Cuestionado el Arzobispado de San Juan por su alegada incapacidad para proteger el patrimonio cultural puertorriqueño

Por Eliván Martínez Mercado | Centro de Periodismo Investigativo

Las pinturas padecen un purgatorio. La colección del Arzobispado de San Juan, que atesora obras excepcionales de artistas como José Campeche, espera por que alguien tenga la misericordia de llevarla al paraíso de un museo o a un templo donde esté protegida y se exhiba de forma permanente.

Hay 23 Campeche en la colección, que en general gozan de buen estado y se exhiben en el Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR), en San Juan. A partir del 5 de mayo de 2024, cuando termine la exposición José Campeche lo pintó, se almacenarán en el depósito del museo junto al resto de los cuadros arzobispales, informó el MAPR.

La colección arzobispal se compone de 61 piezas, e incluye obras de otros pintores además de Campeche. Un cuadro del español Juan Cletos Noa y otro, cuya autoría se desconoce, pero que se presume de algún discípulo o de alguna de sus hijas, Amalia, Magdalena o Asunción, se hallan en estado crítico y están en riesgo de perderse.

Esta situación, junto con la falta de un lugar permanente para exhibir los cuadros, levanta cuestionamientos de hasta qué punto la Iglesia Católica carece del dinero y la capacidad técnica para proteger y hacer disponible el arte religioso que también se considera patrimonio cultural puertorriqueño.

En 2016, el Arzobispado inició un proceso de inventario de emergencia, y tasó las obras. La colección puede valorarse en casi $6 millones, según documentos a los que tuvo acceso el CPI.

Durante la inauguración de la muestra de Campeche en el MAPR, el 9 de septiembre de 2023, ocurrió algo extraño. El Arzobispo de San Juan, Roberto González Nieves, dijo allí que le gustaría que el MAPR recibiera en donativo las pinturas del maestro, según le confirmó al Centro de Periodismo Investigativo (CPI) en declaraciones escritas. ¡Pocos tienen un Campeche! ¿Por qué querría donarlos el jerarca de la Iglesia Católica en Puerto Rico? ¿Para qué?

Uno de los cuadros retrata las naves inglesas que bombardearon San Juan durante el ataque inglés de 1797. El suceso unió a los criollos que afirmaron la existencia de una sociedad puertorriqueña durante el colonialismo español. El cuadro es uno de los pocos testimonios visuales de cómo lucía el ecosistema costero en la época en lo que hoy es la capital de Puerto Rico.

Sitio de la ciudad de San Juan por los ingleses en 1797, óleo sobre lienzo, 1797, de José Campeche. Cortesía de Jochi Melero

En otra pintura, Campeche insufla vida a la peripecia del niño Ramón Power y Giralt, quien saltó desde una fragata que naufragaba, y unos marineros remaron y extendieron los brazos para salvarlo del embravecido mar Cantábrico. Power y Giralt se convertiría en la adultez en el representante de Puerto Rico en las Cortes de Cádiz.

Obras como estas del pintor Campeche (1751-1809), hijo de esclavo liberto e inmigrante canaria, músico y combatiente contra los ingleses, gozan de un valor incalculable para la historia y la identidad nacional de los puertorriqueños. Sus retratos, influenciados por el estilo rococó, hacían referencia al paisaje y a la sociedad del Siglo 18. Su figura se celebra hoy como el primer maestro pintor reconocido de la Isla, a quien incluso se le dedica anualmente La Campechada, un festival bajo el auspicio del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP).

Gran parte de sus pinturas fueron creadas por una razón religiosa. El cuadro sobre el salvamento de Ramón Power y Giralt, por ejemplo, es una promesa u ofrenda de miembros de su familia, que creía que la Virgen de Belén había intercedido para socorrerlo, explicó el fenecido historiador del arte Arturo Dávila en el Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Historia de julio de 1998.

Salvamento de D. Ramón Power y Giralt, óleo sobre lienzo, ca. 1788, de José Campeche. Cortesía de Jochi Melero

Por eso sonaron las sirenas entre la comunidad cultural y entre los fieles después de las declaraciones del monseñor. ¿Los iba a donar al MAPR o ponerlos en venta? ¿Está el Arzobispado deshaciéndose de patrimonio cultural de forma irreversible, como cuando vendió dos edificios históricos del Viejo San Juan?

