Elías Gutiérrez

Por Elías R. Gutiérrez*

La batalla se ha desatado con fuerza. Los políticos disparan por todos los flancos. El público se encuentra totalmente confundido. No es para menos. La educación de nuestro país no ha preparado al electorado para un debate que requiere conocimientos básicos de economía, finanzas, democracia representativa y otros elementos fundamentales de la estructura institucional.

En un sólo término se incorporan tres conceptos importantes para entender las consecuencias de la legislación propuesta para alterar el sistema de impuestos vigente. Me refiero al IVA. Es decir, al impuesto al valor añadido. Se le explica a la ciudadanía que se trata de un impuesto al consumo. Es decir, que no se trata de un impuesto al ingreso, ni a la propiedad, ni a ciertos productos que ya está gravados por arbitrios, p.ej. la gasolina. Se le trata de explicar al pueblo que este impuesto resulta ser superior al vigente en términos del bien común. Que reduce el castigo que inflige hoy día el impuesto al ingreso. Que estimula el ahorro y aumenta, de esta manera, las fuentes de financiación a la inversión. Que existen formas para mitigar el efecto regresivo que seguramente traerá el tributo. Que expande la base que tributa y, por ende, resulta más justo que el sistema actual.  Que hay más de 150 países que utilizan el IVA y que, por lo tanto, se cuenta con la experiencia de esas jurisdicciones para implantarlo en Puerto Rico efectivamente. El Ejecutivo lo propone como elemento central de una reforma contributiva. Pero lo defiende con timidez y casi con vergüenza.

Decía Russell B. Long, ex senador Demócrata por Luisiana (1948-87) y Presidente de la Comisión de Finanzas del Senado, que el significado de una reforma contributiva era simplemente lo siguiente:

“Don’t tax you, don’t tax me, tax that fellow behind the tree!”

El público siempre rechaza y detesta cualquier impuesto. Los contribuyentes no entienden los términos y los que entienden no confían en un gobierno que percibe le ha mentido antes. Otros, los que ahora escapan a la tributación del Estado, no desean que ocurran cambios en un estado de situación al que han logrado acomodarse. Todos prefieren siempre que el paganini sea el otro. Finalmente, hay quienes simplemente están opuestos al cambio, a cualquier cambio.

En el plano de la política partidista, se da ahora una situación que, si bien era previsible, resulta muy lamentable. Los candidatos declarados y potenciales a la gobernación por el PNP declaran que no implantarán el sistema que apruebe la Legislatura donde hoy el PPD cuenta con una mayoría.  Es decir, que aún antes de radicarse el proyecto de reforma contributiva, ya la oposición lo descarta y promete desacatar la legislación inyectando, de paso, una dosis tóxica al sistema fiscal y financiero del gobierno de Puerto Rico. Cunde la incertidumbre. De esta forma se hace un gran daño a la maltrecha credibilidad del gobierno y solo se logra que las escasas alternativas de financiación que aun quedaban se evaporen.

Barrenar el barco desde adentro para hundirlo solo puede explicarse como un acto de sabotaje. Sospecho que se trata de un intento suicida motivado por la noción de que la destrucción del gobierno del ELA forzará un cambio de status.  Más aun, que el cambio resultará en la estadidad federada. Tengo que admitir que la lógica de tal pensamiento escapa a mi capacidad de comprensión. Me veo forzado a interpretar la estrategia como totalmente irresponsable.

* El autor es economista y planificador