Por redacción de Sin Comillas
Bajo el lema, “Mi voz, nuestro futuro en común”, la Organización de las Naciones unidas (ONU) dedica este 11 de octubre a las niñas. Un lema que invita a repensar nuestro mundo, ya que la pandemia del COVID-19 amenaza lo conseguido en los últimos 25 años en el bienestar de las niñas y adolescentes.
Se estima que, este año, nacerán casi 68 millones de niñas, que se sumarán a los más de 1,100 millones mujeres menores de 18 años que ya viven el mundo. Al comenzar el 2020, para buena parte de ellas, sus perspectivas de vida eran mejores que las que tuvieron sus madres, aunque persistan desigualdades y violencias. En los últimos 25 años, su esperanza de vida ha aumentado en ocho años, cada vez son más las que pueden ir a la escuela y se ha reducido el número de las que son obligadas a casarse o son madres.
Esos avances ahora se ven amenazados por el COVID-19, una pandemia global que alimenta otra más oculta y silente, que hace más vulnerables a las niñas y adolescentes. Las cuarentenas, el aislamiento, el cierre de escuelas elevan los riesgos de violencia familiar, de abuso, de explotación sexual, de embarazo precoz, de matrimonio forzoso, de abandono escolar.
Para las adolescentes, la situación es determinante, ya que a partir de los 10 años se comienza a abrir una brecha y se consolidan las disparidades de género. Según datos de Naciones Unidas, las que acceden a la enseñanza secundaria pueden conseguir trabajos mejor pagados y tienen menos probabilidades de quedarse embarazadas. Por ello, los efectos de la pandemia son aún más devastadores para las adolescentes, ya que son enviadas a trabajar mucho más que las niñas, sufren violencia sexual en un porcentaje muchísimo mayor, las que tienen menos probabilidades de retomar los estudios.
Además, en la pandemia, aumentan los matrimonios forzados y las mutilaciones sexuales. Save de Children estima que, en los próximos años, habrá 2 millones y medio más de matrimonios obligados y alrededor de un millón más de mutilaciones.
Las redes sociales son un nuevo elemento a tener en cuenta en esta pandemia. Aunque UNICEF estima que hay casi 450 millones de mujeres que aún no están conectadas y las niñas tienen menos acceso a los móviles que los niños, las redes han servido para movilizar las chicas, también son un vehículo de violencia, pero también un territorio de impunidad. Según un reciente informe de Save the Children, ‘(Des)información sexual: pornografía y adolescencia’, chicas y chicos, ven pornografía por primera a los 12 años y alrededor del 70% de ellos la consume con frecuencia, casi todos en la intimidad y mediante el móvil. De esta forma, la pornografía se está convirtiendo en una referencia de comportamiento afectivo sexual para adolescentes, lo que perjudica y denigra a las niñas y adolescentes.
La pandemia del COVID-19 pone en jaque muchos de los avances conseguidos para las niñas y adolescentes. Se plantean nuevos retos, pero los puntos esenciales se mantienen: conseguir los derechos para todas a la educación, a la salud, al agua, a una alimentación correcta, a servicios de protección frente a cualquier tipo de abuso. Todo eso sigue siendo una necesidad y aún más en tiempos de coronavirus.