SERIE: Mujeres políticas boricuas hacen frente al desplazamiento en Chicago
Jessie Fuentes y Cristina Pacione Zayas son dos políticas puertorriqueñas en Chicago que han vivido el abandono gubernamental en múltiples facetas de sus vidas, pero que también han atestiguado el poder de la organización comunitaria que logró una legislación contra la gentrificación.
Por Cristina del Mar Quiles | Centro de Periodismo Investigativo
La principal medida contra la gentrificación en Chicago salió de la agenda de los boricuas en la ciudad. En febrero de este año, el Gobierno de Illinois designó el Chicago-Puerto Rico Town, uno de diez distritos culturales que son elegibles para recibir fondos para atender las necesidades de la zona, fomentar el desarrollo económico y ayudar a las comunidades a preservar sus identidades culturales.
Las historias de las políticas puertorriqueñas Jessie Fuentes y Cristina Pacione Zayas son las historias de querer permanecer en ese barrio. Ambas son fruto de la gestión comunitaria del Centro Cultural Puertorriqueño de Chicago, con más de 50 años de fundado. En cada oportunidad, hablan de las iniciativas que desde allí se han gestado y que dan vida al Paseo Boricua, en Humboldt Park, que es el corazón de la comunidad puertorriqueña en la ciudad desde que las olas migratorias se comenzaron a establecer en el área para las décadas de 1960 y 1970.
Jessie Fuentes es la primera latina cuir en ser electa para la asamblea municipal de Chicago y es graduada de la emblemática Escuela de Educación Alternativa Pedro Albizu Campos, fundada en el sótano de una iglesia de Chicago en 1972 como La Escuelita Puertorriqueña.
Nació y creció en Humboldt Park. Su mamá era puertorriqueña y su papá, un “marielito”, del grupo de inmigrantes cubanos que salió en 1980 del puerto de Mariel en Cuba hacia Estados Unidos, como resultado de un acuerdo diplomático entre ambos países. Durante la mayor parte de su infancia y adolescencia, su papá estuvo en prisión. Al mismo tiempo, su mamá lidiaba con una adicción a drogas ilegales. Las condiciones de su familia representaron una dura batalla para manejarse emocional y socialmente. Se describe como una niña y joven que se metió en muchos problemas. Estuvo en siete escuelas elementales y tres escuelas superiores.
“Fue la Escuela Pedro Albizu Campos, fue el Centro Cultural Puertorriqueño y fue la comunidad puertorriqueña lo que salvó mi vida. Y yo escogí vivir mi vida haciendo más de eso que yo recibí”.
Por eso, dice, se convirtió en activista, en educadora y, en 2022, decidió postularse para el cargo de Concejala del Distrito 26, donde están el Paseo Boricua y el Centro Cultural Puertorriqueño.
“No es suficiente estar en las afueras [del Gobierno] movilizando y organizando. Si no tienes a alguien adentro que va a escuchar al movimiento afuera y a jugar el juego desde adentro, solo puedes llegar hasta cierto punto”. Y Fuentes confía en su nuevo poder de impulsar legislación y procurar cambios en los sistemas. “Podemos traer la organización al Gobierno”.
Uno de sus logros más recientes ha sido la adopción del salario mínimo para los trabajadores de restaurantes, que, como en Puerto Rico, subsistían con un subsalario que muchas veces las propinas no completaban.
Cuando Fuentes se postuló, no fue sola. Candidatos progresistas se postularon por toda la ciudad y hoy 19 de ellos son miembros en el Concejo Municipal, que tiene 50 concejales.
“Poder representar a la misma comunidad que me salvó la vida y pensar que puedo crear legislación que probablemente va a salvar otras miles de vidas es, probablemente, el mayor honor”, dice Fuentes.
Agenda contra la gentrificación
Fuentes aprendió la historia de cómo la comunidad puertorriqueña en Chicago ha sido continuamente desplazada desde el inicio de la migración desde Puerto Rico. De LaSalle y Clark a Lincoln Park a Lakeview a Wicker Park a West Town. Y, ahora, en Humboldt Park, las amenazas continúan.
“Desafortunadamente, el movimiento de gentrificación ha contribuido al trauma histórico y generacional que enfrentamos los puertorriqueños en Chicago”, reflexiona.
Lograr más vivienda disponible, oportunidades para la compra de propiedades a un costo asequible, cooperativas de vivienda y tener conversaciones reales sobre vivienda pública ante la gran cantidad de personas sin hogar son parte de su agenda como concejala.
Otra prioridad de Fuentes es el desarrollo económico para crear estabilidad para las familias, además de vivienda digna. Es también una manera de hacerle frente al desplazamiento que han promovido las grandes corporaciones que se han establecido en la zona: no pagan sueldos justos y no proveen plan médico ni servicios de salud dignos a sus trabajadores.
