Por Ernesto Villarini Baquero*

La importancia del desarrollo comunitario se hace evidente cuando consideramos que el 45% de la población del país vive bajo el nivel de pobreza y que década tras década no logramos hacer un cambio en este indicador. De acuerdo con el Censo Federal del 2010, Puerto Rico exhibe el índice de desigualdad más alto de los Estados Unidos (0.537) y es el número 11 a escala global. La desigualdad y la pobreza se ven reflejada en cientos de comunidades que remiendan sus vidas día a día, bajo un paradigma de dependencia, asistencialismo y esfuerzos fragmentados. Estos sectores suelen carecer de un plan de desarrollo integral, sostenido y participativo que responda a un poder de autodeterminación local.

El desarrollo de la comunidad requiere de la integración de diversas áreas del saber bajo un mismo enfoque. Esto incluye el desarrollo humano, el económico y el entorno físico. Las organizaciones que se dedican a este campo necesitan recursos con formación en programas graduados con diseños multidisciplinarios, que alcancen profundidad de conocimiento a través de la investigación e incluyan estrategias pedagógicas que permitan aprender a través de la práctica.

Por desarrollo humano nos referimos a la construcción de conocimiento, la adquisición de destrezas y la generación de cambios en actitudes. Un conjunto que aumenta la capacidad de autogestión de nuestra gente. El desarrollo económico por su parte, se refiere a las transacciones o actividades que se realizan con relación a los recursos, bienes, o activos de la comunidad y el buen uso de estos. Por último, la infraestructura física se relaciona a aspectos de vivienda, movilidad, comunicación, seguridad, entre otros. Cabe destacar el uso de los espacios públicos, los recursos naturales y el desarrollo sustentable.

En Puerto Rico hay esfuerzos públicos y privados que han comprobado que el empoderamiento de la comunidad conduce a un menor gasto gubernamental, eficiencia en la prestación de servicios y mayor bienestar. Organismos de vanguardia como la Corporación para el Desarrollo de la Península de Cantera, el Proyecto Enlace del Caño Martín Peña, y las múltiples iniciativas en la Barriada Morales de Caguas, son algunos ejemplos que demuestran que las comunidades pueden ser motivadas a producir cambios significativos y duraderos en criminalidad, deserción escolar y desempleo, entre otros. 

Forjando facilitadores comunitarios

Puerto Rico necesita de más profesionales preparados para promover el desarrollo comunitario integral. Estos requieren de múltiples conocimientos y destrezas de trabajo. No obstante, el gran reto para este profesional está en resistirse a hacer el trabajo por su cuenta y facilitar el que los miembros de la comunidad se apoderen de los asuntos y sean los protagonistas de los procesos de transformación. Solo a través de programas de estudios especializados lograremos contar con los expertos que pueden trabajar efectivamente con las diversas estructuras que conforman la comunidad.

Por ejemplo, consideremos una escuela que cierra en un área rural. Para las personas que lo miran desde afuera, la situación puede ser vista como una oportunidad para formar un centro de servicios a la comunidad. Habrá quien identifique o designe una fuente de fondos y quien ejecute el proyecto. Sin embargo, si la planificación y las decisiones quedan en manos externas, se pierde la oportunidad de emplear y desarrollar los recursos locales. El interés y compromiso de los residentes con la iniciativa también será menor. Continuamente vemos proyectos como estos terminar abruptamente cuando los fondos se agotan, las prioridades cambian o las comunidades no las respaldan. Tenemos que darnos cuenta que la autogestión y la participación son la clave para lograr el éxito.

Los acuerdos de colaboración entre la academia, el gobierno y las organizaciones sin fines de lucro son importantes para formar profesionales dedicados a los temas comunitarios. Uno de los acuerdos ya suscritos opera a través del Centro para Puerto Rico. El Centro se unió a la Universidad de Rutgers (la universidad del estado de Nueva Jersey) para crear un programa de estudios graduados en desarrollo comunitario. El primer producto es un Certificado Graduado de 18 créditos que se ofrecerá a partir de agosto de 2014. Cuenta con la aprobación del Consejo de Educación de Puerto Rico y está diseñado para completarse en menos de un año. Los créditos son convalidados para aquellos que continúen hacia el grado de Maestría con dicha universidad.

En la medida que tengamos más profesionales haciendo este tipo de trabajo propiciamos un país donde todos seamos parte de su desarrollo.

* El autor es consultor independiente y Coordinador del Programa Graduado en Desarrollo Comunitario de la Universidad de Rutgers y el Centro para Puerto Rico.