CRÓNICA
Un recorrido por las playas doradeñas que muestran una intensa erosión deja ver el marcado contraste de comunidades ricas y pobres frente al Atlántico. Mientras residentes de años son testigos de cambios demográficos y costeros que amenazan su calidad de vida, los nuevos habitantes de Dorado llegan atraídos por incentivos económicos, Airbnb y por la posibilidad de disfrutar de un “paraíso” que en ocasiones no es accesible para los de allí.
Por Rafael René Díaz Torres | Centro de Periodismo Investigativo
Poco más de una milla a través del litoral costero separa la Pocita Julio Barroso Valentín y Kikita Beach de las playas más exclusivas en los predios del Hotel Embassy Suites y las urbanizaciones con acceso controlado del complejo residencial Dorado del Mar. Todas estas playas están en el barrio Higuillar de Dorado. “La Pocita” y Kikita Beach, ubicadas en el sector Mameyal, ven cerrado su portón de acceso principal a las 6:00 pm., según lo dicta una ordenanza municipal que entró en vigor en el 2018, luego de que vecinos del área reclamaran paz durante las noches.
Algunas residencias del área que se conoce como “La Pocita” en el sector Mameyal están a la venta por entre $60 mil y $100 mil, según vi en las páginas de venta de propiedades.
Una verja de cyclone fence con una malla verde demarca la otra realidad, al oeste de Mameyal, donde ubican las playas del Hotel Embassy Suites y de Dorado del Mar. En ese lado de la verja, las casas están en su mayoría por encima de los $600 mil, y en los vecindarios cercanos hacia el oeste se venden las unidades por millones de dólares.
Los bañistas de urbanizaciones con control de acceso y los de la Pocita Mameyal y Kikita Beach comparten algo: la pérdida de arena y la consecuente reducción del tamaño de sus playas.
En el caso de Kikita, el mar ha ido entrando cada vez más. Algunas personas lanzan rocas hasta desde su patio con la intención de controlar el avance. Es una práctica bastante común en Puerto Rico, desde lugares con apartamentos de alto costo o de alquiler como Rincón y áreas costeras urbanas en Condado y Ocean Park, en San Juan, hasta comunidades pobres, como Barrio Obrero en Arecibo. Pero este relleno artificial no resuelve nada. Incluso puede empeorar el problema de erosión, por tratarse de un proceso temporero que puede producir erosión hacia los lados, según ha advertido la geóloga marina Maritza Barreto.
Los residentes de Mameyal que viven cerca de Kikita ya habían denunciado los peligros de esa práctica antes del huracán María. “Ha acelerado la erosión costera. Ellos explican que las olas rompen en las piedras y se llevan la arena”, se consignó en el Plan de Adaptación del Cambio Climático de Base Comunitaria para Dorado, en el 2017.
Un recorrido por las calles aledañas a la playa de Kikita me permite observar la gran cantidad de apartamentos en el área con anuncios de alquiler en inglés.
“Te puedo confirmar que muchos de estos apartamentos aparecen en la página de Airbnb”, me dice, Bianca Planas, de 27 años y residente del barrio Espinosa en Dorado.
Una visita a la página de Airbnb muestra los apartamentos de alquiler en Mameyal, algunos a $99 la estadía de una noche. Muchos están precisamente ubicados en las áreas de mayor amenaza por la erosión costera en Dorado, según los resultados correspondientes al 2018 divulgados en El estado de las playas de Puerto Rico Post-María. ¿Cuánto tiempo durarán estas unidades de alquiler ante el escenario actual de la crisis climática y su impacto en el Caribe?
“Las personas que hacen ese tipo de acciones [de lanzar rocas a la costa en Dorado] tienen el capital y la certeza para salir de allí en cualquier momento. Tienen otras propiedades a las que ir en caso de que el mar continúe avanzando allí. Pero las personas de la comunidad, quienes llevan años viviendo en Mameyal, no tienen esa garantía. No tienen otra opción”, reflexiona Planas, quien lleva 22 años viviendo en Dorado.
La población del municipio ronda las 35,879 personas, según el Censo 2020. En el 2019 se reportó que el ingreso per cápita allí era de $16,876 y que un 32.7% de su población vivía en condiciones de pobreza.
El hospital de lujo para el turismo médico
Al salir de Mameyal vamos al barrio Espinosa, al sur del municipio. En la ruta, sobresale un edificio nuevo. Aunque luce listo para inaugurarse en los próximos meses, su apertura se ha pospuesto debido a la pandemia, me explica una portavoz de la empresa PRISA Group, a cargo de la construcción del proyecto. La apertura del centro hospitalario ahora está pautada para febrero de 2022, me dijo la oficial de comunicaciones del gobierno municipal de Dorado, Lynnette Moreno Caldero.
