Por Francisco A. Catalá Oliveras, conferencia ante Asamblea de la Asociación de Economistas, el 28 de octubre de 2022
En la disciplina de la economía abundan las preguntas. ¿Qué factores explican la pobreza y la riqueza de las naciones? ¿Cuál es la fuerza motriz del desarrollo? ¿Cómo un país puede superar la subordinación política, la dependencia, el estancamiento económico y la descomposición social? ¿Cómo se puede enfrentar efectivamente la pobreza, el desempleo, la desigualdad, la degradación ambiental, la enajenación, la criminalidad, la adicción a la ayuda y al fatalismo? ¿Cómo se puede escapar de los cantos de sirena – siempre tentadores – del crecimiento depredador de los enclaves? ¿En dónde está el secreto para atraer inversión externa sin desembocar en la trampa de la remisión del excedente del país pobre hacia los bolsillos de los accionistas del país rico? Esta es la “política tonta” sobre la que reiteradamente ha advertido Dani Rodrick (2007, pág. 120). ¿Cómo transitar hacia el desarrollo sano y sostenible?
Interrogantes análogas se planteó hace muchos años el economista Albert O. Hirschman, uno de los pioneros en el campo del desarrolo económico. En sus contestaciones se alejó de las ortodoxias, vinieran del extremo que vinieran. Tal vez en esto influyó su poco convencional vida. Nació en Berlín en 1915 en el seno de una familia judía. Escapó del infierno nazi en la década de 1930 y estudió en Francia, Gran Bretaña e Italia. Perteneció a la oposición italiana a Mussolini y participó en la guerra civil española del lado republicano. Perteneció al ejército francés hasta el colapso de Francia. Entonces se unió al ejército norteamericano. Trabajó como intérprete en los juicios de Nuremberg. Luego, en el marco de una vida más sosegada, se desempeñó como profesor en Estados Unidos y como consultor en América Latina. Murió en el año 2012.
Es evidente que tan ricas experiencias propiciaron que sus trabajos reflejen una profunda comprensión de la diversidad cultural del mundo y de la complejidad del ser humano que lo habita. Su obra trasluce cierto rompimiento con las fronteras disciplinarias. En ella se hacen evidentes los vínculos de la economía con otras ciencias de la conducta como la sociología y la psicología.
¿Cómo es posible, se preguntó Hirschman en su obra La Estrategia Del Desarrollo Económico, cuya primera edición data de 1958, que un país estancado pueda cumplir con los requisitos que suelen invocarse cuando de desarrollo se trata? La lista de los requisitos le pareció en extremo exigente y, por tanto, desalentadora: acceso a recursos naturales, capital, oferta de empresarios y administradores, inversión en fuerza de trabajo, introducción de técnicas mejoradas, observación de las leyes, buena administración pública, sistema de valores favorable al desarrollo… (Hirschman, 1961, págs. 13-14). ¿Cómo cumplir con todo esto y más simultáneamente? En realidad, los llamados requisitos, en lugar de condiciones para iniciar un proceso de desarrollo, lucen como resultados del mismo. Así pareció advertir Hirschman: “… estos recursos y circunstancias no son tan escasos ni tan difíciles de conseguir, desde luego, bajo la condición de que el propio desarrollo económico empiece a manifestarse primero” (Hirschman, 1961, pág. 16).
¿Cómo puede el desarrollo económico comenzar a manifestarse? En la contestación a esta pregunta radica una de las grandes lecciones de este singular economista: “… el desarrollo no depende tanto de saber encontrar las combinaciones óptimas de recursos y factores de producción dados como de conseguir, para propósitos de desarrollo, aquellos recursos y capacidades que se encuentran ocultos, diseminados y mal utilizados” (ibid., pág. 17).
Para respaldar este punto de vista y establecer la importancia del diseño institucional Hirschman cita a Harry W. Pearson: “Siempre y en todas partes existe una disponibilidad potencial de excedentes. Lo que cuenta es el método institucional de hacerlos reales… de hacer un llamado al esfuerzo especial de ahorrar un monto adicional, de idear lo que se va a hacer con el excedente” (ibid., pág. 17).
Dicho de otra forma, cuando el andamiaje institucional de la sociedad es inadecuado – es decir, cuando las maneras de ver, organizar y hacer las cosas es disfuncional – se extravían y dilapidan recursos, se obstaculizan gestiones innovadoras y se ignoran o desprecian recursos que están al alcance de la mano, sean estos tangibles, como tierra y capital, o sean intangibles como experiencias históricas, acervo cultural, destrezas, capacidad empresarial, ubicación geográfica… Son estos recursos intangibles los que con mayor facilidad se pierden. Sin ellos tampoco pueden movilizarse adecuadamente los recursos tangibles convencionalmente denominados tierra, capital y trabajo. La subordinación política, la dependencia económica y psicológica y la adicción a la ayuda no constituyen buenas brújulas para dar con los recursos extraviados. En todo caso, contribuyen a la ceguera.
