Por Martha Bayne y Kari Lydersen | Centro de Periodismo Investigativo y The Chicago Reporter
En las semanas y meses después de los Huracanes Irma y María cientos de puertorriqueños que huían de la devastación llegaron a Chicago, hogar de más de 100,000 boricuas, la comunidad más grande en el Medio Oeste estadounidense. Los refugiados llegaron a un centro de acogida establecido en un edificio de Humboldt Park por activistas puertorriqueños, funcionarios de la ciudad y organizaciones sin fines de lucro.
Todavía afectados por el impacto y el trauma de perder sus hogares y sus medios de sustento por la tormenta, muchos se sentían desesperados y ansiosos por no saber dónde encontrarían vivienda, ingresos y alternativas para sus necesidades básicas en Chicago.
El programa de Asistencia de Vivienda Transitoria (TSA, por sus siglas en inglés) de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) está destinado a ayudar justo en estas situaciones, ofreciendo de inmediato vivienda de emergencia para los refugiados mediante el pago de su estadía en hoteles. Originalmente, el programa estaba programado para finalizar el 13 de enero, pero se ha extendido varias veces y ahora está disponible hasta el 30 de junio para las familias que ya usan el programa y que cumplen con los requisitos de elegibilidad.
Pero esto pudiera no tener un gran impacto en Chicago, ya que pocos refugiados han usado el programa.
Hasta abril, siete meses después de los huracanes, un total de solo 67 familias se habían hospedado en hoteles a través del programa de TSA en Illinois, de acuerdo a los datos provistos por FEMA, que define una familia como un individuo, pareja o familia.
Por esta razón, varios líderes de la comunidad dicen que el programa TSA está mal administrado, no se anuncia correctamente y está subutilizado en Illinois, negándole a las personas una opción de vivienda segura que podría haber ayudado a muchos más refugiados a recuperarse. Entrevistas con activistas y refugiados demostraron que muchos refugiados que podrían haber utilizado la asistencia de la TSA no conocían el programa, tenían información errónea o habían escuchado hablar de él, pero no pudieron averiguar cómo participar en el mismo.
Los grupos de abogacía y organizaciones comunitarias en Chicago dicen que hubo — y sigue existiendo — una gran necesidad de albergue temporero para los refugiados en la ciudad, que tiene una escasez de viviendas asequibles. A diferencia de la mayoría de los desastres naturales, la necesidad de albergue temporero en Chicago para muchos puertorriqueños no es solo una solución temporal hasta que puedan regresar a sus hogares, sino la primera etapa para recuperar su vida en una nueva ciudad.
Esto porque la devastación del huracán se sumó a la crisis de la deuda de Puerto Rico y los profundos recortes relacionados con el empleo público, los cierres de escuelas y la reducción de servicios, lo que significa que muchos puertorriqueños no tienen trabajo, electricidad, atención médica adecuada u opciones de educación a las cuales regresar, aún si su hogar está técnicamente habitable.
El TSA parece haber sido administrado de manera más efectiva en otros estados. Actualmente hay aproximadamente 2,450 familias registradas en hoteles participantes del TSA en 31 estados y Puerto Rico. FEMA dijo que hasta abril había gastado más de $55 millones en reembolsos en hoteles a nivel de Estados Unidos para más de 7,000 beneficiarios de TSA como resultado de los huracanes Irma, Harvey y María. Pero no informó la cantidad reembolsada a los hoteles de Illinois. En respuesta a una solicitud bajo la Ley de Libertad de Información (FOIA en inglés) para dichos datos, FEMA envió una hoja de cálculo incompleta que muestra $23,000 pagados a cuatro hoteles de Illinois para acomodar a 14 familias.
El portavoz de FEMA, Daniel Llargues, explicó que después de que las personas solicitan ayuda de FEMA, si son elegibles para TSA, se les notifica mediante una llamada telefónica dentro de 48 horas. Cualquier persona que solicite ayuda de FEMA se evalúa para elegibilidad del TSA, que normalmente se otorga si el desastre inhabilitó el hogar y no tiene otras opciones de vivienda. Los datos más recientes que tiene FEMA sobre el total de solicitudes en Illinois es de finales de 2017, cuando 498 familias fueron elegibles para TSA de un total de 643 que solicitaron asistencia general.
FEMA dijo que el TSA ha estado disponible para todos los refugiados en Illinois que son elegibles y decidieron usarlo, y que sus representantes han “enviado mensaje” a todos los que solicitaron ayuda y fueron encontrados elegibles. “Depende completamente del sobreviviente decidir si participa o no”, dijo un portavoz de FEMA.
