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Por Elías Gutiérrez*

En días recientes el presidente del Senado ha planteado que el tamaño del gobierno no es problema. Es decir, que el gobierno no es muy grande. Lo que sí es problema, según el senador Eduardo Bhatia es que el sector privado es muy pequeño.

Por otro lado, el gobernador reclama que la degradación del crédito del gobierno de Puerto Rico no sería “mala en sí”. Según el gobernador, lo que es negativo son los “elementos que la provocan”.

Bueno, pues uno de los elementos que han provocado que el crédito del gobierno y sus corporaciones públicas se haya desvalorado, es el tamaño. El tamaño puede medirse por varias dimensiones. Todas las medidas son relativas a algún referente. Protágoras decía que “…el hombre es la medida de todas las cosas… “. Es decir, el último referente. Así pues, el tamaño del gobierno tiene que interpretarse con relación a un referente.

Si se toma el total de gastos en bienes y servicios de la economía de Puerto Rico encontramos que el sector público es predominante. Redondeando los número, de los $64,000 millones de gastos, $26,000 son gastos directos del gobierno. De los 950,000 empleados que informan las fuentes oficiales, 300,000 son empleados públicos. La deuda pública asciende a $70,000 millones. Además, el gobierno ha entrado en compromisos sin contar con recursos que los respalden. Por ejemplo, los sistemas de retiro confrontan $36,000 millones en obligaciones de ese tipo.

En la medida en que creció desbocado, el gobierno dejó de ser propulsor y estimulante de la economia para convertirse en lastre y parásito del sector privado. El tamaño relativo y absoluto del sector público, de acuerdo a cualquier métrica, es insostenible. El planteamiento del presidente del Senado resulta ofensivo.

No sólo es enorme el tamaño relativo del gobierno sino que ha penetrado e interviene en todos los aspectos de nuestras vidas. Peor aún, la intervención indiscriminada se realiza de forma torpe, inefectiva y en detrimento de los objetivos que nominalmente se pretenden alcanzar. En parte, esto se debe a la compenetración y dominio del partido político en el sector público. Paradójicamente, la enormidad del gobierno ha generado las condiciones que hoy se traducen en la ingobernabilidad. Toda propuesta de cambio queda cancelada por la acción que de inmediato ejecuta algún grupo de interés especial. En la lucha de todos contra todos, la parálisis reina.

Bajo las circunstancias actuales, lo que el sector privado logra realizar, lo hace porque el gobierno lo permite, casi a modo de excepción, o porque se realiza desde las sombras de la informalidad y la ilegalidad. Hemos retornado a los principios de las tiranías monárquicas en las que la actividad privada se realiza por vía de la gracia otorgada por el rey. Pero el soberano es un enorme monstruo burocrático que responde solo a su propio interés.

* El autor es director de la Escuela Graduada de Planificación de la Universidad de Puerto Rico.