Por Santos Negrón*
Si hay un triunfador en esta contienda, es el sentido común. Moody´s no tenía base para llevar al deuda de Cofina al nivel de chatarra ni para cambiar la clasificación de las obligaciones generales, por el sencillo hecho de que no ha pasado suficiente tiempo para evaluar la efectividad del plan de estabilización trazado por el gobierno de Puerto Rico.
Tampoco se puede decir que la agencia acreditadora aprobó el plan de acción de Puerto Rico y nos dio un voto de confianza. Se trata esencialmente de un asunto empírico. Se inicia un periodo de vigilancia sistemática de la trayectoria de las economía de Puerto Rico en general y de los recaudos del Fondo General en específico cuyos resultados influirán significativamente en la decisiones sobre nuestro crédito en el mercado en bonos.
Aunque no hay un mensaje explícito sobre los planes del gobierno de Puerto Rico para emitir deuda adicional vía Cofina III, la acción de degradación de la deuda vigente es un claro disuasivo.
La agencia acreditadora ha actuado con rigor, ha cumplido a cabalidad su función ministerial, no se ha dejado llevar por las expectativas negativas reinantes respecto a nuestra economía y le ha dado una oportunidad justa a una jurisdicción que ha tomado el asunto en serio y ha actuado a la altura de las circunstancias.
Por supuesto, no debemos restarle mérito al esfuerzo de persuasión realizado por el Gobernador y su equipo económico, que han afrontado una de las misiones más difíciles que se puedan concebir en nuestra historia de gestiones en el mercado de bonos, agravada por el contexto ominoso del cierre parcial del Gobierno Federal y la amenazante posibilidad de que no se logre elevar el techo de la deuda, que llevaría a Estados Unidos a un escenario impensable.
Tal vez es tiempo de que empecemos a pensar como país, que dejemos a un lado la pequeñez política, y entendamos que la respuesta a nuestros problemas la tenemos que dar en el terreno de la producción, en la ampliación de la base productiva de la economía, en el mejoramiento de nuestra productividad, en nuestro esfuerzo colectivo como pueblo.
Es fácil echarle la culpa al gobierno de la situación vigente; pero de lo que se trata es de asumir cada uno de nosotros la responsabilidad que nos corresponde en esta hora crítica.
¿Cuándo dejaremos de hacernos daño a nosotros mismos, de dispararnos en el pie, de negar la validez moral de nuestros esfuerzos?
* El autor es economista