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El Gobierno y el pueblo griego no tuvieron otra alternativa que aceptar otra ronda de duras medidas de austeridad para recibir su tercer rescate financiero por valor de US$ 95.000 millones, una píldora difícil de tragar dada la terrible situación de la economía del país, la cual, para muchos, sería fruto de las políticas de austeridad anteriores.
El ahora ex primer ministro griego, Alex Tsipras, y su partido, Syriza, asumieron el poder en enero impulsados por una ola contraria a la austeridad. Al pueblo griego no le faltan argumentos para no simpatizar con este tipo de medidas, ya que desde la ronda inicial de medidas de austeridad hace cinco años, el PIB cayó cerca de un 30 %, los niveles de desempleo rondan el 26% y aproximadamente 1/3 de los griegos viven por debajo del umbral de la pobreza. Además, el desempleo entre los jóvenes sobrepasó el 50% y muchos de ellos, incluyendo los más talentosos, están dejando el país.
De acuerdo con el último paquete de ayuda financiero, Grecia tendrá que hacer reformas en el sistema de jubilación anticipada, tendrá que acabar con las amnistías y exenciones fiscales y privatizar puertos y aeropuertos regionales. Una señal de que las nuevas demandas puede que sean excesivas es que el Fondo Monetario Internacional dijo que no participará en la ronda actual del rescate financiero, a menos que sea incluido en el paquete medidas de alivio para la deuda griega, para consternación del Banco Central Europeo y de la Comisión Europea.
Como consecuencia de todo ello, la presión sobre Tsipras y su partido ha sido enorme. A finales de agosto, el presidente del país, Prokopis Pavlópulos, ha tenido que disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas para el 20 de septiembre tras la dimisión del casi recién estrenado primer ministro, decisión que éste justificaba por la disidencia interna de su partido y la necesidad de contar con el apoyo popular para aplicar los acuerdos alcanzados con las instituciones.
Aunque otros países, entre ellos Reino Unido, España y Portugal, también se hayan sometido a estos rigores fiscales, el grado de éxito ha variado. La tasa de desempleo en España, por ejemplo, continúa siendo alta, un 22%, pero ha bajado del 27% que alcanzó en el ciclo actual. A pesar de la mala situación del mercado laboral, los resultados obtenidos con la política de ajustes adoptada por el Gobierno de este país frente a la crisis sirven de argumento a favor de la austeridad para países como Alemania, donde los medios destacaban recientemente que, en los próximos ejercicios, las tasas de crecimiento de España duplicarán las del país germano.
Por lo tanto, ¿la austeridad funciona? ¿O sólo empeora las cosas? La respuesta más corta, según los especialistas, es que “depende”, sin embargo, en el caso de Grecia, la mayoría cree que la austeridad por sí sola no puede devolver la salud a la economía griega.
En general, se considera necesaria la austeridad cuando un Gobierno gasta demasiado y, por consiguiente, necesita recortar gastos para recuperar su balance patrimonial y la confianza en la economía. “Los gobiernos con grandes deudas y déficits públicos tienen poca o ninguna elección: continuar gestionando un déficit de grandes proporciones en esas circunstancias pone en riesgo la posibilidad de financiarlo, dada la dificultad de la situación, lo que requiere una contracción fiscal aún más rigurosa”, dice Sir Charles Bean, profesor de Economía de la London School of Economics y ex economista jefe del Banco de Inglaterra.
Aunque la austeridad devuelva la salud financiera, es raro que tales políticas hagan que la economía crezca más rápidamente, observa João F. Gomes, profesor de Finanzas de Wharton. La austeridad, añade, es usada para “frenar los grandes gastos”. El problema de Grecia, sin embargo, fue lo que vino después: “Ellos pisaron a fondo el freno, pero el efecto recesivo derivado de ello fue muy grande”, observa Olivier Chatain, profesor de Políticas Estratégicas y de negocios de la Escuela de Negocios HEC, de París, e investigador bursátil del Instituto Mack de Gestión de Innovación de Wharton [Mack Institute for Innovation Management].
Muchos economistas, sin embargo, destacan que aunque la austeridad pueda ser el remedio apropiado cuando una economía crece demasiado deprisa y se sobrecalienta por la inflación, no tiene sentido recortar gastos cuando la economía ya está cayendo.
La austeridad fiscal ha sido “contraproducente para la economía griega y debería ser interrumpida hasta que la economía esté claramente en un proceso de expansión auto sostenible”, dice Mark Zandi, economista jefe de Moody’s Analytics. “En otras palabras, la troika [Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el FMI] no deberían obligar a Grecia a reducir su déficit presupuestario ajustado cíclicamente hasta que la tasa de desempleo del país esté cayendo de forma rápida y consistente”.