El Arzobispado de San Juan, en sus declaraciones al CPI, indicó que necesita autorización de organismos de la Arquidiócesis y de la Santa Sede de Roma para transferir las obras al MAPR: “Una vez se realice lo anterior, entonces él [monseñor Roberto González Nieves] puede considerar cualquier donación de obras de arte de forma condicionada, dado el valor incalculable de dichas obras”.

El monseñor se ha destacado, durante su gobierno en la Iglesia desde 1999 hasta hoy, por defender los conceptos de nación e identidad puertorriqueñas.

La doctora María Cristina Gaztambide, directora ejecutiva del MAPR, y el Arzobispo de San Juan, Roberto González Nieves, durante la apertura de la exhibición “José Campeche lo pintó”. Foto tomada del Facebook del MAPR

“En caso de contemplarse la referida donación, la misma estaría sujeta a unas condiciones para que se mantengan las obras de arte como patrimonio para el disfrute de todo el pueblo puertorriqueño. Al momento no hay una decisión final sobre la posible donación de obras de arte, por lo que no se ha realizado consulta alguna con los organismos antes mencionados”. Luego añadió: “Debido a lo anterior, se entiende que no es prudente expresarse ni abundar al respecto”.

La amenaza del sucio, los hongos y la polilla

La necesidad de que rinda cuentas sobre el futuro del patrimonio de las obras de arte religioso se hace evidente en la División de Conservación del MAPR, que es también un hospital del arte. En cuidado intensivo está el cuadro La Virgen, el Niño y San Juan Bautista, pintado alrededor de 1860 por alguien del círculo de Cletos Noa. Procedente de la Catedral de San Juan, la obra fue trasladada al Palacio Arzobispal en el Viejo San Juan en los años 60. Cuando el MAPR fue a buscarla en 2018 para iniciar las labores de conservación, la encontró con rastros de suciedad y polvo. Le faltaba una porción fundamental: parte de la imagen central de María y Jesús.

 

“La polilla se comió todo el lienzo por la parte de atrás”, explicó Sol Rivera Delgado, jefa de la División de Conservación del MAPR. “Estaba como en un almacén, un depósito en mal estado, y al perder el soporte de la parte de atrás que se comió la polilla, pues quedó suelta la superficie de la capa pictórica de la pintura original y, con la resequedad y los movimientos inadecuados, pues hubo pérdida de la capa pictórica de la obra”. Más adelante, a la derecha, cuelga de una pared la imagen de La Sagrada Familia y los pastorcillos, pintada por Juan Cletos Noa alrededor de 1850. Alguien la había montado sobre un marco de cuartones de madera que, con los cambios de temperatura y humedad, se expandieron, y el lienzo comenzó a desgarrarse.

La Sagrada Familia y los Pastorcillos, óleo sobre lienzo, ca. 1850, de Juan Cletos Noa. Cortesía de Puerto Rico Historic Building Drawings Society

El MAPR custodia la colección arzobispal de forma temporal. Después de los huracanes Irma y María de 2017, el museo se convirtió en refugió de colecciones de entidades que carecían de instalaciones con los parámetros de luz, temperatura y humedad necesarios para proteger las obras. Cuando alojó la colección arzobispal, también fumigó las piezas afectadas por las polillas. Pero, con excepción de una iniciativa para restaurar las obras de Campeche expuestas, el museo no ha comenzado a rehabilitar los cuadros. La limitación de fondos le impide invertir dinero en pinturas que no le pertenecen, aseguró la doctora María Cristina Gaztambide, directora ejecutiva del MAPR, una entidad sin fines de lucro que depende de donaciones privadas y de fondos gubernamentales locales y federales. Sus gastos operacionales anuales exceden los $6 millones. El museo ha solicitado subvenciones a fundaciones estadounidenses para restaurar y estudiar las piezas de la colección del Arzobispado. “Una de las cosas que nos interesa conocer más es que, dentro de ese círculo de Cletos Noa, estaban las tres hijas del pintor, y son una primera instancia de obras hechas por mujeres artistas aquí en Puerto Rico. Queremos investigar mucho más, y parte de lo que vamos a aprender se puede aprender mediante los tratamientos de conservación”, añadió Gaztambide.

