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La propuesta republicana de un impuesto de ajuste fronterizo fue un tema polémico cuando el presidente Donald Trump se reunió con los principales ejecutivos de ocho grandes firmas minoristas hace un par de semanas. Los minoristas temen que el impuesto aumente de forma significativa el coste de sus importaciones, lo que podría dañar la cartera de los consumidores, deprimir la demanda y amenazar los empleos de la industria.
Michael Knoll, profesor y codirector del Centro de Derecho y Políticas Tributarias de Penn Law, y la profesora de Gestión de Wharton, Ann Harrison, explicaron las implicaciones potenciales del impuesto de ajuste en la frontera durante el programa de radio de Wharton en el canal 111 de SiriusXM. Knoll dijo que la propuesta podría conseguir una amplia aceptación si fuera diseñada de forma similar al impuesto sobre el valor añadido de Europa. Pero Harrison advirtió que un impuesto proteccionista podría desencadenar acciones de represalia por parte de otros países.
A continuación, los puntos clave de su discusión:
Las ondas expansivas dentro y fuera de Estados Unidos
Knoll explicó que la propuesta republicana de un impuesto de ajuste fronterizo eximiría a los beneficios de los exportadores de impuestos y eliminaría las deducciones fiscales existentes a lo que los importadores compran en países extranjeros. Esto significará “un cambio dramático de la noche a la mañana” y es “probable que tenga efectos significativos en toda la economía”, dijo.
Los efectos en las importaciones y las exportaciones no necesariamente se anularán a nivel empresarial porque muchas empresas tienen una exposición abrumadora en un solo lado de la ecuación, dijo Knoll. Por ejemplo, los minoristas como Walmart, que esperan que sus costes después de impuestos aumenten sustancialmente, están molestos, mientras que los grandes exportadores, incluyendo empresas de tecnología y grandes empresas industriales como General Electric, podrían tener impuestos nulos o incluso negativos. De hecho, los directores ejecutivos de 16 compañías, entre ellos GE, Oracle y Pfizer, enviaron una carta a los líderes del Congreso esta semana en apoyo del plan fiscal del Partido Republicano.
El efecto del dólar
Knoll dijo que el impuesto fronterizo significaría un impuesto al valor añadido “terriblemente alto” del 20% de la noche a la mañana. Se espera que los minoristas repercutan esos mayores costes en los consumidores, pero esos mayores costes se podrían mitigar si el dólar se fortaleciese, explicó. Eso ocurriría porque la demanda americana de productos importados más caros caería y se reduciría el flujo de dólares a los exportadores de países extranjeros. La demanda del dólar aumentaría en tal escenario, elevando su valor, lo que significa que los importadores obtendrían más suministros por cada dólar que gastan.
“Si el dólar sube, se eliminará una gran cantidad de los beneficios deseados [por la propuesta fiscal]”, dijo Knoll. “Pero también producirá otros efectos a gran escala”. Por ejemplo, las entidades estadounidenses con activos en el extranjero encontrarán que sus activos se devaluarán, mientras que las entidades no estadounidenses que posean activos denominados en dólares verán aumentar el valor de sus activos. Un dólar más fuerte también aumentaría el tamaño de los pasivos denominados en dólares de muchos países. Sin embargo, añadió que no existe evidencia empírica sobre si el impuesto de ajuste fronterizo y el ajuste de la moneda que podría provocar se anularían entre sí.
Herramienta para financiar recortes de impuestos corporativos
Las intenciones detrás de la medida fiscal eran legítimas, según Knoll. Un importante impulso para el impuesto fronterizo es “hacer frente al sistema fiscal corporativo actual, que es un desastre total por la manera en que anima a las empresas a huir de Estados Unidos, los alienta a trasladar los ingresos fuera y también desalienta la producción local”, dijo. “El diseño de este impuesto estaba destinado a responder a algunos de esos problemas y eliminar algunas de esas preocupaciones esencialmente gravando el consumo donde se produce”.