Bulent Gultekin, profesor de Finanzas de Wharton, añade: “Las medidas de austeridad sin final empeoraron la situación del país. Es la receta equivocada administrada al paciente errado y de forma equivocada”.
En algunos casos, la devaluación de la moneda es usada como herramienta para incentivar a las economías con problemas. Pero en el caso de Grecia, la devaluación cambiaria es imposible, ya que el país comparte la misma moneda —el euro— con muchos de sus socios comerciales. Sin embargo, aunque los países compartan la misma moneda, sus políticas fiscales son diferentes.
“Algunos países disfrutan de la afortunada posición de conseguir mantener un déficit por cuenta corriente durante un buen tiempo, pero sólo porque se benefician de pagos de transferencias sustanciales —por ejemplo, Israel— o porque tienen posibilidades de inversiones atractivas, como Australia y Canadá”, dice Richard Herring, profesor de Finanzas de Wharton y director adjunto del Centro de Instituciones Financieras de Wharton [Wharton Financial Institutions Center]. “Grecia no se encuentra en esa posición privilegiada, aunque su pertenencia a la UE le haya dado acceso a transferencias permitiéndole obtener prestamos por un periodo mucho más largo de tiempo que si hubiera permanecido fuera de la UE”.
Recesión en el “balance patrimonial”
De forma reciente, el FMI publicó un análisis según el cual sería necesario un periodo de tiempo mucho más amplio para que Grecia pudiera pagar su deuda dada su posición económica actual; además de eso, la troika debería aceptar la reducción del valor de la deuda griega. El análisis también hace referencia a un estudio anterior del FMI en que la institución reconoce que hubo errores significativos en la estimación de los efectos sobre el crecimiento económico de las medidas iniciales de austeridad impuestas a Grecia en 2010. Se esperaba que la fuerte política de consolidación fiscal costara 50 euros por cada euro recortado del presupuesto del Gobierno griego. En realidad, sin embargo, el coste fue de 1,50 euros por cada euro recortado. Se subestimó el impacto a la baja del índice fiscal de una economía que ya estaba en recesión.
“El FMI está a favor de la reducción del peso de la deuda griega, pero tiene que convencer ahora a los líderes de la Comisión Europea de que esa es la única manera de poner fin a la crisis persistente de la deuda”, observa Zandi. Gomes resalta que si leemos entrelíneas, inclusive la canciller alemana Angela Merkel, todo el mundo cree que el alivio de la deuda, o la prórroga de su ejecución, es una posibilidad para Grecia. Sin embargo, es preciso tener cuidado a la hora de establecer un precedente; de lo contrario, España, Italia y Portugal también van a querer que su deuda sea reducida. “Esta es sólo la punta del iceberg. Las cosas no se limitan sólo a Grecia”, añade Gomes.
Según Richard Koo, economista jefe del Instituto de Investigaciones Nomura, empresa de servicios de consultoría de Tokyo, Grecia fue forzada a hacer una consolidación fiscal cuando el “balance patrimonial del país ya estaba en recesión”. Todo el mundo, dice, inclusive el Gobierno, estaba amortizando la deuda. “Cuando eso sucede, se crea una espiral inflacionaria, y por eso es por lo que Grecia perdió casi un 30% de su PIB”.
El concepto de recesión del balance patrimonial, acreditado en gran medida por Koo, se basa en la idea de que cuando el sector privado se concentra en la amortización de la deuda y en el ahorro, en lugar de tomar prestado, aunque a tasas nulas de interés, la economía se desacelera. El concepto es en cierta forma contrario a la intuición porque cuando una familia muy endeudada recorta gastos para pagar lo que debe, su balance patrimonial mejora. Pero cuando el sector privado entero de un país recurre al desapalancamiento, o minimiza su deuda, y el Gobierno deja de gastar —o no puede hacerlo— la demanda de esa economía disminuye de forma persistente y entra en recesión y, posiblemente, incluso en depresión. En otras palabras, grandes recortes de gastos pueden tener el efecto opuesto al deseado en la economía en general. Se puede atribuir ese fenómeno a la “década perdida” de Japón, así como a la recesión de 2007 a 2009 en EEUU.
Koo compara la estrategia del FMI respecto a Grecia con los mismos errores que cometió Japón, en 1997. “En una burbuja, los inversores privados contrataron crédito para ganar ríos de dinero. Se quedaron con inmensos activos y pasivos”, dice Koo. “Cuando cayeron en la bancarrota, tuvieron que amortizar su deuda. Cuando todo el mundo amortizaba lo que debía a tasas de interés bajas, el Gobierno era el prestatario en última instancia”. Pero, cuando todos, inclusive el Gobierno, amortizan lo que deben, y nadie gasta nada, hay una espiral deflacionaria y, a continuación, el colapso de la economía, añade Koo.
