Entre los principales atractivos de Luquillo están sus playas, como Punta Bandera. (Foto: José M. Encarnación Martínez | Centro de Periodismo Investigativo)

Un tsunami de compraventas de inmuebles arropa a los residentes de Luquillo, que nadan entre seductoras ofertas económicas y el apego a sus propiedades.

Por José M. Encarnación Martínez | Centro de Periodismo Investigativo

LUQUILLO – En la calle Fernández García, en el casco urbano de Luquillo, Gloria Escobar Skerett, de 87 años, se niega a vender su casa de esquina donde nació y creció su madre, se crió y vive ella, y donde, también, se criaron sus hijas. Su abuela llegó a Luquillo en el siglo 19 y desde entonces este espacio “es de la familia y para la familia”.

Una de sus hijas, Gloria Ramírez Escobar, la acompañaba en la residencia cuando el Centro de Periodismo Investigativo la entrevistó. Dijo que tras el paso del huracán María, las ofertas para comprar esta esquina son como un aguacero. “Llueven y no escampan”, sostuvo. 

“Han venido muchas personas, pero mami los espanta rápido”, aseguró mirando a su madre, quien se reía, pero no hablaba durante la entrevista. “Les dice: ‘no se vende’. No le ponen el tema del dinero, porque mami dice que no está a la venta. No les da oportunidad”. 

Y es que esta esquina, como la mayoría de los terrenos en el casco urbano de Luquillo, fue dada en usufructo por el municipio hace décadas. Tomasa Skerett, la abuela de doña Gloria Escobar, fue la primera que echó raíces aquí gracias a ese arreglo. No obstante, como los  usufructos no se heredan, el municipio seguía siendo dueño de esta tierra. Un usufructo es el derecho a usar y disfrutar de manera temporal de una propiedad de la que sus habitantes no tienen la titularidad. 

Gloria Ramírez Escobar acompaña a su madre Gloria Escobar Skerett, de 87 años, quien se niega a vender su casa en Luquillo. Es la única familia luquillense que se mantiene en esta línea de la calle Fernández García, en el casco del pueblo. (Foto: José M. Encarnación Martínez | Centro de Periodismo Investigativo)

Luego del paso del huracán Hugo, a finales de los ochenta, doña Gloria Escobar decidió comprar y asegurar el espacio. Hoy ésta es la única familia luquillense que se mantiene en esta línea de la calle Fernández García, donde predominan las propiedades transformadas en lugares de alquiler a corto plazo que se ofrecen a través de plataformas como Airbnb y similares. 

Propiedades de alquiler a corto plazo en Luquillo, según AirDNA

El portal AirDNA, por ejemplo, identifica 729 propiedades de alquiler a corto plazo en este municipio hasta agosto de 2022, de las que el 94% son propiedades enteras.  Para esa fecha, la tarifa diaria promedio de los alquileres a corto plazo en Luquillo era $144 la noche. AirDNA mide la oferta en términos de alquileres activos. Es decir, cualquier propiedad que haya tenido al menos un día reservado o disponible en el período del informe. 

Si se compara el total de propiedades de alquiler a corto plazo disponibles pre-pandemia (agosto 2019) con el total de agosto 2022, en Luquillo se ve un crecimiento de 69%. De acuerdo con el informe de AirDNA, en agosto 2022 se reservaron 10,790 noches en alquileres a corto plazo en Luquillo, lo que representó un crecimiento de 130%, en comparación con el 2019 cuando se reservaron 4,695 noches.

“El pueblo se está transformando”, advirtió Ramírez Escobar. “Y si mami dijera ‘vendo aquí’, dependiendo a quién se le venda, la transformación va a ser total y absoluta”, agregó esta luquillense quien subrayó la proliferación de actividades que afectan la calidad de vida de los residentes que quedan. 

“Luquillo es un pueblo donde a las tres de la mañana circulan carros para la playa, para aquí y para allá. Y hay gente que se va a la esquina a poner radios a todo lo que da.  Muchas veces he llamado a la policía, ‘miren, el voceteo es horrible, policía, por favor, vengan a bregar con esas personas’, les digo. ‘Acá hay una persona de 87 años que necesita descansar’. Es horrible”, lamentó.

Entre los principales atractivos de Luquillo están sus playas, como Punta Bandera. (Foto: Jomar Parrilla Cruz | Centro de Periodismo Investigativo)

El Centro para una Nueva Economía estimó que entre 3% y 7% de las viviendas en Luquillo son ahora de alquiler a corto plazo, uno de los municipios con la proporción más alta. Aunque a simple vista el porcentaje parece bajo, la gran mayoría de estas propiedades están concentradas en la zona urbana (barrio Pueblo) y a pasos de la playa, en el litoral costero, particularmente en el correspondiente al barrio Mata de Plátano. 