El derecho canónico, al igual que el civil, permite al Arzobispado de San Juan vender o donar sus bienes como cualquier entidad pública o privada, lo que en ciertos casos requiere permiso de la Santa Sede, explicó el puertorriqueño Víctor Muñiz-Fraticelli, profesor de derecho y ciencias políticas en la Universidad de McGill, en Montreal, Canadá.

Pero se crea un problema cuando lo que se quiere vender tiene valor como patrimonio cultural. “Le conviene al Estado preservarlo. No puedes imponerle a la Iglesia pagar algo que no puede conservar. Uno puede decir que la Iglesia tiene un deber moral de conservar esas obras. La pregunta inmediata es, ¿y el deber del Estado?”.

En 2019, un incendio destruyó la emblemática aguja sobre el crucero y parte del techo de la Catedral de Notre Dame de París, una obra maestra del gótico francés y una de las principales atracciones turísticas de la ciudad. A pesar de que había sido construida para el culto católico y fue dedicada a la Vírgen María, la legislatura de Francia aprobó la Ley del 29 de julio de 2019, para restaurar y conservar el monumento, por su valor histórico, artístico y arquitectónico, y estableció un programa nacional de donativos a cambio de incentivos contributivos.

Muñiz-Fraticelli explicó que el Gobierno puede asignar dinero, con ciertas restricciones constitucionales, para que la Iglesia se encargue del trabajo, comprar las propiedades directamente o pagar a otra entidad gubernamental como el Instituto de Cultura o algún museo, para que asuma las responsabilidades. El Gobierno también puede establecer controles de conservación, como sucede con las estructuras del Viejo San Juan, que tienen restricciones en los cambios del color y las estructuras.

Para la exdirectora ejecutiva del ICP, Teresa Tió, está claro que las obras se deben confiar al Museo de la Universidad de Puerto Rico, “que no nos ha fallado”, o la Galería Nacional del ICP, que cuenta con especialistas en Campeche. El problema es que esa galería está cerrada desde 2013 por trabajos de reconstrucción, lo que significa que la otra colección importante de pinturas de Campeche tampoco está accesible al público. Esta cuenta con lo que representa, a juicio de Tió, una de las obras más importantes del arte colonial iberoamericano, el retrato del gobernador Miguel Antonio de Ustáriz. “Ya quisieran muchos países tenerla, con esa escena de la ciudad de San Juan al fondo, ahí tiene a San Juan retratado en el Siglo 18. La colección de la Galería Nacional se compone principalmente de retratos, “donde Campeche encontró la veta de mayor originalidad de su arte, no necesariamente en los temas religiosos [que tiene el Arzobispado], porque eran más estructurados”.

Gobernador Miguel Antonio de Ustáriz, de José Campeche. Cortesía de Jochi Melero

La falta de cuidado del patrimonio cultural por parte del Arzobispado precede a los huracanes Irma y María. El extinto periódico El Mundo reportó, el 28 de noviembre de 1972, el robo de más de diez valiosas obras de arte en la Iglesia San José del Viejo San Juan, entre estas el cuadro de La Virgen de Belén o Virgen de la Leche, óleo procedente de Flandes que llegó a Puerto Rico en el Siglo 16. Nunca apareció.

Réplica del óleo La Virgen de Belén o Virgen de la Leche. Foto por Brandon Cruz González | Centro de Periodismo Investigativo

En 2010, el historiador de arte Arturo Dávila coordinó en el MAPR una retrospectiva sobre Campeche. Juan Carlos López Quintero, curador del museo, tuvo que visitar el Arzobispado como parte de la curaduría. Se percató de que las obras no se encontraban en el mejor estado. La estructura del Palacio Arzobispal estaba sufriendo, y no tenía las condiciones de luz, humedad y temperatura necesarias. “Al fin y al cabo sí es patrimonio de la Iglesia, pero es patrimonio de Puerto Rico”, dijo López Quintero, haciendo énfasis en la importancia de que se conserven.