Los distritos culturales como idea contra la gentrificación en Chicago
Cristina Pacione Zayas es la jefa de Gabinete del alcalde de Chicago, Brandon Johnson, y es también producto del trabajo comunitario gestado desde el Centro Cultural Puertorriqueño en Paseo Boricua. Comenzó en esta posición el mes pasado, luego de haber ocupado el cargo de Subjefa de Gabinete desde que Johnson asumió la alcaldía en 2023. Además, fue senadora por el Partido Demócrata en el estado de Illinois, entre el 2020 y 2023.
Pacione Zayas establece que cuando comenzó a involucrarse en el trabajo anti gentrificación, el fenómeno estaba ya ocurriendo en el vecindario contiguo de Humboldt Park, donde ubica el Centro Cultural Puertorriqueño. La comunidad, establecida allí hace décadas, ha presentado una resistencia importante contra el desplazamiento.
Cuando se le pregunta qué empezó a desplazar a las familias latinas de la zona, Pacione Zayas explica: “En nuestro estado nunca hemos tenido un salario digno. El cambio de ser un sector industrial a uno basado en los servicios también cambió las cosas”, menciona como algunos de los factores externos.
Apunta que, aunque las escuelas cercanas no son consideradas las mejores, la ubicación, la arquitectura y el fácil acceso a autopistas y medios de transportación pública, que pueden llevar al centro de la ciudad en unos 15 minutos, han convertido la zona en un atractivo para personas con mayor poder adquisitivo.
“Esa dinámica ha desplazado a los latinos que estaban allí y siguen siendo clase trabajadora porque aumenta el valor de las casas, aumentan los costos de alquiler y aumentan los impuestos a la propiedad mientras que los salarios permanecen igual”, explica.
La legislación de los Distritos Culturales
Desde antes de que Pacione Zayas llegara al Senado y Fuentes al puesto de Concejala, la Agenda Puertorriqueña de Chicago, una organización sin fines de lucro integrada por otras decenas de organizaciones, ya desarrollaba trabajos enfocados en combatir la gentrificación e identificar mecanismos políticos para estabilizar la comunidad puertorriqueña en Chicago, honrando su identidad.
Exploraron diversos modelos. Primero, pensaron en la creación de distritos fiscales especiales. Se designarían áreas geográficas en las que se haría desarrollo a partir de un impuesto especial. Sabían que sería difícil conseguir apoyo para una legislación como esa.
Entonces, surgió otra idea.
“Nos dijimos ‘hagamos un distrito cultural designado por el estado, donde el estado reconozca una geografía única. Podría ser una comunidad, una ciudad, un condado, un par de condados. El punto es que sea algo que tenga una identidad cultural que corra el riesgo de borrarse o que los residentes corran el riesgo de ser desplazados”, describe Pacione Zayas.
La idea es que, al obtener un reconocimiento del estado como “distrito cultural”, se les provee a estas zonas una protección especial, se les permite tener una ventaja al solicitar fondos federales, estatales y municipales.
“Lo que queremos es obtener fondos para adquirir propiedades para establecer instituciones culturales, continuar iniciativas de desarrollo económico, no desde un lente capitalista, sino para la preservación de nuestras comunidades”, añade Pacione Zayas.
El grupo redactó una legislación que se presentó en 2020, pero no tuvo éxito. Tras llegar a la asamblea legislativa estatal a finales de ese año, la entonces recién estrenada legisladora Pacione Zayas la presentó como su primera propuesta.
La ahora concejala Jessie Fuentes, que en ese momento no había incursionado en la política electoral, fue una de las personas del liderato de la Agenda Puertorriqueña que llegaron al Senado a hablar de la importancia del Proyecto del Senado de Illinois 1833.
“Creo que la medida cautivó la imaginación de mis colegas porque, a través de todo Illinois, tenemos muchos tipos de enclaves históricos y culturales únicos. Creo que en la gente realmente resonó la preservación y conservación de esas comunidades, y entendió que la amenaza del desplazamiento y la gentrificación no es solo exclusiva de Chicago, es en todo el estado”, recuerda Pacione Zayas.
La medida pasó con apoyo bipartita. El último día de octubre, Mes de la Herencia Hispana, el gobernador J.B. Pritzker convirtió el proyecto en ley durante una celebración en el Museo Nacional de Arte y Cultura Puertorriqueña. El próximo 1 de junio, la comunidad bautizará su distrito cultural con el nombre de Barrio Borikén.
En el transcurso de 10 años, el estado puede designar hasta 15 distritos culturales, los cuales tendrán acceso a unos fondos ya separados para su desarrollo, que deben servir como dinero semilla encaminado a la sostenibilidad. El gobernador J.B. Pritzker ya designó 10: North First Street Cultural District, Bronzeville District, Chinatown, Clark Street/Camino Clark, Mahalia Jackson 79th Street Cultural District, Little Village, South Chicago Cultural District, Puerto Rico Town; y en Springfield, Central East Cultural District y The Southtown Cultural District. Ya se han separado $3 millones para distribuirlos entre los distritos designados.
Lo que ha logrado la comunidad puertorriqueña en Chicago, específicamente en Paseo Boricua, es muy singular porque ha sido gestión de un movimiento que cree en la descolonización de Puerto Rico. La posibilidad de permanecer en el sitio en el que se ha estado por generaciones, de tener acceso a vivienda y educación digna, que fomente la conciencia política; la creación de empresas locales, todo son formas de descolonización, aun dentro de Estados Unidos.
