Por redacción de Sin Comillas
El comercio mundial crecerá 3.5% este año, pero en 2023 crecerá sólo 1%, según las proyecciones presentadas por la Organización Mundial del Comercio (OMC). Será el segundo año de ralentización del comercio mundial. En 2021, creció 9.7% ante la caída de las barreras a la actividad económica que impuso la pandemia del coronavirus.
El comercio internacional se verá afectado por las consecuencias derivadas de la invasión rusa de Ucrania, el fuerte crecimiento de los precios energéticos y el incremento de la inflación. Todo ello ha provocado que los bancos centrales endurezcan la política monetaria, con notables subidas de las tasas de interés.
La organización con sede en Ginebra, explicó que las sanciones occidentales contra Rusia están provocando caídas intertrimestrales del comercio en este país y en sus áreas de influencia. Exactamente, con un descenso del 10% de las exportaciones y del 20% en las importaciones.
La directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, afirmó que la economía mundial “se enfrenta a una crisis de múltiples frentes. El endurecimiento monetario está lastrando el crecimiento en gran parte del mundo, incluso en Estados Unidos”.
Okonjo-Iweala recalcó que “todos estos factores están pesando mucho en las perspectivas del comercio global”, y confió en que los bancos centrales no endurezcan “en exceso” la política monetaria. Bien es verdad que todos los pronósticos apuntan en esa dirección ante la duración de la crisis de la inflación. La dirigente de la OMC pidió a los gobiernos que no hagan proteccionismo comercial, “porque sus consecuencias podrían ser todavía peores”.
Los países en vías de desarrollo son los que más pueden sufrir las consecuencias de la crisis y el proteccionismo. Tienen “graves riesgos” derivados de la inseguridad alimentaria y de su fuerte deuda. Lo que se necesita, dice, es que la producción de bienes y servicios esté más diversificada, lo que ayudaría al crecimiento y a una mayor estabilidad de los suministros y de los precios a largo plazo. Una base amplia de la producción también serviría a una exposición menor de las cadenas de suministros a los fenómenos extremos provocados por el cambio climático.