Una necesidad que no se atendió
Roberto Maldonado es concejal del Distrito 26 de Chicago, que incluye el barrio puertorriqueño más importante de la ciudad, Humboldt Park. Maldonado ayudó a establecer el centro de ayuda en el edificio del parque, que cerró el pasado 1ro de mayo, pero que en los meses inmediatamente posteriores a María atendió hasta 100 personas por día.
Allí, las agencias de vivienda y otros proveedores de servicios ofrecieron asistencia y orientación para navegar la burocracia de Chicago, y FEMA tenía una mesa donde las personas podían solicitar ayuda federal, que podría incluir asistencia del TSA. Maldonado dijo que si bien aprecia los esfuerzos individuales de los empleados de FEMA, supo desde el principio que el proceso no sería fácil.
“Hacen las cosas tan complicadas”, dijo. “[El programa] no es fácil de usar para nada”. Si un refugiado es aprobado para el TSA, se le da un número de identificación personal y se le pide que busque en línea en una base de datos de los hoteles participantes para decidir dónde quiere quedarse, y hacer una reservación. Los hoteles eligen participar en el programa TSA a través de un contratista federal llamado Corporate Lodging Consultants, que centraliza la disponibilidad hotelera para los negocios del gobierno en general. Johnson dijo que, en casos especiales, FEMA podría realizar campañas para incluir a más hoteles, pero los portavoces dijeron que no se realizó ninguna campaña adicional en Illinois.
Maldonado no puede decir a ciencia cierta cuántas personas han tratado de usar el programa, pero dice que sabe que no es suficiente la ayuda que han recibido los “cientos y cientos” de refugiados puertorriqueños que actualmente están en la lista de espera para vivienda subsidiada administrada por la Autoridad de Vivienda de Chicago (CHA, por sus siglas en inglés).
Según un portavoz de la CHA, 105 refugiados han alquilado unidades y otros 50 están en el proceso de selección de viviendas a través de la Lista de Espera de Víctimas de Desastres del CHA, que le da prioridad a las familias desplazadas por desastres naturales sobre otras en la lista.
Algunos parecen haber confundido el TSA con el programa de vivienda subsidiada por el gobierno federal que administra la ciudad. Por ejemplo, cuando Grisel Santos, una optómetra de 31 años, llegó a Chicago en octubre, ella y su esposo estaban ansiosos por encontrar vivienda lo antes posible para su familia, que incluye a su pequeño hijo. Santos había escuchado hablar del programa TSA, pero una mujer de la iglesia a la que se había unido en Chicago, Rebaño Compañerismo Cristiano, le dijo que la pondrían en una lista de espera si perseguía esa opción, así que ella decidió olvidar la idea. Pero realmente no existe una lista de espera para TSA si se determina que la persona es elegible. Con la ayuda de la iglesia, Santos y su familia eventualmente encontraron una vivienda temporera en los suburbios de Cicero, Illinois.
Omar Torres-Kortright es el director ejecutivo del Centro Cultural Segundo Ruiz Belvis, en el barrio Hermosa de Chicago. Tres días después de que el huracán María azotara a Puerto Rico, el centro auspició una actividad de recaudación de fondos para el grupo Puerto Rican Agenda, donde recaudaron más de $70,000 para ayudar luego del paso del huracán.
Su recaudación de fondos continúa, pero esa suma inicial se usó para comprar suministros de emergencia — agua, linternas solares, baterías y más — que fueron enviados a Puerto Rico en dos aviones donados por United a fines de septiembre, uno de los cuales regresó con 300 refugiados.
En las semanas siguientes, el personal del centro fungió como trabajadores informales de casos para los puertorriqueños que llegaban a Chicago. Pero de la docena de familias que pasó por el centro, ninguna usó la ayuda de FEMA para encontrar vivienda temporera.
Torres-Kortright dice que la información sobre el programa TSA, que no se anunció hasta el 30 de octubre, unas cinco semanas después del Huracán María, era confusa y no se transmitió a la comunidad de manera oportuna.
“Sé con certeza que pudiera haber aliviado significativamente la situación de las personas si el programa se hubiera anunciado antes. Tenía personas que necesitaban esto”, dijo. Si hubiese sido mejor administrado, dijo, el TSA podría haber sido “un recurso enorme”. FEMA dice que se enviaron “mensajes” desde el Centro Nacional de Operaciones de Emergencia Empresarial en Washington, D.C., al American Hotel and Lodging Association, solicitándole que comunicaran y promulgaran participación en el programa TSA. No queda claro cuán eficiente fue eso.
Programa en cambio continuo
Para aquellos que necesitaban viviendas y que calificaban para TSA, había otros obstáculos. En la ciudad de Chicago ha habido relativamente pocos y, a veces, ningún hotel participando en el programa, lo que significa que los refugiados hubiesen tenido que vivir en hoteles en áreas rurales o en suburbios lejos de los barrios puertorriqueños de la ciudad y de los servicios sociales que necesitaban.