“Para pensar en la descolonización de Puerto Rico, tenemos que poder practicar eso en nuestras comunidades. La autodeterminación, la autosuficiencia y la autorrealización de los puertorriqueños en Humboldt Park, en Paseo Boricua es el marco desde el que funcionamos”, afirma Fuentes, reconociendo que el desplazamiento es un elemento en común entre los boricuas de Chicago y los que viven en la isla.
“Es poder también ser dueños de la tierra”.
PERFIL
Jessie Fuentes: a la política por necesidad
Tras correr y ganar el Distrito 26 para los demócratas en Chicago, mantiene el escepticismo ante ese partido y las botas bien ancladas en su comunidad.
Por Cristina del Mar Quiles | Centro de Periodismo Investigativo
Asegura que tocó más de 10,000 puertas en su distrito para hablar con las personas sobre lo que realmente necesitaban. Le acompañaron cerca de 200 voluntarios y, al final, Jessie Fuentes, la primera latina cuir en convertirse en concejala para la asamblea legislativa de Chicago, dice que su mensaje resonó. A diferencia de políticos que suelen ser abogados, hombres de negocios y representantes de grandes corporaciones que ni siquiera conocen las comunidades que representan, su experiencia y trasfondo es similar al de muchos de sus vecinos.
Su principal contendor tenía mucho más financiamiento para la campaña política que ella. Pero prevaleció. Y su camino para llegar a esa silla ha sido duro y poco tradicional.
“Todo lo que estaba pasando en mi familia, en mi vida personal y socialmente eran experiencias para las que yo no tenía las herramientas para manejarlas”, recuerda de lo que fue su adolescencia. “Me convertí en una persona violenta; era una perpetradora de violencia. Estuve involucrada en múltiples altercados violentos en la escuela que me llevaron a ser expulsada del sistema de educación pública”, añade. Esa historia, que incluye a su padre en prisión la mayor parte del tiempo, y, a la vez, a su madre batallando contra la adicción a drogas ilegales, es parte de lo que necesita contar para que se entienda quién es y por qué hace lo que hace.
Ahora, se considera privilegiada de haber llegado a los 16 años a la Escuela Albizu Campos, una iniciativa del Centro Cultural Puertorriqueño en Paseo Boricua, en Humboldt Park.
“Por primera vez en mi vida, estaba aprendiendo sobre la realidad colonial de Puerto Rico, la migración de puertorriqueños a los Estados Unidos. Esa educación me dio un lente para entender a mi madre de una manera muy diferente, pero también fue esa conciencia política la que me dio sanación de mi propio trauma histórico y generacional”, resalta.
“Cuando eres capaz de tener esa conciencia política y realmente entiendes la realidad del colonialismo entre los latinos y en la diáspora, pero más importante, ser capaz de entender la supremacía blanca y el racismo, y todo lo que los latinos y las personas negras tienen que pasar, comienzas a comprender por qué existe la adicción a las drogas, el encarcelamiento masivo de personas de color, por qué tantas de nuestras familias tienen que participar en actividades ilegales para sobrevivir en un país que ha puesto millones de barreras al frente de ellos. Poder entenderlo me permitió amarme a mí misma de una manera que no fui capaz de hacerlo por mucho tiempo”.
A pesar de todo el coraje y la inestabilidad que cargaba consigo, Fuentes siempre fue una estudiante aplicada. Una vez en la Albizu, no le tomó mucho más de un año completar los créditos para obtener su diploma de escuela secundaria. Fue a Northeastern Illinois University, donde cursó Estudios de Justicia y Estudios Latinoamericanos, y se involucró en la Union for Puerto Rican Students y en su revista Que Ondee Sola.
“Fue muy liberador poder ser parte de algo más grande que yo misma. Pero, también entendí muy temprano que yo no era la única persona que tenía esas experiencias interpersonales como una joven boricua en la diáspora y que había muchas familias en Chicago que estaban experimentando el mismo tipo de dolor en el que yo estaba. Así que decidí convertirme en educadora”, comenta.
Fuentes trabajó por 10 años como administradora de escuelas, seis de ellos en la Academia Roberto Clemente y los otros cuatro en su Escuela Pedro Albizu Campos.
“Durante tanto tiempo, como una persona joven, me preguntaba a mí misma ¿qué hice para merecer esto?¿Qué hice para merecer unos padres que carecen de la capacidad de amarme y criarme? ¿Había algo malo en mí que mis padres no me podían cuidar?”, dice sobre las preguntas que le martillaban la mente cuando aún no podía entender el contexto de la vida de sus papás.
Fuentes no es solo una latina del Caribe. También, es una lesbiana de apariencia masculina en una sociedad profundamente homofóbica y transfóbica.
“No puedo describirte cuán difícil fue para mí estar en un baño de mujeres y que me dijeran que estaba en el baño equivocado”, establece sobre lo que es una experiencia común en mujeres como ella, pero de la que se habla muy poco.
