algunas lecturas de economía que estimularon mi apetito, por así decirlo. Luego se lo comenté, en una conversación casual, al periodista y escritor César Andreu Iglesias, que era el padre de uno de mis compañeros de clase, y me sorprendió con una respuesta entusiasta. Recuerdo que César me dijo que la economía era un campo importante, difícil y conocido por muy poca gente. Esa opinión pesó mucho en mi decisión, porque la autoridad intelectual de César era poderosa.

Con el tiempo he comprobado que César tenía razón. He aprendido que la economía es una disciplina importante, necesaria y útil, aunque a veces parece sobrecargada de entelequias teóricas.  Uno puede sentirse orgulloso de estar en esta profesión.

“El gobierno debe entender que se necesita el liderato de economistas en posiciones de autoridad para llevar a cabo iniciativas necesarias para el futuro del país, como, por ejemplo, una verdadera reforma fiscal y un plan sensato de desarrollo económico”

P.– En el gobierno no hay muchos economistas en posiciones de toma de decisiones. La política económica está más en manos de abogados. Explique al gobierno para qué sirve un economista.

R.– En la investigación para su tesis doctoral, la colega Irene Rivera, que también es historiadora, se topó con unos artículos muy interesantes de la prensa puertorriqueña del siglo 19 tardío sobre los debates del momento en torno al patrón oro y el patrón bimetálico. Los economistas de entonces abordaban los temas de la economía mundial en función de las necesidades de la Isla, que tenía una economía de exportación agrícola. En el Puerto Rico de hoy no hay la autonomía para tomar decisiones de política comercial, política monetaria, política cambiaria, y otras que solamente tienen sentido en un espacio nacional. La política económica se limita casi exclusivamente a la política fiscal periférica que tenemos en la Isla, y a la política industrial, aunque cada vez hay menos de ésta última. La gestión económica del gobierno se ve como algo que requiere más las competencias de expertos en procesos y reglamentación, como lo son los abogados, que la de los economistas propiamente. Sin embargo, el gobierno debe entender que se necesita el liderato de economistas en posiciones de autoridad para llevar a cabo iniciativas necesarias para el futuro del país, como, por ejemplo, una verdadera reforma fiscal y un plan sensato de desarrollo económico. Los economistas puertorriqueños tenemos que hacernos sentir para vencer la inclinación del gobierno a traer “expertos” del exterior cada vez que se intenta algún proyecto económico de envergadura.

P.– Huracanes, terremotos y COVID, ¿qué más le espera a una economía que no estaba creciendo? ¿Cuánto tiempo va a tardar la economía en recuperarse?

R.– Me temo que el estancamiento ya es la tendencia estructural de esta economía. No va a ocurrir una recuperación espontánea. La crisis de más de una década (precedida, como se sabe, por décadas de agotamiento) y los “choques” infligidos por la naturaleza sólo van a dar paso a una “paz de los sepulcros”—estabilidad sin crecimiento—a menos que obliguemos al sistema a cambiar de rumbo con estrategias de verdadero desarrollo.

P.– ¿Cree que se han tomado las medidas adecuadas para hacer frente al COVID? ¿Qué se ha hecho mal?

R.– Algo hemos hecho bien, porque no se han abarrotado los hospitales con casos críticos del virus. Pero el manejo de las pruebas, el seguimiento de los contagiados y la información necesaria para evaluar el curso de la pandemia lo hemos hecho bastante mal. Las decisiones de cierre y apertura se han tomado casi a ciegas, porque nadie puede decir con un margen razonable de certeza cómo es que realmente se mueve la curva de contagios. Quizás se le ha hecho más daño a la economía de lo que era realmente necesario, pero es una conjetura que no podemos validar con datos.

P.– Al margen del COVID, ¿cuál es a su juicio el mayor problema económico de Puerto Rico?

R.– Toda una generación de economistas puertorriqueños viene hablando del “agotamiento del modelo” económico desde por lo menos los años ochenta. Desde entonces, ese ha sido el problema económico principal de Puerto Rico, aunque entonces sólo los economistas lo decían y el resto del País no lo reconocía. Ya hemos pasado del agotamiento del modelo al colapso del modelo, y ahora, por fin, estamos dando el primer paso, que es el de reconocer el mal que nos aflige.

P.– ¿Qué sectores económicos tienen mejores perspectivas de futuro?

R.– Curiosamente, estamos ahora mismo en riesgo de que el turismo sufra el equivalente económico de una amputación, debido al daño severo que ha sufrido con la pandemia. Este es un sector que siempre se ha pensado que tiene más potencial que lo que ha realizado hasta el presente. Ahora hay que darle ayuda de emergencia; más adelante hay que pensar en serio cómo convertirlo en una actividad central de nuestra economía. La manufactura tiene que seguir siendo un sector clave, pero se irá transformando en una manufactura más diversificada y menos dependiente de incentivos contributivos. La agricultura y la agroindustria son las eternas actividades subestimadas, y deben elevarse a un espacio estratégico en el Puerto Rico del futuro. Por supuesto, todo esto presupone que se invierta de manera juiciosa y efectiva en la reconstrucción de la infraestructura eléctrica, vial y de todo tipo, para que podamos montar una buena matriz interindustrial sobre la roca y no sobre la arena.

El economista argentino Aldo Ferrer propuso una definición de desarrollo que siempre me ha parecido la más concisa y completa: El desarrollo es la gestión del conocimiento y su incorporación al tejido económico y social.  Esta definición pone el énfasis en el control humano de la cultura material, que pasa por la ciencia, la tecnología, el diseño institucional y la gestión cotidiana de la actividad económica en todos sus aspectos. Tenemos que pensar en la totalidad de la economía, en su unidad y diversidad, y no solamente en proveer incentivos para unos sectores u otros.

P.– ¿Cómo ha pasado los días de confinamiento?

R.– Marx dijo, o dicen que dijo, que en el capitalismo industrial el obrero se había convertido en un apéndice de la máquina. Yo siento que en el capitalismo remoto me he convertido en un apéndice de la laptop. Pero no nos ha faltado nada esencial y en eso hemos sido más afortunados que muchos otros.