De los seis barrios que hay en Luquillo, el barrio Pueblo, donde vive doña Gloria, es el que registra el cambio de población más dramático a partir del 2010, con un descenso de 37% hasta el 2018, según el estimado del censo. Para ese año, luego del paso del huracán María, se estimó que solo 643 personas vivían en el barrio Pueblo, siendo la suma más baja entre los seis barrios del municipio. De ese número, el 41% eran personas mayores de 65 años. Asimismo, en el 2018 la población de Luquillo se redujo en un 87%, mientras que la población de personas de edad avanzada aumentó en un 24%. Se estimó, además, que en el barrio Pueblo había 739 unidades de vivienda, el 60% desocupadas. 

De acuerdo con Glorita, como la conocen en el pueblo, el boom de la compra-venta de propiedades en la costa de Luquillo se produjo luego de María. Al menos en su calle, todo se inició cuando un estadounidense compró una de las casas que había quedado vacía tras la muerte de su dueño. El hijo del fenecido se la vendió. 

“Ese gringo le ofreció comprarle a mami la esquina, pero mami dijo que no se vendía, porque esto era una esquina que pertenecía a su familia, como te dije. Esto es de generación en generación. Mami ya está mayor, pero todavía dice firmemente que esto no se puede vender, que esto se tiene que quedar aquí, porque esto es centenario. La oferta para comprar fue la carta de presentación del gringo”. 

Pero para la mayor de las hijas de Escobar, quien fue maestra en Luquillo por más de tres décadas, el problema no es una lucha contra extranjeros, sino contra quienes reducen todo al poder económico, explicó con un tono de frustración. Luquillo es un pueblo históricamente pobre donde el 20% de las familias vive con menos de $10,000 anuales. En el marco de los beneficios contributivos como la Ley 22 (hoy Ley 60) para atraer extranjeros y el nuevo Código de Incentivos, este municipio — que de 2010 al 2020 perdió el 11% de su población — se convirtió en terreno fértil para inversionistas, quienes ofrecen sumas de dinero, a veces en efectivo, que contrastan con la realidad económica a nivel local. 

“Judíos, chinos, japoneses, tienen chavos, llegan compran, se enamoran de Luquillo, y compran. Que sí, que hay americanos que están comprando, sí, sí, sí. Pero es más complejo, es mucho más complejo”, insistió. “Y nosotros dentro de todo eso de la situación de compra y venta en Luquillo estamos estancados en el sentido de que no queremos vender”.

Tampoco a esta familia le interesa desarrollar comercialmente la propiedad.

“Que construir un hotel sería tremendo en esa esquina, nos sugiere la misma gente de aquí (de Luquillo). O sea, nuestra misma gente nos quiere sacar del área residencial, porque me lo han dicho así. Mira, un hotel ahí vendría a las mil maravillas”, comentó.

”Nosotros estamos en la postura de honrar la palabra de mami, de que esto se tiene que quedar residencial, porque ya esto es una cuestión que, como ella dice, tiene que pasar de generación en generación”. 

La familia antes que el dinero

Si bien la compraventa de propiedades en Luquillo se ha disparado en los últimos meses, el tsunami de ofertas económicas que arropa a los residentes locales los tiene nadando en la tentación de aceptar sumas de dinero muy seductoras y hasta con cheques en blanco. 

Con ese tipo de ofertas económicas abiertas se han presentado inversionistas extranjeros en la ferretería de don Luis Benabe, en el casco urbano de Luquillo. Le han expresado su interés en comprar la vieja propiedad que levantó su padre en la década de 1960. Benabe, que ronda los 80 años, señaló que un día le dijeron que solo tenía que escribir en un cheque la suma de dinero que él entendiera  “justa”. Con esa transacción esta esquina maltratada por el salitre de la playa La Pared se convertiría  en una nueva alternativa para alquileres a corto plazo, como ya sucedió con muchas de las propiedades a su alrededor. 

Don Luis Benabe ha recibido ofertas que rondan el medio millón de dólares para comprarle su ferretería en Luquillo.
Foto por José M. Encarnación Martínez | Centro de Periodismo Investigativo

“Yo estaba aquí sentado, como estoy ahora mismo”, relató don Luis, quien se puso de pie para dramatizar la escena de su último intercambio con un inversionista extranjero. “Llegó un americano y me preguntó si esta propiedad era mía. Le dije que sí. Me preguntó si yo la vendía. Le dije que no. Entonces, me pidió que pusiera [en un cheque] el número que yo entendía que valía esta propiedad. Me dio su dirección y yo la boté”. 