¿Dónde buscar? ¿Dónde se encuentran los recursos extraviados? Gran parte de ellos se encuentran en la economía intersticial, en los enormes espacios socioeconómicos que no ocupan las grandes empresas y que permanecen relativamente descuidados, a excepción de las referencias retóricas de rigor del gobierno. De hecho, las universidades, las estaciones experimentales, las entidades cooperativas, las organizaciones comunales y un sinfín de pequeñas y medianas empresas cualifican como actores claves del sector intersticial, actores que en no pocas ocasiones son marginados y hasta despreciados y, por tanto, devienen en recursos extraviados. En otra categoría muy distinta, pero ocupando también un espacio considerable en los intersticios, se encuentra la economía informal o subterránea, desde el socialmente aceptable pero precario “chiripeo” hasta la social y humanamente costosa criminalidad.
Un economista esloveno – Cyril Zebot –, radicado luego de la Segunda Guerra en la universidad de Georgetown, solía comparar al sistema económico con un vaso lleno de cubos o bloques de hielo. Parece lleno, pero no lo está. El espacio vacante entre los cubos es considerable, tanto que cuando al fin se derriten se advierte que a duras penas llenan la mitad del vaso. Con esta analogía el profesor quería demostrar que si el sistema — socialista, capitalista o del signo que sea — se concentra eminentemente en las empresas representadas por los bloques, las grandes protagonistas, corre el riesgo de dejar muchos espacios o intersticios vacíos, con el consecuente extravío de recursos. Tarde o temprano, como cuando los cubos de hielo se derriten, el sistema colapsa. Para evitarlo hay que mantener ocupados los espacios. Sucede como en las películas: son importantes los protagonistas pero también los actores y actrices de reparto.
El “síndrome de los cubos de hielo” se hizo evidente en la desaparecida Unión Soviética. El dominio de las grandes empresas estatales y la fragilidad de la economía intersticial fue uno de los factores precipitantes de su resquebrajamiento, fenómeno anticipado por Zebot en la década de 1970. Por cierto, otro factor que destacó en su anticipación al colapso, particularmente para el caso de Yugoslavia y otros países de Europa Oriental, fue la tensión dialéctica provocada por la fuerza centralizadora de la planificación estatal, por un lado, y la tendencia descentralizadora del nacionalismo en estados multinacionales, por el otro (Zebot, 1968, págs. 206-208).
Caben ejemplos más cercanos a la casa. La promoción de inversión directa externa en función de privilegios tributarios como única política económica – aparte de la política de cultivo a la adicción a las ayudas – se tradujo en la formación de enclaves. Su pobre diversificación y la ausencia se eslabonamientos que les define no estimula de forma significativa la movilización de recursos locales, con el consabido riesgo de su extravío en los intersticios. En Puerto Rico el papel de los hielos en el vaso le corresponde al enclave manufacturero, a las megatiendas y al gobierno.
Los hielos tienen la mala costumbre de derretirse, ya sea a consecuencia del calor provocado por alteraciones tributarias o comerciales en la metrópoli, cambios en el orden institucional mundial, nuevos focos de competencia, reestructuraciones empresariales o, simple y llanamente, obsolescencia. Entonces se sustituyen unos por otros, transitando así de la industria textil a las petroquímicas y de éstas a las farmacéuticas, ahora navegando aguas calientes debido, entre otras cosas, a la eliminación de la notoria sección 936 del Código Federal de Rentas Internas y a las recientes alteraciones en las normas que cobijan a las corporaciones foráneas controladas (CFC). Cuando se marchan suelen dejar un siniestro rastro de edificios industriales vacantes, desperdicios y pueblos fantasmas. Las ruinas de CORCO son emblemáticas. Por su parte, en estos momentos el bloque gubernamental está encajado en una trituradora de hielo cuyos ejes principales son la ideología privatizadora, la insuficiencia fiscal, la deuda y las dificultades operacionales. Le acompaña la Junta de Supervisión (Control) Fiscal.
A pesar de todo, aunque no se subestimen las dificultades, hay que reconocer que la economía intersticial de Puerto Rico no es poca cosa. En la dimensión formal se cuenta con más de de 40,000 pequeñas y medianas empresas y negocios familiares con alrededor de 500,000 puestos de trabajo. Según la ley 62 de 2014 se clasifican como microempresas aquellas que tengan ventas anuales menores de $500,000 y siete empleados o menos, como pequeñas las de ventas que no excedan los $3,000,000 ni 25 empleados y como medianas las de $10,000,000 o menos en ventas y de no más de 50 empleados (Morales, 2021, págs. 26 y 108). A estas empresas se suman cerca de 200,000 empleados por su cuenta. En la economía intersticial están representados todos los sectores: agricultura, manufactura, construcción y una larga lista de servicios que incluye educación, salud, plomería, electricidad, salones de belleza, barberías, colmados, restaurantes, chinchorros…
En todos esos huecos económicos está presente el cooperativismo, sin lugar a duda el sector más organizado – también el más regulado – de la economía intersticial. Según la Alianza Cooperativa Internacional el mundo cuenta con alrededor de tres millones de empresas cooperativas que proveen el 10 por ciento de los empleos directos. Su participación en la producción global gira en torno al 8 por ciento. Más del 12 por ciento de la población mundial es socia de una cooperativa. Se trata de un movimiento ubicuo y significativo pero que no se puede catalogar de mayoritario. No obstante, en algunos lugares sí es protagonista. Este es el caso del sistema cooperativo de Mondragón que, con una plantilla de 80,000 puestos de trabajo y una facturación que excede los 10,000 millones de euros, es el primer grupo empresarial del País Vasco.