“Ese va a ser el hospital de los ricos”, menciona Planas con seguridad.
Cuando el Gobierno de Puerto Rico anunció su construcción, en mayo del 2019, se comunicó que sería el primer hospital en Puerto Rico con todos los cuartos privados, con una inversión de $107 millones. “Contará con 104 camas, divididas en 8 unidades de cuidado intensivo, dos unidades de cuidado intensivo neonatal, 79 habitaciones privadas y 15 suites”, dijo entonces La Fortaleza.
El nuevo centro de salud se llamará Dorado Beach Health. Ofrecerá servicios de emergencia intensiva y cuidado urgente, ortopedia, oncología, cirugía vascular y medicina deportiva. Además, contará con departamentos y secciones de neurología, cardiología, enfermedades infecciosas, gastroenterología, dermatología, nefrología y cirugías reconstructivas y estéticas.
“Dorado no tiene tantas clínicas, aparte del Centro de Diagnóstico y Tratamiento municipal (Dorado Community Health). Las condiciones del CDT son inhumanas. El lugar está decaído. El aire que respiras huele a hongo. Las personas que se atienden allí participan de la Reforma [de Salud del Gobierno]. En el caso de ese hospital nuevo, nunca había visto una urgencia por abrir una clínica [en Dorado] hasta que comenzaron a llegar los estadounidenses de la Ley 22”, agregó Planas, que es también estudiante doctoral de psicología.
Moreno Caldero me dijo que el alcalde de la ciudad conoce de las condiciones precarias del CDT, pero que el mismo es administrado por el Departamento de Salud, por lo que hace tiempo le ha reclamado a esa agencia que le pase esa responsabilidad, algo que no ha ocurrido.
La Ley 22 del 2012 se creó con el propósito de atraer a Puerto Rico nuevos inversionistas extranjeros para que pudieran obtener exenciones contributivas. El estatuto aportó a establecer al país como un paraíso fiscal en donde estos empresarios foráneos solo están obligados a vivir en Puerto Rico durante la mitad del año.
La empresa PRISA Group, de Federico Stubbe, es la misma desarrolladora del Dorado Beach Hotel y el Ritz Carlton Reserve Dorado. El centro de salud es el resultado de una alianza entre PRISA, la aseguradora de salud Triple S, el Doctors’ Center Hospital y el Hospital John Hopkins, que desde el 2010 comenzó a hacer estudios de mercado para conocer la viabilidad de este proyecto que busca convertir a Dorado en el epicentro del turismo médico en Puerto Rico.
¿Cuán accesible sería ese hospital para las familias bajo niveles de pobreza que más temprano ese día se observaron en la calle Central de Mameyal? ¿Qué perspectivas tiene la gente de Mameyal sobre la erosión de Kikita, el aumento en los Airbnb y la llegada de residentes extranjeros que se establecen en Puerto Rico con el propósito de beneficiarse de las exenciones contributivas que son posibles gracias a estatutos como la Ley 22 del 2012?
Para el municipio, el Dorado Beach Health es una de sus nuevas cartas de presentación.
Desde la guagua oficial de la Oficina Municipal para el Manejo de Emergencias, el funcionario municipal Eliezer González me habla del hospital como un trofeo.
“Ese hospital va a ser el más moderno de todas las islas en el Caribe”, dice González, mientras señala el mismo edificio gris, blanco y crema.
El recorrido con el funcionario nos lleva a visitar algunas playas que enfrentan procesos de erosión costera acelerada. El trayecto continuó hasta la urbanización Dorado Reef, en la colindancia con Vega Alta, para observar lo queda de la playa en esa área. La erosión ha avanzado, me asegura González mientras señala el problema de la pérdida de arena.
Al salir del área, la carretera 693, llamada Juan “Chi Chi” Rodríguez en homenaje al famoso golfista puertorriqueño, nos lleva hasta el complejo residencial Dorado Country Estates.
“Detrás de esa pared está la casa millonaria de Logan Paul”, explica González, en referencia al influencer y boxeador que se mudó de California a Puerto Rico atraído por las leyes que lo eximen de pagar la mayoría de los impuestos requeridos en los Estados Unidos.
A diferencia de otras urbanizaciones a las cuales tuvimos acceso, el funcionario municipal no pudo entrar a Dorado Country Estates, que es donde reside Paul. Allí, la venta de propiedades comienza en los $3 millones, según se promociona en páginas de bienes raíces.
“Ahí no se puede porque se necesita una tarjeta especial para tener acceso”, me dijo González.