El impuesto de ajuste fronterizo ayudaría a financiar los recortes de impuestos corporativos que la administración Trump quiere implementar como parte de sus reformas tributarias globales. Si la tasa del impuesto de sociedades cae desde el nivel actual del 35% al 20%, causaría un agujero de $1.2 billones en los ingresos fiscales del Gobierno durante 10 años, según un análisis de Tax Foundation. “Es un gran golpe para los ingresos del Gobierno, y necesitan encontrar una manera de financiarlo”, dijo Harrison. “Imponer impuestos a las importaciones del 20% compensaría definitivamente el déficit”.
El impuesto de ajuste fronterizo podría recolectar hasta $ 1 billón en nuevos ingresos, cómodamente financiando la brecha de los ingresos, dijo Knoll. Sus defensores consideran que la propuesta fiscal es atractiva porque “genera mucho dinero ya que nuestras exportaciones son mucho más pequeñas que nuestras importaciones”, añadió.
Knoll sospecha que la decisión del Gobierno de Trump para cambiar la forma en que calcula el déficit comercial es una estratagema para hacer que ese déficit aumente, y por lo tanto suscitar apoyo popular para imponer mayores impuestos sobre los bienes importados. El nuevo cálculo del déficit comercial excluiría las reexportaciones o las mercancías importadas y exportadas nuevamente después de la agregación de valor en Estados Unidos.
Posibles represalias
Harrison señaló que hay una diferencia entre lo que Trump propuso durante la campaña y el impuesto fronterizo que ahora se está considerando. Si bien Trump había propuesto medidas selectivas para lidiar con lo que él consideraba una competencia desleal de México o China, el impuesto fronterizo que se está considerando actualmente se aplicaría a todos los países y todos los bienes. “Así que es una propuesta mucho más dramática y masiva”, dijo.
Como consecuencia de ello, tanto Knoll como Harrison esperaban represalias de otros países si el impuesto de ajuste fronterizo entra en vigor, en forma de mayores impuestos a las importaciones procedentes de los Estados Unidos”. Muchos países de todo el mundo podrían enfadarse mucho, y entonces podrían intentar devolvernos el golpe”, dijo Harrison. “Así que la situación podría agravarse, y eso es una gran preocupación sobre la forma en que se ha diseñado el impuesto sobre el ajuste fronterizo”.
El impuesto fronterizo también “violaría las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que tratan de impedir que los países se involucren en políticas de empobrecimiento del vecino, proteccionistas y mercantilistas”, dijo Knoll. La cuestión probablemente se presentará ante un panel de la OMC para su resolución. “No veo cómo Estados Unidos pueda ganar ese [caso]”, señaló. Otros países tomarán represalias, aunque “no tiene sentido que lo hagan”, agregó Knoll. “Se aísla a EEUU”.
De vuelta al país, el plan de impuestos también podría “tener que enfrentarse a una gran batalla cuesta arriba”, dijo Harrison. “Es improbable que se apruebe porque es un cambio demasiado radical de nuestro actual código tributario”. A algunos grupos les gusta esta idea, como la base de votantes del presidente, señaló Harrison, pero podrían sentirse de forma diferente si se hiciera realidad. “Si tuvieras que pagar un 20% más por la energía importada, entonces todos aquellos votantes rurales que dependen de gas más barato son los que sentirán el efecto”, añadió.
Una alternativa de estilo europeo
“La idea original, que procede del concepto de un impuesto sobre el valor agregado, es buena”, dijo Harrison. “En teoría, si se hace correctamente, debe ser neutral [en sus efectos] y no favorece a uno u otro grupo”. Pero la versión presentada en el Congreso es proteccionista, añadió. Una alternativa para Estados Unidos sería pasar a un impuesto de valor añadido al estilo europeo, dijo Harrison. “La versión estadounidense sí discrimina a las importaciones de una manera que el impuesto sobre el valor añadido francés no hace”, agregó.
Estados Unidos también podría tratar de impulsar los ingresos tributarios en otros lugares, como centrarse en conseguir que las compañías estadounidenses traigan de regreso los beneficios que retienen en el extranjero en regímenes más favorables a los impuestos, dijo Knoll. También pidió reformas fiscales “integrales” en lugar de acciones fragmentarias.