El arquitecto Andy Rivera, quien hace alrededor de una década documentó las propiedades del Arzobispado, subió al tercer piso del Seminario Conciliar de San Ildefonso en el Viejo San Juan, tomó un acceso y llegó al Palacio Arzobispal. “En todos los espacios donde yo entraba, estaban las sillas con hongo. No me atrevía a sentarme. Era como si el edificio se hubiera congelado el tiempo”, contó Rivera. “También vi muchos cuadros que estaban recostados en el piso contra la pared. Es que no se cuidaban. Esto te lo digo sin temor a nada. Recuerdo haber visto un cuadro de Oller recostado de forma horizontal en el suelo”. Para Rivera, la falta de recursos no es excusa para dejar de atender las pinturas, pues se pueden entregar a una entidad que las proteja. “Ojalá se los donen al Museo. Los Campeche deben tener un lugar permanente donde se exhiban”.

El MAPR y el Arzobispado comenzaron en 2016 conversaciones para que el museo protegiera las pinturas. La colección incluye un retrato de Jorge José Caruana, nombrado obispo en 1921, y otro sobre Juan Alejo de Arizmendi, primer puertorriqueño en ser ordenado obispo de la Isla. Los cuadros se atribuyen a Miguel Pou y Francisco Oller, respectivamente, quienes junto a Campeche conforman la trinidad de maestros de la pintura puertorriqueña de los siglos 18 al 20. Hay piezas de autores anónimos y réplicas. Además de las crónicas y de las escenas religiosas, gran parte de la colección se compone de retratos de líderes de la Iglesia. Hay un Campeche de 1793 del teólogo, inquisidor y obispo de Puerto Rico, Francisco de la Cuerda García. El doctor Davila, quien fue conservador de los bienes culturales del Arzobispado, consideró esta pieza una de las más valiosas.

El curador Juan Carlos López Quintero explica que las 61 obras del Arzobispado llegan al Museo de Arte de Puerto Rico en 2018. Foto por Brandon Cruz González | Centro de Periodismo Investigativo

¿Cuánto vale un Campeche? Entre los documentos que examinó el CPI, se identifica como uno de los cuadros más costosos, $385,000, otro retrato de Juan Alejo de Arizmendi, quien aparece de pie en el centro de una habitación, tejiendo una cesta. Para el sevillano Daniel Expósito, historiador del arte especializado en el periodo colonial, estas pinturas no se pueden mirar exclusivamente con la lógica de las tasaciones y de las casas internacionales de subasta. Su valor es intangible para Puerto Rico, dice. Lo importante es que las obras se conserven, que se exhiban y que se permita el acceso a los expertos para que las estudien. “La Iglesia es custodia de un bien común”, explicó. “En otros países como España hay una colaboración entre el Estado y la Iglesia, que va más allá de que se le exima de pagar impuestos. Hay una colaboración patrimonial. Como la Iglesia es custodia de patrimonio e inmuebles que son de un pueblo, nación y región, el Estado se compromete a restaurarlo. La Iglesia se compromete a abrir para que la gente pueda entrar. ¿Qué ocurre aquí? Nada”.

D. Juan Alejo de Arizmendi y La Torre, óleo sobre lienzo, 1803, de José Campeche. Foto por Brandon Cruz González | Centro de Periodismo Investigativo

¿Puede el Arzobispado donar toda la colección de Campeche? Hay cuadros que no le pertenecen, que le fueron confiados para custodia. Las pinturas del salvamento del niño Ramón Power y Giralt y del ataque de los ingleses pertenecen a la Angélica Cofradía de Nuestra Señora de Belén, una asociación católica que existe por lo menos desde el Siglo 18, según el sacerdote Miguel Norbert Ubarri, exmayordomo de la organización. El clérigo reaccionó así a las declaraciones del Arzobispo: “La palabra que a mí me viene al corazón es… ‘lamentable’”. Piensa que se deben quedar en la Iglesia San José, la Catedral de San Juan o en otro templo. “Esos exvotos [ofrendas] son de las devociones de los primeros habitantes criollos de este pueblo. No debe caer en manos de gente que lo vea solo como un cuadro… Son obras de arte con un valor espiritual que va a la raíz de la identidad de nuestro pueblo y de la devoción de nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, y por ahí sigue. Esto tiene una carga espiritual demasiado grande para que caiga en manos de personas que solo lo vean como objeto de arte. No puede ser. No debe ser”.