En mayo de este año, el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) investigaba un video en el que mostraba a Logan y su hermano Jake guiando unos carritos en una playa de ese complejo residencial durante la temporada de anidaje de tortugas. Logan Paul se defendió alegando que se trataba de una playa privada. Todas las playas de Puerto Rico son de dominio público.
Imágenes publicadas en Instagram muestran a los hermanos Paul vacilando de noche en la playa colindante a su exclusivo vecindario.
La próxima parada: el balneario de Dorado. Allí no hay restricción para entrar. Debido a la erosión, apenas se reconocen las áreas de acumulación de arena que alguna vez vi en esa playa. La pérdida de arena ha contribuido al aumento en la socavación de áreas en la orilla. Las raíces de las palmas están cada vez más desprovistas de la protección del sedimento costero.
Al este del balneario, la reserva Ojo del Buey demuestra cómo el área – popularmente conocida por el Festival de la Cocolía – sigue perdiendo terreno como resultado del ascenso en el nivel del mar y el impacto causado por la desembocadura del Río La Plata. La reserva, que es manejada por el DRNA, también tiene un problema de erosión costera elevada similar al de áreas cercanas a la Kikita Beach.
El retorno a Mameyal
Es miércoles y el sol aprieta frente a los predios del negocio La Ventana de Kikita en la calle Extensión Kennedy, en Mameyal.
A Millie Carrasco, de 56 años, los vecinos en La Ventana de Kikita la identifican como la memoria histórica del sector. Ha vivido toda su vida en Mameyal. Ha sido testigo de las transformaciones de esa costa en el norte de Puerto Rico.
“He visto cómo en los últimos años el mar ha aumentado el espacio que ocupa. La gente no dejó de construir. Siguieron construyendo. Antes había una pocita que la comunidad usaba para bañarse, pero ya no podemos porque no tiene arena y no se puede usar”, me cuenta.
Sobre el alquiler de viviendas a corto plazo a través de la plataforma Airbnb, destaca que esta dinámica ha alterado la convivencia de quienes residen permanentemente en Mameyal, en especial aquellas personas que viven más cerca de la costa.
“He visto gente que ha venido a comprar varios terrenos a la vez, especialmente esas casas cercanas a la costa. Tienen una visión de turismo. Casi siempre lo andan buscando para la costa. En cuestión de poco tiempo he visto un alto volumen de esos apartamentos de alquiler. Yo no sabía nada de eso de Airbnb. Pensaba que la gente alquilaba más en Cabo Rojo y San Juan”, explica.
“Les ha robado la paz a los residentes. Cuando escuchas gente caminando en la calle pasado el toque de queda, no son los residentes, son los de Airbnb”, lamenta.
La portavoz del municipio de Dorado reconoció, cuando la visité a la alcaldía, el problema de ruido y su relación con la plataforma Airbnb, e indicó “estar trabajando el asunto”, sin más detalles.
“En algún momento, el mar seguirá avanzando. Tanto da el agua, que termina rompiendo las piedras. Cuando vienen las Marejadas de los Muertos [entre octubre y noviembre], ese mar se mete a la carretera porque no tiene qué lo detenga”, dijo sobre las marejadas provocadas por los frentes fríos al norte del Océano Atlántico.
A dos minutos en carro de la residencia de Carrasco, se llega al colmado Rayting Minimarket, en la calle Central de Mameyal. El negocio es administrado por el popular excampeón universal de la lucha libre, Ray González.
Con su frente llena de las cicatrices de sus legendarias luchas con Carlitos Colón y Savio Vega en la cancha Pepín Cestero de Bayamón, González observa serio a cada cliente que entra al local.
En las afueras del negocio, un hombre de nombre Chú cuenta que lleva 54 años viviendo en Mameyal. “Yo vivo en este lado, que estoy seguro porque no estoy pegado a la playa, pero sí hay un problema de que se está metiendo cerca de los apartamentos allí”, dijo.
“El que tenga los chavos para comprar casas que lo haga, pero el Gobierno tiene que ayudar a quienes vivimos aquí, en el barrio”, expresó Chú bajo el sol candente de las 3:30 p.m.
Al interior de su colmado, Ray González continúa atendiendo clientes.
“¿Eso sería todo?”, preguntó González a un cliente mientras le cobraba una bolsa de pan y una lata de corned beef.
El CPI le preguntó al luchador si conoce dónde se ubica el gimnasio de John Danaher, el famoso entrenador de jiu-jitsu y artes marciales mixtas que se mudó a Dorado, y si sabía del caso del influencer Logan Paul.
“Me entero ahora. No sé quiénes son esos. Suenan a esos deportes en los que tiran la toalla”, expresó González entre risas.
Rafael R. Díaz Torres es integrante de Report for America.