Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal

Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal

Por Juan Lara*

En uno de esos chistes que abundan en España, Jacinto le dice a Manuel: “Me he ‘comprao’ cien palomas”.  Manuel le pregunta:  “¿Mensajeras?”  Y Jacinto responde, con el orgullo herido: “No hombre, no te ‘ensajero”.

Pues creo que el Sr. Pablo Pardo “mensajera” cuando dice que el último anuncio de política económica de la Reserva Federal equivale a proponer “una bacanal monetaria”.  En una nota de opinión remitida de Washington al periódico El Mundo, en Madrid, Pardo evalúa el anuncio que hizo ayer (miércoles 12) el Comité de Operaciones de Mercado Abierto de la Fed (FOMC), en el sentido de que se mantendrá la actual política de relajamiento monetario hasta que la tasa de desempleo se reduzca por debajo de 6.5%.  Anteriormente, la Reserva había dicho que mantendría las tasas de corto plazo en los niveles actuales (cercanos al 0%) por un plazo de tiempo de varios años.

Algunos analistas en EE.UU.—por ejemplo, los de Wells Fargo—subrayaron el hecho de que la Fed haya cambiado de una meta de tiempo a otra de desempleo, pero no parecieron darle gran importancia al tema.  Implícitamente, parecen decir que es la misma política monetaria, pero con un cambio de énfasis en la metas de referencia.

El Sr. Pardo, en cambio, percibe un cambio revolucionario en la política monetaria estadounidense.  En su interpretación, parecería que la Fed le resta importancia al objetivo de estabilización de precios para darle mayor importancia a la reducción del desempleo.  Es esto lo que califica como un viraje hacia una “bacanal monetaria”.

Ciertamente, es una novedad que la Reserva mencione una meta explícita de desempleo (aunque Bernanke dice que es una guía, no una meta).  Pero esto no necesariamente contradice lo que la Fed ha hecho durante muchos años, que es darle peso tanto al control de la inflación como al combate del desempleo.  Esto es lo que llamamos una “Regla de Taylor” en la teoría macroeconómica, y existe desde hace años un consenso de que la Fed se guía precisamente por una regla de ese tipo, aunque no lo reconozca abiertamente.  Quizás la noticia en el anuncio de ayer es que el FOMC haya llegado—casi, casi—a reconocer que sí tiene, en algún lugar bajo la manga, una Regla de Taylor.

A diferencia de otros bancos centrales, la Fed no se dedica a una política de “inflation targeting”, que es una estrategia enfocada únicamente en fijar y mantener la inflación en una meta oficial y públicamente conocida.  En Europa, el BCE tiene una meta explícita de 2% de inflación.  La Fed también tiene una meta de inflación de 2%, pero siempre ha dicho que su mandato es doble: mantener la estabilidad de precios y mantener también un ritmo de crecimiento adecuado que permita una tasa baja de desempleo.  En otras palabras, la función de reacción de la Fed tiene dos objetivos, mientras que las de aquellos que practican el “inflation targeting” tienen solo uno.

Quizás el Sr. Pardo le está exigiendo al Fed que actúe igual que otros bancos centrales, pero la Reserva no puede (ni quiere) obviar el doble mandato que viene del Congreso, no de los propios miembros del FOMC.  En ese sentido, el Sr. Pardo le estaría pidiendo peras al olmo.

Una consecuencia interesante que podría traer este anuncio del FOMC es precisamente que podría resaltar las diferencias entre las estrategias monetarias de Estados Unidos y otras economías avanzadas.  En tiempos de crisis como los actuales, esas diferencias podrían ser cruciales, y, por lo tanto, es útil que se resalten ante la opinión pública mundial.

Por último, si yo fuera a hablar de “bacanal monetaria” en Estados Unidos, diría que empezó hace ya varios años, cuando la Reserva, no conforme con bajar a cero las tasas de corto plazo, comenzó sus programas de relajamiento cuantitativo.  Diría que la preocupación del Sr. Pardo es algo tardía.  La bacanal no inicia ahora, sino que continúa hacia su etapa final.  Esperemos que ésta sea singular en tanto que no traiga, más adelante, un espantoso “hangover”.

* El autor es catedrático de economía en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.