Aclara que no está lanzando una crítica a su amigo Roberto González Nieves. “Entiendo que el monseñor, que quiero mucho, está pillado. Por parte nuestra, de los curas y del pueblo de Puerto Rico, lo que tiene que surgir es una ayuda al monseñor y decirle que, si conservarlo y mantenerlo cuesta dinero, vamos a formar grupos de personas que estemos dispuesto a mantener esto”.

Patrimonio de primer orden

La esquina de la Calle de San Sebastián con la Calle del Cristo en el Viejo San Juan muestra un claro ejemplo de cómo el arzobispo estuvo “pillado”. Vendió en 2021 el Palacio Arzobispal y el Seminario Conciliar de San Ildefonso, que comprenden casi una manzana completa de la ciudad colonial, por unos $8 millones. Los compró Propiedades Ceiba, una compañía representada por el empresario Matthew Donowho. La venta fue consecuencia de los litigios que enfrentó la Iglesia por problemas con el impago del plan de pensiones de empleados de los colegios católicos. El Arzobispado alega en un informe que nunca administró ese plan, sino que le tocó pagar los platos que rompió una entidad separada, la junta de un fideicomiso del plan de pensiones, y los patronos participantes. Es probable, según escribió Dávila, que algunas paredes del Palacio Arzobispal sean originales de una estructura primitiva, previa a la estructura restaurada en 1733, por lo que podría ser uno de los edificios más antiguos del Viejo San Juan. Y el Seminario Conciliar es, junto con La Fortaleza y La Intendencia, “la más noble realización de los arquitectos neoclásicos” de Puerto Rico en el Siglo 19, según Dávila. Este espacio fue semillero de próceres, casa de estudios de Eugenio María de Hostos (filósofo, sociólogo y educador), Alejandro Tapia y Rivera (escritor), Cayetano Coll y Toste (médico, historiador, político), Román Baldorioty de Castro (abolicionista y autonomista) y José Julián Acosta (abolicionista), y José Celso Barbosa (médico y padre del movimiento anexionista a EE. UU.), entre otros. Sólo hombres podían estudiar allí en la época.

“El Arzobispado cuenta con un real estate [propiedades] magnífico, que si quiere vender lo puede hacer. Pero los monumentos históricos y artísticos no pueden ser moneda de cambio para cubrir la falta de recursos”, dijo Teresa Tió.

Entre 1983 y 1986, la Legislatura aprobó medidas para asignar al menos $105,000 para restaurar y terminar obras del Seminario Conciliar, que se convirtió en la sede del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Fue una creación de Ricardo Alegría, el primer director del ICP y el responsable de la conservación del Viejo San Juan como patrimonio histórico construido.

“Todavía no creo la irresponsabilidad de la Iglesia de vender los edificios en casi $10 millones. ¿Eso es lo que vale el patrimonio puertorriqueño? Estamos hablando de patrimonio de primer orden en Puerto Rico y de gran importancia para todas las Américas”, apuntó Expósito.

El CPI insistió en una entrevista con el Arzobispado, tomando en cuenta que esta historia va más allá de los cuadros de Campeche. Tampoco respondió.

“El compromiso moral de todos como ciudadanos, con el patrimonio artístico, es protegerlo para que las generaciones futuras puedan disfrutar de este”, dijo Expósito. “Si no lo cuidamos, en el futuro dirán, ‘mira a quiénes tuvimos antes, que no se preocuparon de protegerlo’”. El cuidado que le dan al patrimonio cultural habla de quiénes fueron, quiénes son y quiénes serán los puertorriqueños.

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