Por redacción de Sin Comillas
Desde el 9 de junio al 6 de septiembre, la pintura Flaming June, de Frederic Leighton, estará expuesta en The Frick Collection, Nueva York, en préstamo desde el Museo de Arte de Ponce en Puerto Rico. La exposición está organizada por Susan Grace Galassi, Curadora Senior de la Frick. La exposición cuenta con el apoyo de la Fundación Peter J. Sharp, así como el apoyo de Juan A. Sabater y Marianna Nuñez de Sabater.
Nacido en Scarborough, Yorkshire, en 1830, Leighton fue uno de los artistas más reconocidos de la era victoriana. Fue pintor y escultor, además de desempeñar un papel central en el mundo del arte, sirviendo durante un largo tiempo como presidente de la Royal Academy, y tomó un camino inusual entre el clasicismo académico y la vanguardia. Receptor de muchos honores durante su vida, es el único artista británico elevado a la nobleza, con el título de Lord Leighton, Barón de Stretton, en el año de su muerte. Sin embargo, casi no tuvo ningún seguidor, y su impresionante producción fue prácticamente olvidada durante el siglo XX.
La técnica virtuosa de Leighton, su meticuloso proceso creativo, y la temática intelectual de sus obras resultaban anticuadas para la
generación que se educó en el Impresionismo, cuyo énfasis estaba en la frescura en la ejecución. No obstante, una de sus últimas obras pasó para siempre a la fama: Flaming June (“sol ardiente de junio”), una idealizada mujer que duerme con una túnica semitransparente de color azafrán.
Apunta Galassi que “a pesar de la fama del cuadro, nunca antes se había mostrado en Nueva York. Al lado de este impresionante lienzo se mostrará un pequeño boceto al óleo, procedente una colección particular, que Leighton ejecutó para trabajar la gama tonal del cuadro. Las dos obras no se reunían desde el final del siglo XIX, y nos complace grandemente el ofrecer a nuestros visitantes esta oportunidad única de verlas juntas. Estas dos obras de Leighton se mostrarán en el Salón Oval, rodeadas por los cuatro retratos de gran formato del artista americano James McNeill Whistler, contemporáneo de Leighton que vivió expatriado en Europa. Esta instalación marca así el regreso de los retratos de Whistler a las galerías, y ofrece una nueva oportunidad de considerar las conexiones entre las obras maestras de estos dos artistas”.
Frederic Leighton era hijo de un rico médico inglés. A la edad de quince años comenzó su educación artística en el
Städelsches Kunstinstitut de Frankfurt, ciudad a la que su familia se había mudado algo antes, y llegó a estudiar con
Edward von Steinle, un artista de la escuela Nazarena. Habiendo perfeccionado el dibujo preciso y lineal de su maestro,
viajó a Roma para continuar sus estudios y entró a formar parte de una comunidad internacional de artistas. Allí,
Leighton pintó un monumental cuadro al óleo repleto de detalles, La famosa Madonna de Cimabue, sacada en
procesión por las calles de Florencia (1853–55, National Gallery, Londres, cedido por Su Majestad la Reina). Esta, su
primera obra aceptada para una exposición de la Royal Academy, fue comprada por la reina Victoria para el palacio de
Buckingham, lo que transformó de inmediato en celebridad a Leighton, que tenía entonces veinticuatro años.
Tras más de una década en Alemania e Italia, Leighton pasó tres años en París en un momento en el que Ingres y Delacroix dominaban la escena. Empezó a estar cada vez más interesado en el color, confesando a Steinle su “preferencia fanática” por el mismo por encima de la línea, aunque dominó ambos. En 1859 regresó a su país natal, donde su preparación académica, su familiaridad con el mundo clásico y renacentista, y su experiencia directa de las tendencias artísticas imperantes en las principales capitales del arte en Europa lo hicieron destacar entre sus contemporáneos ingleses. En Londres, Leighton conoció a miembros de la Hermandad Prerrafaelita, entre ellos Dante Gabriel Rossetti y Edward Burne-Jones, así como a James McNeill Whistler; con ellos dio forma al radical Movimiento Estético, que puso énfasis en los aspectos formales del arte. Pero a pesar de la insistencia de Leighton en la preeminencia de la composición, el diseño y la armonía del color por encima del tema, su obra bebe con frecuencia de fuentes literarias y está repleta de asociaciones poéticas.
Expuesta en la Royal Academy en 1895, Flaming June pertenece a un grupo de figuras femeninas idealizadas que Leighton pintó en la última década de su vida. Estas protagonistas robustas y sensuales adoptan una variedad de actitudes – algunas posan como sibilas o musas en momentos de inspiración, mientras que otras están dormidas o absortas en meditación. De estas poderosas obras tardías, Flaming June es la que impacta de forma más inmediata a quienes la observan, por su erotismo y armonía del color, su atractiva composición, y su temática elusiva.