Aunque el programa se ha extendido tres veces, los refugiados pueden haberse desanimado por las fechas límites del programa establecidas a última hora en enero, marzo y mayo. También, porque los hoteles pueden ingresar y salir del programa en cualquier momento, incluso si sus tarifas temporeras aumentan durante las vacaciones o en las fechas pico, excediendo el tope cubierto por TSA. Por lo tanto, el programa podría parecer una opción no estable, incluso a corto plazo, para los refugiados que buscan inscribir a los niños en la escuela o buscar trabajo.
Cristina Pacione Zayas, copresidenta de la organización Puerto Rican Agenda, dijo que el programa TSA es solo un indicativo del fracaso de FEMA en Illinois.
Pacione Zayas dijo que FEMA subestimó la terrible situación de los puertorriqueños que llegaron a Chicago, incluyendo el hecho de que a muchos se les negó la ayuda porque no pudieron presentar la documentación requerida para probar su caso — un problema común después del huracán María. Los refugiados frecuentemente no tienen prueba, como un título de propiedad de su hogar, debido al desastre.
“¿Cómo verificas la información si vienes sin nada?”, preguntó Pacione Zayas, quien dijo que ayudó a múltiples refugiados en esta situación.
Agregó que el programa TSA fue de poca ayuda en parte por la mala publicidad del programa y la incertidumbre creada cuando se suponía que el programa finalizara y luego se extendía “a último momento”.
“Haciendo lo correcto”
La experiencia de los refugiados que participaron en TSA en Illinois parece ser positiva en algunos casos. A diferencia de la ciudad de Nueva York, donde el CPI reveló que las personas estaban alojadas en albergues y viviendas marginales — por ejemplo, un lugar identificado en el sitio web del TSA como un “bed and breakfast”, que la investigación reveló ser una guardería — los hoteles disponibles en Illinois son todas compañías y marcas principales y unas visitas a varios de ellos encontraron condiciones cómodas que incluyen desayuno gratis y personal simpático.
Nilkia Roldán, de 62 años, vivía en Guaynabo cuando María destruyó el techo y las ventanas de su casa. Ella dijo que le habían prometido ayuda de FEMA para arreglar la casa en Puerto Rico, pero nunca se materializó. Estaba desempleada, había perdido su trabajo en un gimnasio cuando, dijo, contrataron a una mujer más joven en su lugar. En noviembre, aún sin electricidad, decidió mudarse a Chicago, donde vive un primo.
El resto de su familia, incluyendo cuatro hijos y sus padres ancianos, se quedaron atrás. Cuando llegó a Chicago, Roldán buscó ayuda en el centro de bienvenida de Humboldt Park y un representante de FEMA le informó acerca de TSA. El 7 de noviembre se mudó al Sleep Inn en el área Suroeste de Chicago, cerca del aeropuerto Midway. Ella se quedó allí por más de tres meses, antes de mudarse a un apartamento en el área oeste de la ciudad el 14 de febrero de 2018.
Roldán dice que su experiencia con TSA fue buena. El hotel estaba limpio y el personal fue servicial. La mayoría de ellos hablaba español, dijo, y un subdirector era puertorriqueño. No podía quedarse con su primo, por lo que quedarse en el hotel fue un salvavidas.
“Estar aquí solo no es fácil, no es fácil y mucho menos a mi edad”, dijo en español. “Nunca había salido de Puerto Rico antes, nunca”.
El Sleep Inn es un edificio de tres pisos color crema y marrón en la esquina sureste del Midway Hotel Center en la Calle 66 con la Avenida Cicero, justo en las afueras de los límites de la ciudad en Bedford Park, Illinois. En el tranquilo vestíbulo hay un área de desayuno con mesas y un pequeño salón con sofá y televisor. Una habitación doble estándar incluye una cama, un baño con lavamanos y ducha, televisor y armario; algunas habitaciones tienen neveras. La mayoría del personal de limpieza habla español, dice la supervisora de operaciones Misty Felton, quien confirmó que hay algunas familias puertorriqueñas que todavía residen allí. Los servicios cercanos, sin embargo, son escasos. Hay pocos restaurantes cerca y la transportación pública más cercana es la guagua.
Doce millas al norte, el Hyatt Centric Loop, por el contrario, es una torre justo en el centro del activo distrito financiero del centro de Chicago, en la esquina de las calles Monroe y Clark. A fines de marzo, este hotel también continuó albergando a los puertorriqueños refugiados bajo el programa TSA, y los defensores y el personal del hotel se preguntan por qué a más refugiados no se les ha ofrecido la opción de quedarse allí.