Participar de la gestión del Centro Cultural Puertorriqueño, estudiar en su escuela, la hicieron visiblemente parte de una comunidad, de un movimiento que, reconoce, le acepta tal cual es. La lucha contra la transfobia, la homofobia, el colonialismo y el racismo son parte de su agenda política.
Pero, su entrada a la política electoral estuvo principalmente motivada por los efectos de la pandemia de COVID-19 en la población joven latina de Chicago.
“Se volvió extremadamente difícil existir dentro de un sistema que permitía que los jóvenes, específicamente, los jóvenes de color, murieran y desaparecieran. Y no estábamos haciendo nada al respecto. El Gobierno no estaba haciendo nada al respecto”, resume.
Política por necesidad
En marzo de 2021, cuando las escuelas públicas reabrieron tras las medidas de confinamiento por la pandemia del COVID-19, miles de estudiantes faltaron por semanas. Fuentes siguió de cerca el asunto y observó que había una gran cantidad de niños y jóvenes que no habían regresado.
“Luego, nuestra economía en Chicago colapsó”. Después, llegó lo que catalogó como una nueva pandemia en la ciudad, la violencia armada.
En Chicago, la cantidad de víctimas de homicidios por disparos aumentó un 43% desde el inicio de la orden de confinamiento en Illinois el 21 de marzo de 2020 hasta principios de agosto de 2020, en comparación con el promedio del mismo período en los tres años anteriores, recoge un estudio de la Universidad de Pensilvania.
“Entonces, no solo estábamos viendo desaparecer a los jóvenes de nuestras escuelas, sino que estábamos viendo morir a los jóvenes”, añade para establecer que se trataba de una crisis de seguridad pública.
“Por primera vez, sentí que no había nada que yo pudiera hacer que hiciera una diferencia. Estaba existiendo dentro de un sistema que no me permitía hacer más nada de lo que realmente estaba haciendo. Cuando llegas a ese punto, tienes que tomar decisiones”.
Eso significó dejar su carrera en un campo que amaba mucho, e intentar entrar al Gobierno. Se postuló como parte del Partido Demócrata de Estados Unidos, algo que reconoce como una contradicción.
“Tengo que recordarme a mí misma constantemente que es una contradicción evidente”, reconoce.
¿Cómo hace las paces con esa idea? Dice que está convencida de que la estrategia de desarrollo y movilización desde las comunidades tiene que ir de la mano de una estrategia de movilización de recursos y de política pública al interior del aparato gubernamental.
“En el Concejo Municipal, justo en este nivel hiperlocal, se trata de cómo sigo creando oportunidades para que mi comunidad determine lo que quiere para sí misma. ¿Cómo puedo crear sistemas y programas que permitan a las personas convertirse en dueños de una casa, de un negocio y que no dependan de un sistema mayor? Se trata de cómo descolonizar nuestra comunidad a nivel local”.
Eso, añade, se trata de tener sistemas de salud mental anticoloniales, cambiar los currículos escolares para hablar de colonialismo, supremacía blanca y racismo.
Una de sus prioridades, cuenta, es la seguridad. Y su enfoque para lidiar con la violencia se aleja de las medidas de criminalización que han llenado las cárceles de Estados Unidos de personas negras y latinas, y que han probado ser poco efectivas para bajar los índices. Se acerca más a la prevención mediante la provisión de servicios.
Fuentes sabe que su comunidad está entre las más violentas de los 77 vecindarios en Chicago con altos índices de violencia armada. Es, dice, el resultado de la desinversión histórica en el área.
“No podemos hablar de sanar a una comunidad y abordar las causas profundas de la violencia si no estamos dispuestos a brindarles a nuestras familias los servicios que merecen para poder sanar de ese trauma y ser capaces de abordar realmente el problema por lo que es, que es que tenemos una crisis de salud mental”.
Para ella, parte de la solución está en la creación de espacios para la niñez y la adolescencia que sean culturalmente sensibles, que les permitan a los jóvenes autodescubrirse. Y su propuesta parte de su propia experiencia como estudiante de la escuela de modelo alternativo Pedro Albizu Campos, en Paseo Boricua.
“Yo recuerdo el momento en que sentí que mi vida estaba cambiando porque estaba aprendiendo sobre quién era yo, de dónde vengo y sobre cómo yo existía en un sistema que estaba roto, que no estaba hecho para mí. Eso significa que tenemos que transformar la forma en que se construye nuestro sistema educativo y tenemos que crear espacios para que los jóvenes construyan”, reflexiona.
Otra prioridad de Fuentes es el desarrollo económico para crear estabilidad para las familias, además de vivienda digna. Cree en trabajar mano a mano con las uniones para garantizar el pago justo por el trabajo, pero también en apoyar a los pequeños y medianos empresarios de la comunidad.
En el Distrito 26, hay tres grandes corredores comerciales. “Como consecuencia de la gentrificación, hemos visto cómo estas empresas corporativas blancas se mudan y desplazan a los propietarios de las pequeñas empresas”. Uno de los objetivos de Fuentes es crear programas que ayuden a las pequeñas empresas a sobrevivir y conservar las zonas, como Paseo Boricua, como distritos culturales que mantengan la identidad de quienes los habitan.