Envuelta en paños radiantes y líquidos que revelan la forma de su cuerpo desnudo, una bella joven sentada de lado llena la mayor parte de un lienzo perfectamente cuadrado. Está perdida en un sueño, pero su cuerpo es dinámico y parece rotar sobre sí mismo en un bucle continuo. Más próxima a un bajorrelieve que a una figura de bulto, está integrada en un sobrio escenario clásico que parece ser una terraza o parapeto de mármol. A la derecha, un ramillete de adelfas cuelga sobre una repisa mientras que un toldo decorativo marca el borde del lienzo. Las pinceladas cuidadosamente unidas de la carne de la modelo y partes del vestido de chifón quedan subrayadas por los toques de impasto, que representan el brillo del mar al fondo.
Mientras que la ingeniosa composición de Leighton atrae inmediatamente al observador, la forma compleja del cuerpo compensa la aparente serenidad de la mujer dormida. Al observarla con mayor detenimiento, se percibe una discrepancia entre la parte superior e inferior de su cuerpo. Ambas piernas están muy dobladas, y la rodilla izquierda sobresale mucho sobre la derecha, casi hasta el nivel de la cabeza. La pierna derecha, muy alargada, se extiende de un lado a otro del cuerpo en una poderosa horizontal, y cae después de la rodilla en una diagonal aguda, el talón sobre el suelo. Sus brazos desnudos, doblados en los codos, hacen eco de la angularidad de las piernas y enmarcan los senos ligeramente velados y la cabeza, que descansa en el ángulo del brazo. Aunque las dos mitades del cuerpo son más o menos simétricas, la parte superior se caracteriza por su pasividad y el vuelo de la mente, mientras que la inferior es robustamente física y transmite una sensación de vitalidad y sexualidad latentes. Las alusiones a obras de arte del pasado apuntan hacia otro nivel de significado. Leighton habría esperado que sus contemporáneos detectaran referencias a obras de Miguel Ángel, a quien admiraba. La posición de las piernas de Flaming June y su postura acurrucada evocan una de las obras más eróticas del maestro renacentista, Leda y el cisne, de 1629, así como la escultura de mármol La Noche, creada algo antes, que sirvió de inspiración para Leda. Aunque la modelo de Flaming June mira en la dirección opuesta, las alusiones a estas obras famosas traen consigo connotaciones de muerte y erotismo desbocado. ¿Es Flaming June más “femme fatale” que bella durmiente?
En un ensayo en la publicación que acompaña a esta muestra, Pablo Pérez d’Ors, Curador Asociado de Arte Europeo del Museo de Arte de Ponce (Puerto Rico) explora la interpretación del cuadro en el contexto de la vida de Leighton y en relación con temas y símbolos de la poesía victoriana, con los que el cultísimo Leighton estaría familiarizado. En el momento de pintar Flaming June Leighton sufría de un problema médico, la angina de pecho, que le habría hecho consciente de que se acercaba al final de su vida. De hecho, Leighton estaba demasiado mal como para asistir a la apertura de la exposición de la Royal Academy en mayo de 1895, en la que Flaming June y otros cuadros suyos ocuparon lugares de honor. El artista y durante muchos años presidente de la Academia moría ocho meses más tarde.
En la poesía victoriana, el sueño y la muerte a menudo se equiparan, mientras que las adelfas a menudo simbolizan peligro. Carnosas e intensamente perfumadas, estas flores voluptuosas llaman directamente a los sentidos y son muy venenosas, lo que lleva a Pérez d’Ors a cuestionar si su presencia en el cuadro indica que la mujer dormida, como las flores, pudiera ser tan peligrosa como atractiva. Estas asociaciones, deliberadamente ambiguas, han contribuido sin duda a la fascinación que ha ejercido Flaming June sobre generaciones de observadores.
El viaje de Flaming June al Caribe no es menos colorido que el cuadro mismo. Tras pasar por las manos de más de un
coleccionista privado a principios del siglo XX, el cuadro fue olvidado durante un tiempo para ser redescubierto en
1962 bajo un falso panel de una chimenea en una casa a las afueras de Londres. Después de cambiar varias veces de
dueño, fue adquirido ese mismo año por Jeremy Stephen Maas, un marchante a quien se atribuye haber rehabilitado el
arte victoriano, que estaba pasado de moda desde principios del siglo XX. Fue en la galería londinense de Maas donde
el cuadro fue encontrado por alguien avanzado para su época, Luis A. Ferré, el fundador del Museo de Arte de Ponce,
que junto con el historiador del arte y primer director del museo, René Taylor, estaba desarrollando la colección. (El
museo se fundó en 1959.) Ferré dijo que se enamoró de Flaming June a primera vista. Compró otras obras de artistas
británicos del siglo XIX, creando uno de los más grandes conjuntos de arte victoriano fuera de Inglaterra y una
colección en la que Flaming June es la favorita del público.