Por redacción de Sin Comillas
El estereotipo de las mujeres como responsables del cuidado de terceros (hijos, progenitores, e incluso vecinos) y la falta de remuneración por esta labor son barreras que enfrentan las mujeres para alcanzar su potencial financiero, según el Coloquio de Economía Feminista, organizado por Proyecto Matria. Las mujeres dedican más del triple del tiempo que los hombres al trabajo de cuidado: unas 4:37 horas diarias.
“Si no hay quién se encargue del cuidado, la economía no se mueve, y ese cuidado se produce a expensas del tiempo y el del bienestar y salud de las mujeres” comentó Yanira Reyes Gil, coordinadora de la Red Feminista de Investigación en Género. “Por otro lado, el cuidado no es un asunto temporal pero sí es transversal, porque todos en algún momento lo necesitamos y el que no se distribuya justamente y recaiga en las mujeres, muchas líderes de familias monomarentales, las pone en situación de pobreza”, añadió.
En el Coloquio, en el que participaron también Martha Quiñones Domínguez, economista y planificadora, y por Amárilis Pagán Jiménez, fundadora y directora de Proyecto Matria, se analizaron las barreras estructurales que enfrentan las mujeres y los estereotipos de género que limitan su participación plena en la economía. El grupo denunció las brechas económicas provocadas por “pobres políticas públicas, un presupuesto gubernamental sin perspectiva de género, la división sexual del trabajo y una economía de los cuidados que no remunera a las mujeres por el tiempo que dedican a esta labor”.
De acuerdo con Quiñones Domínguez, existen soluciones efectivas en el desarrollo económico comunitario, que pueden construirse con los recursos propios de la comunidad y con el apoyo del gobierno, que debe demostrar su compromiso con las personas a las que representa dándoles participación en el diseño de un presupuesto con perspectiva de género que reconozca el derecho humano que tenemos todos. “No siempre las soluciones son relacionadas al surgimiento de empresas; puede haber necesidades económicas relacionadas a vivienda, a educación y a otras áreas que permitirán a esas mujeres salir de la pobreza”, comentó.
Por su parte, Pagán Jiménez compartió la experiencia de Matria en las comunidades que sirve, en las que ha podido recoger que los impedimentos para que las mujeres se desarrollen económicamente tienen que ver con barreras estructurales (pobre o ningún sistema de transporte colectivo, procesos burocráticos de permisos, acceso a sistemas de justicia, por ejemplo), problemas personales (violencia de género, falta re recursos económicos), brechas tecnológicas (falta de internet, problemas de comprensión de uso).
“A pesar de que a nivel global el trabajo de cuidado representa anualmente unos $10,800 millones para las economías del mundo, no es remunerado y por lo tanto no cuenta, porque quien paga es quien manda. En la medida que le demos valor al trabajo de las mujeres le damos poder. Y no se trata solo de salarios ni reformas laborales, es desde un abordaje mucho más profundo que considere derechos económicos, sociales, culturales y con una perspectiva de género”, comentó Pagán Jiménez.