“Yo, realmente, creo en la reapropiación de los fondos del Departamento de Policía de Chicago, porque sé que el encarcelamiento masivo de personas negras y latinas no hace que nuestra comunidad sea más segura. Tenemos que invertir en medidas de prevención y de intervención y, para mí, eso no es con la Policía”.
Fuentes apuesta por el modelo que impulsa su compañera en el Concejo Municipal, la también puertorriqueña Rossana Rodríguez, llamado Treatment Not Trauma, para que sean trabajadores sociales y mediadores, quienes intervengan en situaciones de crisis de salud mental y no la Policía.
“Ese es el modelo de cuidado que nuestras comunidades necesitan”.
PERFIL
Cristina Pacione Zayas: de trabajar con niños en el barrio a Jefa de Gabinete de la alcaldía de Chicago
Por Cristina del Mar Quiles | Centro de Periodismo Investigativo
Hace poco más de un mes, Cristina Pacione Zayas ejerce como Jefa de Gabinete del alcalde de Chicago, Brandon Johnson. Es la primera vez que una persona de origen latino ocupa la posición.
Sus papás, dos organizadores comunitarios, se conocieron en el Boys & Girls Club de Lincoln Square. Él, José Zayas, un boricua que llegó de Puerto Rico a vivir en el primer proyecto de vivienda pública de Chicago, Lathrop Homes, era el encargado del gimnasio, y ella, Theresa Pacione, una inmigrante italiana, maestra de fotografía, trabajaba directamente con la juventud del barrio.
Pacione Zayas se crio allí mismo, viendo cómo se manejaban los conflictos con las pandillas, aprendiendo a navegar las burocracias gubernamentales para asegurar que las necesidades de los jóvenes estuvieran cubiertas y que, al mismo tiempo, hubieran oportunidades para desarrollar sus talentos.
La funcionaria se crio en Logan Square, a dos kilómetros y medio de distancia de Paseo Boricua. Considera que es una suerte que ella y sus padres aún puedan vivir allí, pues la comunidad, principalmente conformada por puertorriqueños y otros latinos que se establecieron para los años 80, lleva varias décadas experimentando la gentrificación. Casas como la que se crio, que costaron cerca de $50,000, hoy están valoradas sobre el millón de dólares.
La importancia de trabajar con la niñez temprana
Como parte de su trabajo en la comunidad, Pacione Zayas encontró camino en el área de la educación en la temprana infancia.
Justo antes de convertirse en senadora en la legislatura estatal de Illinois, Pacione Zayas trabajó en el Instituto Erickson, implementando estrategias de educación para la niñez temprana, convencida de que la atención en esta etapa de la vida previene problemas a largo plazo para las personas y las comunidades en las que conviven. Su trabajo era trasladar a la acción y a la política pública todo el caudal de conocimiento e investigación sobre la ciencia del cerebro y su formación en los primeros años de vida.
“La primera infancia toca todas las facetas de la vida: vivienda, salud, seguridad pública, nutrición, educación”, sostuvo sobre la importancia de prestarle atención a la niñez.
Mientras hacía ese trabajo, Pacione Zayas fue convocada para servir en la Junta de Educación del Estado, donde permaneció por dos años. Entonces, en diciembre de 2020, Iris Martínez, la primera puertorriqueña electa como senadora de Illinois, quien llevaba 18 años en el Senado estatal, le pidió que fuera su sucesora y terminara su término cuando fue electa a otra posición.
En dos años y medio en el Senado, Pacione Zayas logró la aprobación de 22 leyes. Entre esas, la asignación de $235 millones para su comunidad y una importante inversión en educación para la infancia temprana.
“El estar en esta posición no es algo que yo planifiqué. Creo que es la prueba de lo que ocurre cuando una comunidad se enfoca en apoyar a los jóvenes”, dijo al CPI mientras ocupaba la silla del Senado. “Soy una abeja obrera. Hago que las cosas pasen. Trato de quitar las barreras y seguir avanzando para que nuestra comunidad pueda prosperar”.
Cuando era estudiante de la Universidad de Illinois, a unas dos horas de Chicago, ella y muchos de sus compañeros de clases entendieron la importancia de mirar estos asuntos en la práctica y no solo desde un lente teórico en la academia. Involucrarse y participar de los trabajos en Paseo Boricua le permitió desarrollar una conciencia política. “Sí, estamos estudiando, estamos completando nuestros grados, pero ¿qué concretamente vamos a hacer con eso en la comunidad?”, recordó que era la pregunta que guiaba su formación.
Para sus estudios graduados, Pacione Zayas se enfocó académicamente en analizar el proceso que se vivió en la Escuela Roberto Clemente, que la comunidad llegó a ocupar.