El papel del Movimiento Cooperativo en Puerto Rico ha sido económicamente modesto pero socialmente significativo. ¿Qué significa esto? Significa, por ejemplo, que aunque las cooperativas de ahorro y crédito no capturen la mayor parte de los ahorros sí tienen una presencia significativa en las comunidades en que están ubicadas. Es decir, su actividad socioeconómica y cultural llega a donde no llega la de los intermediarios financieros convencionales. Alimenta el quehacer en los espacios intersticiales. Significa, además, que las cooperativas de tipos diversos – organizadas bajo la ley 239 de 2004 – se extienden a lo ancho de un amplio abanico de actividades: desde la agricultura y la construcción hasta el servicio de bicicletas, desde el turismo y la transportación hasta el servicio de equipaje, desde la salud y la educación hasta la gastronomía, desde la vivienda y la costura hasta las gasolineras, desde la traducción y la mecánica hasta la energía solar…
Las cooperativas de ahorro y crédito, junto a las de tipos diversos, constituyen la base – cooperativas de primer grado – del cooperativismo puertorriqueño. Según la Corporación Pública para la Supervisión y Seguro de Cooperativas de Puerto Rico (COSSEC), al 30 de junio de 2022 se contaba con 106 cooperativas de ahorro y crédito con un total de activos de $11,450 millones. A esta base se suman las cooperativas de segundo grado: Banco Cooperativo, Seguros de Vida (COSVI), Seguros Múltiples y Servicios Fúnebres.
En el cooperativismo puertorriqueño sobresalen las cooperativas de ahorro y crédito. Esta es su fortaleza y su debilidad: fortaleza porque la captura de ahorros es central para la promoción del desarrollo; debilidad si se promueve más al socio-consumidor que al socio-productor, lo que se refleja en la modestia de los préstamos orientados a la inversión. Esto contrasta con la experiencia de Mondragón en la que es central el socio-productor, mientras que el aparato financiero – Caja Laboral Popular – no se compone de cooperativas de base sino que es un organismo de carácter superestructural con las sucursales de rigor.
No obstante, el cuadro cooperativo en Puerto Rico ha estado cambiando de manera favorable al socio-productor de las cooperativas de tipos diversos. Esto lo concretiza la misión del Fondo de Inversión y Desarrollo (FIDECOOP) y, recientemente, su unidad de apoyo como incubadora y aceleradora, EMPRENDECOOP. Las nuevas cooperativas de tipos diversos son la mejor prueba de las posibilidades de este camino en el que todavía es mucho más rico el potencial que los logros.
El desarrollo no se importa. No puede depender de ayudas que se traducen en adicción y en cacería de rentas, forma elegante para referirse al robo de los de aquí y de los de allá. La ayuda efectiva es la que se torna innecesaria. Tampoco puede basarse exclusivamente en inversión directa externa, sin que esto signifique ignorar su necesidad y, sobre todo, la importancia de contar con una política coherente para fomentarla, siempre salvaguardando los intereses del país. Pero el hecho es que sin la movilización de recursos locales no hay verdadero desarrollo. Esto no solo se consigna en la literatura sobre el tema sino en la experiencia de distintos países en diversas latitudes. El movimiento cooperativo, y todo lo que compone la economía intersticial, no debe mantenerse al margen.
Valga destacar que el desarrollo supone vencer obstáculos, lo que suscita una hilera de interrogantes. Como señalara Octavio Paz: “El hecho de que haya habido respuestas equivocadas no quiere decir que las preguntas no sigan vigentes”.
Referencias:
Dani Rodrk, 2007, ONE ECONOMICS MANY RECIPES, GLOBALIZATION, INSTITUTIONS AND ECONOMIC GROWTH, Princeton University Press, Princeton.
Albert O. Hirschman, 1961, LA ESTRATEGIA DEL DESARROLLO ECONÓMICO, Fondo de Cultura Económica, México.
Cyril Zebot, 1968, “Factors in East European Evolution”, SOCIALE VERANTWORTUNG, Berlin, págs. 193-208.
Manuel Morales, 2021, PUERTO RICO’S ECONOMIC FUTURE, UTOPIA OR DYSTOPIA, Instituto Negocio de Familia, San Juan.
- El autor es excatedrático de economía de la Universidad de Puerto Rico