El ferretero explicó que como ese ejemplo hay muchos. Las ofertas le llegan a cualquier hora y él aseguró que no pone una cifra en los cheques en blanco porque rehusarse a vender es un asunto arraigado a sus valores y que su interés es conservar esta propiedad para beneficio de su familia. Piensa en el futuro y en la idea de que la vida ya es una carrera contrarreloj. Se niega a vender ahora “para que mis hijos hereden y puedan levantar su nivel económico y puedan ayudar a sus hijos, a sus nietos y ese tipo de cosas”. Reconoció que son ofertas tentadoras porque duplican el valor de la propiedad. 

Inversionistas extranjeros tienen interés en comprar la ferretería de don Luis Benabe, en el casco urbano. (Foto: José M. Encarnación Martínez | Centro de Periodismo Investigativo)

Benabe se refiere a que inflan los precios en el contexto de un poder adquisitivo superior. Aquí, por ejemplo, las ofertas que recibió don Luis rondan el medio millón de dólares. Él sabe que ninguna casa o propiedad en esta zona está cerca de ese número. Creció aquí y vio cuando se construyeron las casas que hoy aparecen en venta en los clasificados por encima del millón de dólares, incluyendo las que hace poco más de un año estaban abandonadas. Hasta el 2020 en Luquillo se contabilizaron sobre 10,300 unidades de vivienda, de las cuales 6,114 se construyeron entre 1960 y 1989. Según los datos del censo, hasta ese mismo año 6,660 unidades de vivienda estaban ocupadas. Luquillo tiene una población que no alcanza los 18 mil habitantes. 

“Así no puede ser”, insistió en esa frase el veterano comerciante mientras caminaba hacia la puerta de la ferretería. A paso lento señala con su dedo índice algunas propiedades que pasaron a manos extranjeras y que ahora se ofrecen en alquiler a corto plazo. Menciona uno por uno a los que allí vivían antes de que las propiedades pasaran a otras manos. Habló del impacto de la ola de inversiones de los últimos meses y, sobre todo, del desplazamiento de los locales, un fenómeno silencioso, pero que se siente con solo echar una caminata de extremo a extremo en la plaza pública que lleva el nombre de Rosendo Matienzo Cintrón. 

“El problema es que hay un pueblo que necesita vivienda y hay personas que necesitan un alquiler, pero un alquiler regular, no un alquiler a corto plazo. Porque el problema es que [el alquiler a corto plazo] es muy alto”, analizó este veterano comerciante, quien personalmente intentó rentar una casa en el casco urbano de Luquillo y no la consiguió.  

“Yo, que estoy en un proceso en mi vida y necesito una casa que alquilar en el pueblo de Luquillo, no la consigo. Las casas están orientadas hacia el alquiler a corto plazo. O sea, que esto es un efecto que va orientado solamente hacia unas personas para que hagan dinero. Un alquiler de sobre 200 dólares por día. ¿Quién lo puede pagar? Solamente una persona privilegiada económicamente que viene y mete cuatro personas y pagan 50 pesos cada uno y están una semana bebiendo romo y disfrutando. Y hay personas en el pueblo que se benefician, que ese es su negocio. Y está bien, eso está permitido, pero tiene que haber equidad”, sostuvo.

Al igual que Gloria Ramírez Escobar, don Luis Benabe entiende que el pueblo se transformó. Desde su perspectiva, el fenómeno del desplazamiento de locales ya provoca la necesidad de repensar el casco urbano y, principalmente, los planes de seguridad para la zona. Lo dice “porque no hay control”. 

“¿A qué vienen la mayoría de esos individuos aquí? Vienen a beber romo. Están una semana y lo que hay es vacilón por ahí pa’ abajo. Con esto [la ferretería] se ha mantenido mi familia, los muchachos estudiaron, se quedaron en el país y aportaron a la cultura y al pueblo. Estos extranjeros no. A lo que vienen es a tumbar cabeza, a llevarse lo que hay para afuera. ¿Qué van a hacer con el que compra una [propiedad] y después otra y otra y otra? Yo no sé. Lo que sé es que cuando vienes a ver copan todo el pueblo. ¿Y cómo eso afecta? Llegan estas personas y se benefician de unos precios bajos, compran, arreglan, venden… Y eso lo permite la ley. No es ilegal. Pero le toca al Estado poner orden. ¿Que si hay beneficio económico para el pueblo? Sí, pero se puede tener beneficio económico en buena forma, sin desplazamientos”, expresó.