“El enfoque de mi disertación fue observar las iniciativas educativas asombrosas y de vanguardia que terminaron siendo criminalizadas y demonizadas porque estaban tan ancladas en la historia y la cultura puertorriqueñas. Las ideologías de la independencia y el nacionalismo fueron criminalizadas, tanto que tuvimos agentes provocadores del FBI insertados en la comunidad que luego se convirtieron en testigos estrella de esta especie de cacería de brujas que afirmaba que la escuela estaba malversando fondos y usando dinero federal para impulsar una campaña para liberar a los presos políticos puertorriqueños”, señaló sobre la escuela.
Resaltó que la escuela no sobresalía académicamente, pero sus estudiantes que llegaban a la Universidad de Illinois con un nivel alto de conciencia política, se organizaban y buscaban ocupar espacios de representación.
“Todo ese tipo de cosas me arraigaron en una conciencia política de que hacemos este trabajo no solo para subir de estatus, no para amasar riquezas, sino para combatir la eliminación de nuestra comunidad que se da materialmente con la gentrificación y simbólicamente cuando quieren que nos asimilemos y olvidemos quiénes somos, cuando nos dicen ‘tu objetivo es salir del barrio, ir a los barrios bonitos y conseguir un buen trabajo’”, sostuvo.
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Rossana Rodríguez: la política de “ir donde la gente primero”
Llegó a ser concejala de su barrio gracias a la organización de trabajadores, inmigrantes y de los residentes más vulnerables de su zona, y posicionándose en contra del poder de los desarrolladores. Sus propuestas de vivienda asequible van de la mano con iniciativas de prevención de violencia y de salud pública.
Por Cristina del Mar Quiles | Centro de Periodismo Investigativo
La Concejala del Distrito 33 de Chicago, la puertorriqueña Rossana Rodríguez, conoce de primera mano el desplazamiento.
Cuando salió de Puerto Rico en 2009, no tenía ninguna razón para irse que no fuera sobrevivir. Oriunda del barrio Mariana, de Humacao, se preparó en Teatro y se dedicó por varios años a dar clases de teatro en el pueblo de Añasco. Pero, luego de la implementación de la Ley 7 de 2009 de emergencia fiscal, bajo el gobierno de Luis Fortuño, la cantidad de estudiantes en su salón de clases pasó de 15 a 40. Sin abanicos y solo con los materiales que podía comprar con su sueldo de unos $1,500 al mes, se fue desanimada.
Han pasado 15 años de los desaires en Añasco. En mayo de 2023, Rossana Rodríguez comenzó su segundo término como Concejala del Distrito 33 de Chicago, la ciudad en la que encontró una oportunidad para sostenerse, haciendo teatro con el Albany Park Theater Project. La población de esta zona es de 81,000 habitantes, de los cuales cerca del 45% son hispanos.
Cuando llegó, cargaba con una importante experiencia como organizadora comunitaria y activista. Fue parte del Frente Estudiantil contra la Privatización, miembro de la Federación de Maestros de Puerto Rico y militante en la huelga contra la venta de la Telefónica en 1998.
A la hora de buscar ideas para las obras de teatro de la compañía, Rossana Rodríguez quería contar historias de personajes que no eran entes pasivos, sino comunidades fortalecidas capaces de procurarse juntos su mejor bienestar, principalmente, en los temas de inmigración, vivienda y educación. Pronto se dio cuenta de que lo que proyectaba en las tablas tenía posibilidades en el mundo real.
En 2015, un maestro de la escuela superior de la comunidad, Tim Meegan, corrió para el puesto de concejal con el apoyo de múltiples grupos, incluyendo socialistas como ella.
Un concejal en Chicago podría ser el equivalente de lo que es un alcalde en Puerto Rico. En su distrito, por ejemplo, representa a 55,000 personas. En aquella ocasión, Meegan se quedó corto de ganar las elecciones a la incumbente por apenas 17 votos, pero abrió el camino a esa posibilidad.
“¿Qué pasa si un grupo de organizadores cogen [ocupan] la oficina de un concejal?”, contó Rossana Rodríguez que su grupo se preguntó entonces. Y sin dejar de imaginar posibilidades, trasladó la pregunta a su país. “Y, ¿qué pasa si un corillo de organizadores coge la oficina de un alcalde y utiliza los recursos de la alcaldía para hacer el trabajo que hacemos sin que nos paguen, el trabajo que hacemos porque nos interesan nuestras comunidades?”, continúa.
“Y eso fue lo que hicimos. Dijimos: ‘Esto es posible. Podemos hacerlo’”.
Entre los mismos que apoyaron a Tim Meegan crearon una organización política independiente (IPO, en inglés) para movilizar a la comunidad de cara a las siguientes elecciones en torno a los mismos temas que trataban las obras del Albany Park Theater Project: inmigración, vivienda y educación.
Y fue ella quien apareció en la papeleta. Y ganó.
En el Distrito 33 de Chicago, las zonas donde viven las familias trabajadoras y las de menos ingresos no están exentas de las amenazas de desplazamiento por los aumentos desmedidos en los precios de alquiler.