El vestíbulo del hotel es sobrio y moderno, con poco espacio para arremolinarse, pero hay un restaurante francés y un lujoso bar fuera del vestíbulo, un salón exclusivo para huéspedes con café, té y aperitivos gratuitos en el tercer piso y otra barra en la azotea. Al otro lado de la calle hay un McDonald’s y a la vuela de la esquina del hotel hay un Walgreens. El hotel cuenta con varias líneas de guaguas y tren (metro).
El director de ventas, Daniel Lewellin, dijo en marzo que el hotel tiene 12 habitaciones reservadas para las familias que usan TSA, y los beneficiarios de TSA se han quedado allí por períodos que varían de unas pocas noches a dos meses. Siempre han tenido disponibilidad, dijo, por lo que encontrar espacio para más personas no ha sido un problema. El personal ha desarrollado relaciones con los refugiados puertorriqueños que permanecen allí, principalmente parejas de ancianos y madres solteras, e incluso donaron ropa de invierno y otros artículos para ellos, dijo.
Cuando se le preguntó por qué pensaba que el Hyatt era el único hotel del centro de Chicago que participaba en el programa, Lewellin dijo que no tenía idea. “Algunos hoteles podrían considerarlo como un asunto de tarifas, pero si tenemos la disponibilidad, vamos a hacer que las habitaciones estén disponibles …. Es lo correcto.”
A partir del 29 de abril, el Hyatt no figuraba en la base de datos de FEMA de los hoteles de Illinois que participan en el programa TSA; Lewellin dijo que en ese momento no tenían habitaciones disponibles.
“Los números”
El Midway Airport Center, Courtyard Marriott, Sleep Inn y Hilton Garden Inn se unieron a FEMA en el otoño una vez el TSA se hizo disponible en Illinois. El director de ventas del área, Andrew Wells, dijo que menos de 100 personas se han alojado en los tres hoteles bajo TSA y que los participantes tienen la opción de elegir el hotel en el que desean estar, a menudo cambiando de uno a otro entre los disponibles. Wells también dijo que está sorprendido de que más personas no estén aprovechando el programa.
El Concejal Maldonado y Omar Torres-Kortright dijeron que FEMA debió haber contratado más hoteles en Chicago para aceptar a los participantes, especialmente en las semanas posteriores a María. “No se le dio urgencia. Es una de las cosas de las que ellos [FEMA], se jactan que ponen a la gente en hoteles, pero en realidad no lo hacen”, dijo Torres-Kortright.
Y tiene razón. FEMA no trabaja directamente con los hoteles. En última instancia, encontrar un hotel participante que satisfaga las necesidades de un refugiado depende de la persona. “Si un hotel puede participar, los agregamos al programa y los sobrevivientes pueden hacer sus reservas”, dijo Sam Johnson, jefe de la división de asistencia médica de emergencia y asistencia masiva de FEMA. “Y si necesitan algún tipo de alojamiento, como una habitación accesible para discapacitados o una habitación para mascotas, está entre el sobreviviente y los hoteles en negociar. FEMA no interviene en nada”.
Lo que pudo ser
Algunos refugiados regresaron a la Puerto Rico, a pesar de un futuro incierto y precario, porque no encontraron un lugar para quedarse ni siquiera temporalmente en Chicago.
William Cepeda, músico puertorriqueño de jazz latino nominado al Grammy, dejó la isla y se fue a Chicago poco después de María, antes de que el programa TSA fuera anunciado.
Fue a Chicago porque le ofrecieron oportunidades de tocar y enseñar en la ciudad, pero terminó quedándose con un primo en Racine, Wisconsin, a 76 millas al norte. Permaneció en la región durante un poco más de un mes antes de sentirse tan frustrado con su búsqueda de vivienda en Chicago, o al menos más cerca de esa ciudad, que regresó a Puerto Rico.
“Si hubiera sabido antes [sobre TSA] me hubiera ayudado mucho, porque hubiera tenido la opción de tener un lugar seguro para vivir”, dijo Cepeda, quien ahora vive en Florida. “Decidí irme de Chicago porque necesitaba estar más seguro. Si hubiera un hotel o algo así, de seguro me hubiera quedado, porque me estaba reuniendo con gente en Chicago, tratando de obtener algo de ayuda, pero estaba … desorganizado. No podían decirme nada específico, porque no tenía un lugar para vivir, no tenía trabajo”.
“Me gusta mucho Chicago porque veo mucho potencial para mí allí”, agregó. “Pero no podría estar allí en invierno sin un lugar donde vivir”.
Carla Minet, Hannah Wiley, Gwen Aviles, Isabel S. Dieppa y Jessica Villagomez contribuyeron a esta historia desde Puerto Rico y Chicago.