“¿Medida necesaria?”
Al mismo tiempo, el Banco Central Europeo (BCE) publicó un estudio según el cual eran necesarias medidas de austeridad para la recuperación a medio y a largo plazos de los países del euro con una relación deuda pública/PIB elevada, aunque los esfuerzos de consolidación fiscal de corto plazo fueran dolorosos. John Cochrane, investigador bursátil de Hoover Institution en la Universidad de Stanford, dice que el objetivo de tales políticas es revertir déficits presupuestarios persistentes, reformar los gastos sociales descontrolados, las pensiones, subsidios e industrias estatales, junto con una fuerte reforma estructural, liberalizando los mercados de productos y de trabajo, asfixiando la corrupción y la evasión fiscal. “El objetivo inicial era impedir el movimiento hacia el impago descontrolado de la deuda del Gobierno; asegurada la estabilidad de largo plazo de sus finanzas, las tasas de interés caerían, permitiendo el pago lento de la deuda”, explica Cochrane.
Pero Cochrane dice que “el gasto del Gobierno continúa muy por encima de un 50% del PIB. Es verdad que ambos cayeron [desde el inicio de la crisis de la deuda griega], pero la mitad aún es la mitad. Básicamente, las reformas estructurales jamás ocurrieron. Las ventas de activos jamás se concretaron. Impuestos, o por lo menos ‘pretendidos’ impuestos, subieron y tuvieron el efecto previsible de empujar a más gente a la informalidad o reducir la actividad económica”. Cochrane añade que “muchos planes de austeridad dependen demasiado de los aumentos de impuestos. Este no es el momento de decir a las personas que pagan del 50% al 70% de porcentaje de impuesto que los impuestos se elevarán de forma sustancial, especialmente si han invertido su dinero en la apertura de nuevos negocios y en la contratación de personal, en lugar de ahorrar lo que sobró en el exterior”. Además, Cochrane no cree que una reducción de la deuda animaría a los griegos a hacer reformas estructurales, aunque el dinero pudiera ayudar a Grecia a resistir un poco más.
Según Herring, el perdón de la deuda será sólo “un paliativo, a menos que venga acompañado de medidas del lado de la oferta […] Grecia hizo algunos intentos relativamente modestos de introducción de políticas del lado de la oferta —privatización, reducción de algunas distorsiones de precios y de subsidios, etc.— pero incluso esos intentos fueron revertidos por el Gobierno de Syriza”. Gomes añade que, el año pasado, los indicadores económicos de Grecia mostraban crecimiento, lo cual se habría retomado si las políticas del lado de la oferta no hubieran sido abandonadas. “Las elecciones de principios de año acabaron con la capacidad o la disposición de Grecia de hacer cualquier cosa. Las elecciones políticas añadieron un conjunto más de problemas que harán los próximos dos años muy difíciles”, añadió Gomes.
En la crisis de Reino Unido, de 2009, “había un gran déficit que podía tener como resultado un problema serio de credibilidad”, explica Patrick Minford, profesor de Economía de la Universidad de Cardiff, en Gales. “Declarar la ‘austeridad’ como forma de disminuir el déficit y hacer que la deuda cayera nuevamente en relación con el PIB era imprescindible para evitar un choque de credibilidad…” Posteriormente, hubo algunos choques, añade Minford, lo que incluye la crisis de la zona euro. Eso significaba que adherirse rígidamente a la trayectoria original de recortes habría causado la desaceleración de la recuperación del país. “Por lo tanto, el calendario de trabajo se relajó”, dice Minford. “Como consecuencia de ello, Reino Unido ha tenido una fuerte recuperación económica de forma reciente”.
Qué debería haber sucedido
En Grecia, incluso con las condiciones del último rescate financiero, Tsipras ha tenido dificultades para conseguir apoyo dentro de su partido. “El partido podría implosionar porque hay quien no concuerda con el rumbo que están tomando las cosas” y podría haber otra elección en breve, señalaba Gomes antes de que se conociera la dimisión de Tsipras y la convocatoria de elecciones.
Cuando la crisis griega salió a relucir por primera vez, en 2009, el Gobierno griego ocultó, en un acto equivocado, el nivel de deuda. “Tenemos la prueba del crimen: los griegos falsearon los libros”, dice Koo. “Tenía que haber austeridad, pero no al nivel que el FMI impuso en aquella época. Era ineludible que se produjera el colapso del PIB griego, pero la reducción del 26% del PIB fue una exageración”. Si el FMI hubiera explicado al pueblo griego que el PIB pasaría por un cierto declive, dice Koo, la desconfianza actual respecto al FMI no sería tan grave. En aquella época, “el FMI aparentemente no comprendió la recesión del balance patrimonial e hizo una previsión optimista y así perdió credibilidad, creando turbulencias políticas”.