“Tocar puertas en un vecindario como este, donde la mayoría de la gente vive alquilada, para hablar del control de los precios de alquiler… ¡La gente va a hablar contigo obligao!’”, se ríe. “Asegurarte de que estás yendo donde la gente primero, y hablarles cara a cara. ‘Nothing can beat that’ [Nada supera eso]”, enfatiza para describir las elecciones que la revalidaron como Concejala y que también le dieron la victoria a Brandon Johnson como alcalde de Chicago, respaldado por una coalición de sindicatos y organizaciones sin fines de lucro progresistas.
Rossana Rodríguez lo dice, pero, comoquiera, se sorprende. “En verdad, nosotros no estamos muy acostumbrados a ganar”.
La voluntad para gestionar vivienda asequible
Desde el ayuntamiento (City Hall), Rodríguez ha logrado impulsar legislación local para proteger las viviendas de las familias trabajadoras. Una de esas medidas establece que quien quiera comprar un edificio que tiene múltiples unidades de vivienda para convertirlo en una sola casa, tendrá que pagar impuestos más altos. “Tú no quieres incentivar que, un lugar donde tú puedes tener tres familias viviendo, de repente, se convierta en este lugar donde tú solo tienes a una pareja”.
El tema del control de alquiler es complejo en Illinois, uno de los estados que prohíbe controlar los precios de los alquileres de vivienda. Cambiar esa ley requiere un cambio en la constitución del estado y, como tal, de un voto mayoritario en un referéndum.
Para eso, muchos grupos llevan años en la campaña “Lift the ban on rent control”. Presionan a oficiales electos para promover el referéndum o, al menos, eximir a la ciudad de Chicago de esa prohibición.
Además, Rodríguez busca incentivar el desarrollo de viviendas de bajo costo con créditos contributivos, en la ciudad de Chicago y a nivel estatal.
Parar la influencia de los desarrolladores
El poder más grande que tienen los concejales es el de zonificación. Cambiar, con apenas un trámite legislativo, el uso de un edificio o área de su distrito.
“Cuando tú tienes un poder tan grande, van a haber intereses que van a querer comprar tu poder”, reconoce Rodríguez. “Generalmente, desarrolladores que compran una propiedad y quieren que tú la rezonifiques para que valga más, para poder venderla más fácilmente o para establecer algún tipo de negocio específico. Mucha gente corre para esta posición solo para poder tener ese poder y regalárselo, a cambio de otras cosas, a los realtors y a los desarrolladores”.
Por eso, cuando Rodríguez asumió la posición, estableció un proceso de rezonificación comunitario, donde son los mismos residentes quienes deciden cómo se va a desarrollar su vecindario.
Para que sea posible, Rodríguez dice que se ha asegurado de que su campaña no reciba dinero de desarrolladores o de la industria de los bienes raíces.
“Yo no recibo ni un centavo de contribuciones de desarrolladores o de la industria de los bienes raíces. Eso es bien importante. Yo no cojo dinero de nadie que tenga interés en el proceso de zonificación y han habido personas que me han mandado dinero online y yo se los devuelvo”. Su equipo, dice, monitorea los donativos a su Comité de Acción Política (PAC, en inglés). “Buscamos quién es la persona. Si no la identificamos, miramos quién es su papá, de quién es familia, y eso es bien importante porque, históricamente, Chicago ha sido una ciudad bien corrupta”, dice al tiempo que se acerca el cartero para saludarla.
Rodríguez habla con el CPI mientras desayuna una tostada con aguacate en Dulce de Leche Café, un negocio de una familia de inmigrantes en el corazón de Albany Park, en Chicago. Siempre pide lo mismo, un plato que no estaba en el menú, pero que añadieron por la frecuencia con la que ella lo pedía. El cartero que entra a dejar la correspondencia y otros comensales la saludan con la familiaridad de quien se encuentra con un vecino.
Uno de los proyectos que más enorgullecen a Rodríguez es la construcción de los María Elena Sifuentes Apartments, un edificio con 50 unidades de vivienda de bajo costo en la esquina de la avenida Lawrence Oeste con la Central Park Norte. El primer piso está designado para un centro de cuido de niños accesible para las familias que allí habiten. Lleva el nombre de una de las organizadoras de la comunidad, que murió de COVID-19, cuando se comenzaba la planificación de este proyecto.
Hacerlo posible requirió incentivar desarrolladores de viviendas de bajo costo al otorgarles créditos contributivos disponibles a nivel estatal y federal, y dirigir a este propósito parte de sus fondos TIF (Tax Informant Fund, en inglés), un fondo que se crea con el dinero que supera un tope establecido para los recaudos del impuesto a la propiedad.
Dice Rodríguez que esos fondos que ella ha destinado a infraestructura que atienda las necesidades de sus comunidades son utilizados con frecuencia por los concejales y alcaldes como un fondo discrecional para hacer lo contrario: incentivar la construcción de viviendas de lujo, lo que tiene como consecuencia el desplazamiento de los habitantes de estas zonas.
Además, por falta de una cancha, la escuela superior de la comunidad, Roosevelt High School, cuya matrícula la integran, en su mayoría, estudiantes latinos, en sus 100 años de existencia, nunca ha podido ser anfitriona de un juego de fútbol, a pesar de que su equipo es campeón en su división. Su administración asignó para construir el campo de juego $5.8 millones de fondos TIF.
