Esta es la tercera de una serie de entrevistas a economistas
Por Luisa García Pelatti
José J. Villamil, es presidente de la Junta de Directores y Principal Oficial Ejecutivo de Estudios Técnicos, Inc. Fue profesor de la Escuela Graduada de Planificación de la Universidad de Puerto Rico y presidió la Sociedad Interamericana de Planificación. Ha sido consultor de organizaciones internacionales, profesor visitante en la Universidad de Harvard, el Instituto de Estudios del Desarrollo de la Universidad de Sussex y varias universidades en América Latina. Le concedieron la prestigiosa beca del “John Simon Guggenheim Foundation” por su trabajo sobre el desarrollo económico de las economías pequeñas y en el 2004 le otorgaron un Doctorado Honoris Causa por la Universidad Metropolitana.
Se resiste a hacer predicciones sobre el futuro de la economía debido al alto grado de incertidumbre que genera el COVID-19 y la política económica y social de Estados Unidos. Opina que la apertura de la economía, tras el confinamiento, se hizo de forma prematura y califica de “irresponsable” la forma en que los empresarios presionaron al Gobierno. Confiesa uno de sus sueños frustrados: crear un centro de estudios sobre las economías isleñas.
Pregunta.– ¿Por qué decidió estudiar economía?
Respuesta.– Me enviaron a estudiar contabilidad a Wharton, la escuela de negocios de la Universidad de Pennsylvania (UPENN). No hice nada más que tomar el primer curso y me di cuenta que no me veía haciendo contabilidad el resto de mi vida. Cambiar a Economía me dio más flexibilidad para tomar cursos de Humanidades, Ciencias Sociales y, por supuesto, Economía. En ese momento UPENN migraba de “institutional” a “quantitative economics”. Fue un momento muy interesante. Al graduarme, UPENN me otorgó una beca para continuar estudios graduados en Economía y fue entonces que pude realmente entender que Economía no es una cuestión de números, es una manera de entender el mundo muy distinta a la de, por ejemplo, contadores, abogados e ingenieros. Tiene una lógica muy especial y provee un lente que para mi es muy adecuado a través de cual ver y entender el mundo. Durante los estudios graduados tuve la suerte de conocer un campo que complementó mis estudios en Economía. Me refiero a Regional Science que, quizás simplificando, es una combinación de Geografía, Economía y Matemáticas. Haber estudiado y compartido con Walter Isard, quien dirigía ese departamento, fue un hito importante en mi desarrollo como economista. Luego tuve la suerte de colaborar con otros economistas como Osvaldo Sunkel y Dudley Seers que también influyeron mucho en mi carrera, particularmente Sunkel, con quien tengo una deuda intelectual muy grande y a quien le tengo inmenso respeto y admiración.
EL CONCEPTO COSTO DE OPORTUNIDAD: “Si los que toman decisiones lo entendieran no se cometerían los errores que tanto nos han caracterizado en las pasadas décadas”
P.– En el gobierno no hay muchos economistas en posiciones de toma de decisiones. La política económica está más en manos de abogados. Explique al gobierno para qué sirve un economista.
R.– El economista es mucho más que una persona que maneja números y debe ser mucho más que alguien cuya función es validar las ideas de políticos y funcionarios. Desafortunadamente, así es que lo perciben tanto los políticos y funcionarios de gobierno como los empresarios. Lo malo es que algunos economistas han contribuido a generalizar esa percepción de la disciplina. Hace años escribí lo siguiente: “El político, por naturaleza, busca el poder y tiene poca simpatía con el economista que le recomienda buscar la racionalidad y el óptimo social”. No es de extrañar entonces que el político busque en el economista el instrumento para justificar decisiones que responden a otros criterios. En Puerto Rico, por décadas, los gobiernos no han tenido capacidad analítica en la disciplina de Economía. El desarrollo económico se entiende como un incremento en algún indicador que responde a estímulos como, por ejemplo, aumentos en fondos federales. En ese esquema el análisis no desempeña papel alguno. En Economía un concepto esencial es el de costo de oportunidad. Si los que toman decisiones lo entendieran no se cometerían los errores que tanto nos han caracterizado en las pasadas décadas. Un ejemplo: ¿Cuántas escuelas u hospitales pudieran haberse construido con los $2,500 millones del tren urbano?
P.– Huracanes, terremotos y COVID, ¿qué más le espera a una economía que no estaba creciendo? ¿Cuánto tiempo va a tardar la economía en recuperarse?
R.– Ningún economista serio contestaría esta pregunta con un alto grado de certeza. Vivimos en un mundo en que la incertidumbre y la volatilidad son la norma. En el caso de Puerto Rico, ni siquiera sabemos cómo y cuándo terminará la pandemia. Además, la incertidumbre que existe en Estados Unidos con respecto a la política económica y social, con un impacto tan grande en nosotros, actúa como un disuasivo para hacer proyecciones puntuales más allá de uno o dos años y, aún así, llamando la atención a los riesgos. Lo que sí queda claro de la experiencia reciente es que el manejo de riesgo tiene que ser parte integral del proceso de toma de decisiones sobre política económica. Lo economistas tenemos que aprender lo que es el análisis y manejo de riesgo, no solo por los eventos naturales, sino porque Puerto Rico es una economía muy abierta y sujeta a cambios en su entorno sobre los cuales no tiene control alguno. En el lenguaje de Teoría de Juegos, Puerto Rico es un “price taker” y la minimización de los riesgos externos debe ser parte esencial de su proceso de toma de decisiones.
