Opinión

Por Juan Lara*

Los estimados del Producto Interno Bruto (PIB) y otras variables macroeconómicas centrales de Puerto Rico que publicó recientemente el Negociado de Análisis Económico del Departamento de Comercio de Estados Unidos (“la BEA”, como le conocemos por sus siglas en inglés), arrojan luz sobre el comportamiento del gasto agregado en momentos de fuertes perturbaciones y sobre nuestra condición de economía regional dentro de (o en la periferia de) la economía de Estados Unidos.

Se han publicado estimados hasta el año 2019, lo cual cubre el período de caída y recuperación luego del huracán María. Será de mucho interés ver, en el futuro, los estimados de la BEA para el período de la pandemia del Covid 19, pero eso está todavía por venir.

En el año del huracán (2017), se registra una caída de 4.7% en el PIB real, a pesar de que los efectos del desastre se dieron en el último trimestre del año. Una parte importante de esa contracción se debió a una caída de 9.2% en la inversión privada, pero también hubo bajas, como era de esperarse, en las exportaciones netas y el consumo privado. En el año siguiente, 2018, con la economía ya en modo de rebote luego del huracán, la inversión privada tuvo un incremento de 64%, y la razón de la inversión privada al PIB aumentó por casi siete puntos porcentuales en un solo año.

Los cambios registrados en el PIB real en estos dos años podrían parecer moderados ante la magnitud de los daños causados por el huracán, pero la caída y rebote corresponden a los de una perturbación exógena de marca mayor.

Es de interés especial el comportamiento de los inventarios en este momento de sacudida de la economía local. Según los estimados de la BEA, gran parte de la caída de la inversión en el año del huracán se debió a una fuerte reducción de los inventarios, lo cual es comprensible si recordamos los serios problemas de abasto que se dieron a través de toda la cadena de distribución en los meses siguientes al desastre natural. Por contraste, en el año 2018 se registró un aumento extraordinario en los inventarios, que de seguro se debió al reaprovisionamiento de las industrias a medida que se normalizaba el acceso a los suplidores.

Curiosamente, a pesar del rebote en la demanda agregada luego del huracán, que aumentó 4.7% en términos reales, el PIB real se contrajo nuevamente en el año 2018, por 2.4%. La diferencia se explica principalmente por un salto de 20% en las importaciones, que vinieron a suplir con carácter de emergencia la insuficiencia de la producción local para satisfacer la demanda de consumo y la reconstitución de los inventarios.

Los cambios registrados en el PIB real en estos dos años podrían parecer moderados ante la magnitud de los daños causados por el huracán, pero los fuertes desplazamientos en los componentes del gasto agregado y las importaciones revelan que la caída y rebote corresponden a los de una perturbación exógena de marca mayor.

Además, los estimados de la BEA ayudan a visualizar cómo la condición de economía regional entra en juego en el proceso de ajuste ante una perturbación de gran magnitud. El acceso rápido a mercancías importadas —posibilitado por un financiamiento que no aparece de manera explícita en la contabilidad del PIB y el gasto agregado— provee un mecanismo para “exportar” parte del ajuste, y hace posible una recuperación de la demanda y los inventarios que en otras condiciones tardaría mucho más tiempo.

Para tener una mejor imagen de este proceso sería deseable contar con estimados trimestrales del PIB y el gasto agregado, ya que los “shocks” suelen concentrarse en uno o dos trimestres, y la perspectiva anual opaca la trayectoria de la caída y el rebote posterior, ya que, en efecto, los promedia. Esto se aplica tanto al “shock” del huracán como al de la pandemia; recordemos que el cierre por la pandemia se concentró en el segundo trimestre del año 2020. Desde entonces, los indicadores disponibles muestran un patrón de recuperación sostenida, aunque con ciertas pausas.

Un ejercicio que sería interesante ver, y que recomendamos a los estudiantes y colegas más jóvenes, es comparar los estimados de la BEA con las cifras de la Junta de Planificación. La comparación no puede ser muy directa, porque unos datos son de año fiscal y otros de año calendario, pero las diferencias en tasas de crecimiento y en el nivel estimado del PIB a precios corrientes (el estimado de la BEA es más de 5% más alto que el de la Junta) ameritan un análisis detallado.

  • El autor es profesor de economía en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.