Frenar la violencia con prevención en vez de vigilancia policial
Rodríguez es propulsora de una propuesta de prevención de violencia que llamó “Treatment Not Trauma” o Tratamiento, no trauma. Es ejemplo de lo que podría significar en la práctica el eslógan y reclamo “Defund the Police”, que se hizo más conocida a raíz del asesinato que cometió el policía Dereck Chauvin, en 2020, contra el ciudadano negro George Floyd.
La propuesta de “Treatment Not Trauma” busca utilizar cerca de 300 de unas 1,700 plazas que se han mantenido vacantes en la Policía en los últimos años, a pesar de estar presupuestadas, para contratar, en vez de policías, a trabajadores sociales clínicos, consejeros y paramédicos, y crear un programa piloto de respuesta a crisis de salud mental.
“El dinero está ahí, pero no se está usando. Esas plazas vacantes no están proveyendo seguridad para nadie”, subraya Rodríguez. “Nosotros estamos tratando de revertir la tendencia neoliberal que ha habido, no solo en Estados Unidos, sino en todas partes, de privatizar todo, darle una mierda a la gente [que está] haciendo trabajo que es fundamental para las comunidades de la manera más barata posible”.
Su propuesta está inspirada en el programa CAHOOTS, implementado hace más de 30 años en la ciudad de Eugene, en Oregón, y que ha probado ser exitoso en prevenir que la Policía asesine a personas que están enfrentando una crisis de salud mental y en darles a las personas el tratamiento que necesitan, al cambiar el enfoque de criminalización por el de salud pública. La idea es que las llamadas al 9-1-1 que reportan situaciones no representan un riesgo inminente para otras personas, como las que tienen que ver con uso problemático de sustancias, crisis de salud mental o que involucran a personas sin hogar, puedan ser atendidas por profesionales de la salud mental y no por la Policía.
Responde también al movimiento y al trabajo de más de 10 años de Collaborative for Community Wellness para reabrir las clínicas de salud mental públicas que se cerraron bajo las administraciones de los alcaldes demócratas Richard M. Daley y Rahm Emanuel. De 19 clínicas que había, ahora quedan cinco.
Rodríguez presentó legislación para hacerlo realidad, pero no pasó durante el cuatrienio pasado. El alcalde de Chicago, el demócrata Brandon Johnson, sin embargo, hizo la propuesta parte de su plataforma principal de campaña. El 5 de octubre de 2023 se estableció mediante la aprobación de una ordenanza municipal de la autoría de Rodríguez un grupo de trabajo con la encomienda de desarrollar la hoja de ruta para que la ciudad amplíe los servicios clínicos de salud mental, la respuesta no policial para crisis de salud mental, y la concientización sobre los recursos de salud mental disponibles. Según la ordenanza, el grupo debe entregar su informe escrito al alcalde antes del 31 de mayo de este año.
Sin el enfoque de “Treatment Not Trauma”, una intervención con una persona en crisis se da en el lugar en el que se encuentre, o termina en un cuartel o en una sala de emergencias. “Ninguno de esos lugares está equipado para trabajar con alguien que, simplemente, está experimentando un momento de desregulación”, es decir, que está descompensado.
“Una de las razones por las que yo vine a hacer este trabajo es porque quiero poder amplificar las demandas de los movimientos sociales. Así que cuando introducimos legislación, estamos seguros de que la estamos introduciendo en colaboración con la gente que ha estado luchando por eso”, señaló Rodríguez.
Una ciudad que es refugio
Al principio de su primer término, Rodríguez presentó un proyecto que se convirtió en ordenanza para convertir a Chicago en ciudad santuario para inmigrantes. Luego de la revocación de la decisión Roe v. Wade que protegía el derecho al aborto, entendió que era necesario hacer lo mismo para proteger a las mujeres y personas gestantes que llegaban a la ciudad a ejercer su derecho de terminar un embarazo, para que las autoridades locales no pudieran cooperar con las de los estados donde se ha prohibido o limitado el aborto para perseguirlas y procesarlas.
La pasada alcaldesa, Lori Lightfoot, hizo de la propuesta de Rodríguez una orden ejecutiva, ante la urgencia del momento. Luego, pasó por el proceso legislativo y es ahora una ordenanza que establece que la Policía de Chicago no puede colaborar con ninguna agencia en ningún otro estado que esté tratando de procesar a alguien por buscar o proveer cuidado reproductivo o de afirmación de género.
Una de las lecciones que ha aprendido es que “nuestras posturas políticas pueden ganar si organizas y si desarrollas el mensaje adecuado”.
Para ella, llegar al poder implica tener acceso a los recursos institucionales para poder hacer cogobierno con las comunidades. Usa la analogía de la electricidad: se trata de conectar un cable a una fuente de energía y luego tirar una extensión por la ventana para que los vecinos también se puedan conectar.
–¿Qué funciona para movilizar a la gente?
“Funciona hablarle a la gente de las cosas que a la gente le interesan”, dice Rodríguez.