Opinión

Por José García López*

Lo que las personas esperan o expectativas sobre el comportamiento futuro de las variables económicas como los precios, tiene efectos “positivos” sobre la inflación. El tema de las expectativas y sus efectos sobre las políticas de estabilidad macroeconómica ha sido ampliamente estudiado desde los tiempos de John Maynard Keynes (1936), y fue motivo para que se les otorgaran a los destacados economistas Robert Lucas (1995) y Thomas Sargent y Christopher Sims (2011) un merecido Premio Nobel. En el caso particular de las llamadas expectativas inflacionarias estas se refieren a que existe una apuesta entre los agentes económicos (los consumidores, empresas, inversores y el estado) de que los precios van a seguir subiendo y toman decisiones como comprar bienes o invertir anticipando la subida en los precios. Estudios más recientes señalan que las expectativas inflacionarias duran más mientras la inflación sea una muy alta (Moessner, 2021).

Actualmente, parece ser que el “bottom line” que tiene el Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) para poder controlar la inflación existente por medio de su política monetaria de alzas periódicas en las tasas de interés; es atendiendo las expectativas inflacionarias. Así lo acaba de sostener Jerome H. Powell, presidente del FED. Según Powell la inflación registrada de 8.6% en el mes de mayo resulta ser la más alta en 40 años y estará con nosotros probablemente por más de un año; lo que es necesario continuar con su política monetaria restrictiva. Con esta política económica se debe buscar primero restringir las expectativas inflacionarias para ser efectiva y controlar la tendencia alcista en los precios o inflación.

Además, advierte Powell que el alza en las tasas de interés (Fed Funds) va a traer una reducción en la economía o por lo menos un aterrizaje suave (softlanding). Otros economistas entienden que podríamos tener una “estanflación” (stagflation) que significa una recesión con inflación y desempleo; como ocurrió a mediados de los años setenta. Este último escenario resulta ser “lo peor de dos mundos” como situación macroeconómica. El problema es que no sabemos si esta “receta monetaria” del FED será efectiva porque en el pasado (1982-83) su efectividad fue relativa ya que se logró controlar la inflación, pero nos costó una profunda recesión en Estados Unidos que repercutió en Puerto Rico.

Aún si apostamos a que la “receta monetaria” de Mr. Powell sea una asertiva, la incertidumbre de la invasión rusa de Ucrania es cada día más incierta. Ya hemos visto las repercusiones negativas que ha tenido este conflicto sobre la oferta y los precios de materias primas, alimentos y el petróleo; las cuales parece que continuarán persistiendo por un largo rato. ¡Mientras continúe este conflicto bélico que es de alto riesgo para la estabilidad global, se estará echándole más leña al fuego- es decir a la inflación!

Por tanto, los agentes económicos continuarán incorporando este fenómeno al ajuste de sus expectativas racionales sobre la inflación. Solo nos queda a nosotros mantenernos de día a día siendo frugal, eficiente en los gastos de consumo y buscar nuevas fuentes de ingresos para afrontar la inflación; ya que ésta continuará siendo la polilla que se come a la madera, pero esta vez nos seguirá comiendo el poder adquisitivo del ingreso y afectando nuestra calidad de vida.

  • El autor es economista consultor y profesor adjunto en el Departamento de Economía de la Universidad de Puerto Rico.