APERTURA DE LA ECONOMÍA POR EL COVID-19: “Entiendo el reclamo de los empresarios, pero haberlo hecho como se hizo aquí, presionando al gobierno, fue irresponsable”
P.– ¿Cree que se han tomado las medidas adecuadas para hacer frente al COVID? ¿Qué se ha hecho mal?
R.– El primer acuartelamiento (“lockdown”) fue una decisión sabia y ayudó mucho a controlar la pandemia. De ahí en adelante, entiendo que no se ha manejado adecuadamente. La primera Orden Ejecutiva a principios de mayo flexibilizó el acuartelamiento prematuramente pues no teníamos las condiciones para hacerlo: no había controles en el aeropuerto, no había “tracking” ni capacidad de monitoreo y tampoco teníamos las pruebas. Una vez eso ocurrió y, particularmente, a partir de la segunda Orden Ejecutiva, el problema de contagios y muertes surgió con mayor fuerza. Se podía estipular que flexibilizar el acuartelamiento causaría más muertes y la evidencia es clara que fue así. El análisis necesario requeriría estimar el valor de una vida y contestarnos la pregunta de cuánta actividad económica compensa por una muerte. Es muy desagradable verlo de esta manera, pero es necesario. Más actividad económica causará más muertes como, en efecto, lo ha hecho. Lo otro que quizás podría argumentarse es que la flexibilización era necesaria pues las consecuencias económicas a largo plazo serían muy negativas de no hacerlo. Entiendo el reclamo de los empresarios, pero haberlo hecho como se hizo aquí, presionando al gobierno, fue irresponsable. Debería de haberse comenzado estableciendo las condiciones necesarias para la flexibilización y esos empresarios que tanta presión ejercieron, podían haber contribuido a lograrlo.
P.– Al margen del COVID, ¿cuál es a su juicio el mayor problema económico de Puerto Rico?
R.– Yo siempre cito el libro de Acemoglu y Robinson, “Why Nations Fail”, para contestar esa pregunta. Lo que dicen los autores es que las naciones fracasan cuando sus sistemas políticos fracasan y el nuestro ha fracasado estrepitosamente, no sólo por la incompetencia sino por la corrupción que ha minado la institucionalidad del país. La peor corrupción es cuando los partidos gobiernan para sí y no para beneficio del pueblo que los eligió. Y eso, lamentablemente, es la realidad. Si no fuera así no veríamos el favoritismo, nepotismo, la venta de influencia política como industria y los contratos para beneficio de familiares, correligionarios y amigos, como la norma. No siempre fue así y no habrá desarrollo si no revertimos la situación en la que nos encontramos actualmente sobre este particular. Gunnar Myrdal hace muchos años desarrolló el concepto de “circular and cumulative causation” en que, una vez comienza un espiral negativo, se puede llegar a un punto en que recuperarse es imposible. Nuestro sistema político nos puede llevar a ese punto si lo dejamos seguir actuando como hasta el momento.
P.– ¿Qué sectores económicos tienen mejores perspectivas de futuro?
R.– Es difícil poder predecir cuáles serán los ganadores y perdedores en la nueva economía. Uno sí puede decir que hay actividades en las que tenemos que poner mayor énfasis: agro-industria, Informática, Telecomunicaciones y alguna que otra. Es muy importante cara al futuro tener claro cómo nos movemos a un modelo económico que centre sus prioridades en lograr mayor justicia social, fortalecer la empresa local, localizar en la Isla las cadenas de abasto de las empresas foráneas y, en fin, movernos a lo que he llamado una estrategia de desarrollo de dos rutas: la que depende de la inversión del exterior y la que fortalece las estructuras internas y busca una sociedad más justa. Como economista, un proyecto que me ilusionaba mucho era crear un centro de estudios sobre las economías isleñas. Estuvo muy cerca de lograrse y se hubiese ubicado en la Isla de Granada. El financiamiento estaba asegurado y hasta se había contratado la persona que lo dirigiría, una conocida economista que había trabajo mucho en el Caribe. La invasión de Estados Unidos acabó con la idea. Mi maestro en UPENN, Richard Easterlin escribió: “… economics alone is not enough…. We cannot comprehend the world around us without knowledge of the facts and insights provided by the other social sciences…. It is good to be an economist; it is better to be a social scientist.”, con lo cual estoy muy de acuerdo..
P.– ¿Cómo ha pasado los días de confinamiento?
R.– Trabajando, leyendo, pensando, escribiendo, rebuscando en mis archivos y encontrando cosas que había olvidado.