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Por David R. Martín*

En anticipación de la visita de Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel en Economía, el presidente del Centro para una Nueva Economía, Miguel Soto-Class fue citado por El Nuevo Día diciendo: “No se trata de traer alguien de afuera para que nos diga qué hacer, porque eso es algo que toca a los puertorriqueños trabajar”.

No he tenido el privilegio de conocer personalmente al Sr. Soto-Class para aclarar lo que quería decir. Sin embargo, conozco personalmente a otros miembros de mi familia puertorriqueña que demuestran una actitud despreciativa hacia los consejos y las ideas de fuentes externas.

Casi siempre me encuentro en la minoría cuando rechazo “la teoría de la colonia” para explicar nuestros problemas económicos. Pero si “la teoría de la colonia” abarca la mentalidad insular que repele todas las ideas externas, toda crítica constructiva foránea y análisis nuevo, entonces me suscribo en parte a esta teoría simplista.

Me dirijo además a los otros altos representantes del gobierno “que brillaron por ausencia” en la visita del Prof. Stiglitz. Quizás, ellos también pensaban que no tenían que escuchar los comentarios de una persona del calibre de este renombrado economista porque “alguien de afuera” no debe pretender decirle a nosotros “qué hacer” para salir del desastre económico que creamos nosotros y solamente nosotros.

Tuve el privilegio de obtener mi bachillerato de la misma universidad (Amherst College) donde estudió el Prof. Stiglitz. Y me consta que tiene un departamento de español de primera calidad. Aunque no me consta si allí el Prof. Stiglitz tomó cursos de español, él es el tipo de persona que no necesitaría saber otro idioma para palpar de antemano un prejuicio en contra de “alguien de afuera”. Es decir, el Prof. Stiglitz no requiere que le digan que debe atemperar sus comentarios y ser comedido para no ofender a ciertas personas de orgullo insular.

En este sentido, me pareció muy diplomático de su parte y de mucha astucia política acordar, en términos generales, con nuestras quejas sobre la Ley de Cabotaje y nuestra relación con los EE.UU. Sin necesitad de ser diplomático, yo me encuentro entre la minoría que piensa que son temas muy alejados de las verdaderas razones de nuestra crónica enfermedad económica.

Sin embargo, el Prof. Stiglitz tuvo la valentía de condenar la filosofía central de desarrollo económico de ésta y de las otras administraciones de turno: los incentivos contributivos.

Ahora no son solamente nuestro propio gran economista puertorriqueño Francisco Catalá Oliveras y yo (de padre de Yauco y madre de Vega Alta) que rechazamos a los incentivos contributivos como nuestra estrategia principal de crecimiento. Ahora un experto de reconocimiento mundial en el campo de economía ha concluido lo mismo.

Quizás, por eso, el gobernador y otros miembros de su equipo económico no estuvieron presentes para su visita. Quizás, por eso, no cancelaron todos sus planes – como debieron haber hecho – para escuchar una de las mentes económicas más importantes de este siglo decirles “qué hacer”.

* El autor es abogado corporativo y autor de “Puerto Rico: El Manual de Rescate Económico” (2013)