Opinión
Por Alfredo González Martínez*
Sin lugar a dudas, la aplicación a Puerto Rico de la sección 936 del Código de Rentas Internas de Estados Unidos trajo muchos beneficios a su economía. También tuvo efectos negativos que aun reverberan, se extienden y recrudecen los males económicos insulares. El sistema 936, un complejo de actividades manufactureras, comerciales, financieras y gubernamentales, fue el origen de un síndrome denominado “financialización”. Su manifestación inicial ocurrió en las empresas manufactureras al acumular ganancias multimillonarias exentas que era necesario colocar en inversiones reales (edificaciones, maquinaria y equipo) o en inversiones financieras (bonos u otros activos financieros). Gradualmente la alta gerencia corporativa se inclinó marginalmente por las inversiones financieras decisión justificada por los esquemas combinados de las ventajas contributivas y el rendimiento eficiente del capital real en las plantas ubicadas en Puerto Rico vis- a-vis las establecidas en otras partes del mundo. Observamos como paulatinamente se iban acumulando ganancias propiedad de las fábricas 936, pero las inversiones en ampliar edificaciones, maquinaria y equipo eran proporcionalmente menores. Igualmente, la proporción de la producción fabril interna y el ingreso neto doméstico destinado a compensar a los trabajadores originado en la manufactura fue disminuyendo aceleradamente de su nivel de aproximadamente 64 por ciento en 1970 a hasta colocarse en 8 por ciento en la actualidad.
El síndrome “financialista” se ha ido propagando a otros sectores productivos como son el comercio, los servicios como hoteles, cooperativas de ahorro y crédito, el gobierno central y algunos municipios. Los síntomas se manifiestas en las acusaciones recientes por delitos de manejos financieros turbios como los alegados en contra de la exgobernadora Wanda Vázquez y Julio Herrera; en la alcaldía mayagüezana; los directivos de una cooperativa de ahorro y crédito; y contra Microsoft, entre otros tantos.
La financialización es una situación anormal en una economía en la cual un número significativo de las empresas reducen su actividad productiva real (producir mercancías y rendir servicios) para en su lugar dedicarse al manejo de operaciones financieras de sus activos. En esas empresas financializadas se emplean una proporción creciente digamos de ingenieros en funciones financieras internacionales y los ingresos generados gradualmente se destinan, en mayor proporción, a compensar dichas funciones financieras.
Entre algunos de los efectos malsanos del síndrome financialista se manifiestan:
- Unos ritmos más lentos de crecimiento y desarrollo económico en PR.
- Empeoramiento de la distribución de ingresos y de las riquezas
- La economía se vuelve más vulnerable a las recesiones y depresiones
- Un aumento en la inestabilidad financiera del País al exponerse a crisis financieras externas.
- Se menoscaba la actividad empresarial impulsadora del crecimiento y el desarrollo económico de PR.
- Aumenta la evasión contributiva de las empresas externas y eventualmente de las domésticas fomentando la creación de refugios contributivos en PR.
- La pérdida de ingresos contributivos por el gobierno de PR induce déficit presupuestarios y mayor endeudamiento en sector gubernamental.
- Se manifiesta una mayor tendencia oligopolista en la economía.
- Se propicia el surgimiento y expansión de actividades de la banca fantasma. Éstas son entidades que aceptan depósitos y extienden crédito sin estar autorizadas.
La proliferación del síndrome financialista en Puerto Rico es un creciente e importante factor retardatorio del desarrollo económico insular.
- El autor es catedrático jubilado y fundador del Departamento de Economía de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez