Por Luisa García Pelatti
Una mujer, de 70 años, soltera o viuda y residente en Bayamón es el perfil de las personas que suelen optar por una hipoteca revertida. La hipoteca inversa o revertida es un préstamo otorgado a un propietario de vivienda de edad avanzada que convierte el valor acumulado del patrimonio de su hogar en una fuente de efectivo que no requiere el pago de intereses o del balance del principal a la institución financiera que lo otorga hasta que el último de los prestatarios sobrevivientes (en el caso de una pareja) muere y la casa es vendida por los herederos, o el prestatario se muda permanentemente de la vivienda.
Rogelio J. Cardona y Karen C. Castro González, catedráticos auxiliares de contabilidad de la facultad de Administración de Empresas, son los autores de un estudio realizado como parte de “El acervo de investigaciones académicas sobre temas financieros de actualidad”, un proyecto financiado por la Oficina del Comisionado de Instituciones Financieras (OCIF), en colaboración entre la Facultad de Administración de Empresas de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras.
Según el estudio, este tipo de hipoteca es una tendencia reciente en Puerto Rico. La primera se otorgó en el 2010. Sin embargo, el primer caso documentado en Estados Unidos data de 1961. Este tipo de hipotecas tuvo su auge en el 2010, pero en los últimos cinco trimestres se observa una reducción en el volumen, aunque ha aumentado el número de instituciones que ofrecen hipotecas revertidas.
La investigación arroja luz sobre para qué se utilizan los fondos que se obtienen de las hipotecas: 22% de los fondos se usaron para cubrir los gastos de cierre y originación, aproximadamente el 22% se usaron para saldar hipotecas existentes y el 56% quedó como sobrante para los prestatarios.
“Este estudio podría ser el comienzo de una discusión más profunda sobre el uso y los posibles efectos de este instrumento sobre las necesidades económicas de las personas retiradas y el costo que podría representar para la sociedad. La ausencia de una cultura de ahorro y planificación financiera durante los años productivos antes del retiro podría tener un impacto significativo sobre la responsabilidad que el estado tenga que asumir en el futuro sobre estos individuos”, concluyen Cardona y Castro.