Según Gultekin, Grecia debería haber recortado su gasto militar y disminuido los salarios. “Ellos podrían haber reestructurado el presupuesto de otra forma y canalizado fondos y recursos de manera diferente. Sin lugar a dudas es difícil hacerlo porque hay mucha inercia en el sistema”.
Además, dice Cochrane, “en primer lugar Europa no debería haber rescatado a los bancos alemanes y franceses y permitido a Grecia caer en el impago. En una unión monetaria, la deuda soberana es como la deuda corporativa. Las empresas entran en default —o deberían hacerlo— sin rescate financiero, y no dejan una zona monetaria cuando lo hacen. Europa no debería haber permitido e incentivado que los bancos nacionales acumularan deudas nacionales”.
Qué se puede hacer
Para estimular la recuperación griega, Koo sugiere “menos austeridad y más estímulo fiscal”. Francesco Caselli, profesor de Economía de la London School of Economics, también cree que es preciso “dar prioridad a las reformas estructurales, y no a la austeridad. Grecia debería haber sido objeto de alivio significativo de su deuda y debería haber tenido más tiempo para equilibrar el déficit”.
La ayuda debería venir también de nuevas políticas fuera del país. “Los salarios en Alemania deberían subir y la demanda del Gobierno de bienes y servicios también”, añade Mauro Guillén, profesor de Gestión de Wharton y director del Instituto Lauder [The Lauder Institute]. Las economías superavitárias, como las de Alemania y de Holanda, que pueden gastar más, deberían hacerlo, dice él.
Gultekin concuerda, destacando que Alemania “es la mayor beneficiaria de la UE. El superávit por cuenta corriente del país es significativo, lo que ha creado problemas debido a la tasa de cambio fija”. Minford añade que “no es saludable para Alemania gestionar grandes superávits comerciales. Ellos están saboteando al resto de Europa”. Él destaca que Alemania “no está preocupado por el choque de demanda, e insistir en medidas rígidas de austeridad está dando como resultado un fuerte choque de demanda para el resto de Europa”.
Koo también recomendó que España y Portugal se comprometan con esfuerzos de estímulos, ya que ambos países tienen economías significativas en el sector privado. Gomes dijo que el aumento de la aversión al riesgo y del ahorro en el sector privado es un fenómeno global causado por la falta de confianza y por el incremento de la baja productividad en el mundo. “Grecia necesita comprometerse a quedarse en el euro, abrir completamente su sistema bancario, hacer una reforma estructural del lado de la oferta, abrirse completamente y crecer como un tigre asiático. El crecimiento rápido permitiría al país pagar fácilmente sus deudas”, añade Cochrane.
Otros, sin embargo, creen que Grecia debería salir de la zona euro. “En mi opinión, Grecia estaría justificada si decidiera el impago de forma unilateral y saliera de la zona euro, lo que sería aún la mejor opción para el país”, dice Caselli.
Para Guillén, si Grecia no formara parte de la zona euro, “no se estaría enfrentando al problema a que se enfrenta hoy en día. La UE está imponiendo limitaciones al país que él no está dispuesto a cumplir. No estoy defendiendo la salida de Grecia”, pero eso podría ayudar al país, dice.
Próximos pasos
¿Cómo podrá Grecia seguir adelante? Muchos especialistas creen que el pago pleno de la deuda griega no está en el programa. “La deuda de Grecia no se puede pagar bajo ninguna circunstancia”, dice Koo. “El país tiene que someterse a los procedimientos de suspensión de pagos. No podemos seguir adelante mientras los alemanes y los holandeses no se den cuenta de que ese dinero jamás será pagado y que las medidas de austeridad están empujando a la economía griega cada vez más rumbo a la depresión”.
“Hay un gran abismo entre lo que se le pide a Grecia y lo que Grecia puede hacer”, dice Chatain.
Es importante tener una economía y un presupuesto equilibrados, pero es necesario mucho tiempo para que los países se recuperen de la recesión, dice Guillén. “Pero cuando países que hacen negocios entre sí están integrados, como en Europa, y ponen en práctica medidas de austeridad al mismo tiempo, tiene más sentido hacer ajustes”, dice Guillén. “Estoy de acuerdo con reducir los déficits de los gobiernos, pero no estoy de acuerdo con que eso sea todo lo que podemos hacer”.