Por Luisa García Pelatti

Tiritar de frío en oficinas cuya temperatura está ajustada al termostato masculino, tener que esforzarse para llegar al estante superior colocado a la altura de un hombre, arriesgarse a guiar un carro cuyos test de seguridad no se han basado en las medidas de las mujeres, que no se diagnostique un infarto porque los síntomas no son típicos de una mujer. Son algunas de las consecuencias de vivir en un mundo construido con datos que sólo toman en cuenta a la mitad de la población.

De esto habla la periodista británica Caroline Criado Pérez en La mujer invisible, porque la discriminación no es solo salarial. Criado Pérez explica que existe una brecha de datos de género, información sobre las mujeres que no se recopila y que nos convierte en invisibles y nos discrimina. No se trata de algo que se hace con mala intención o de forma deliberada, es “una forma de pensar que ha existido durante milenios y que es, más bien, una forma de no pensar”.

Es una brecha de datos de género que los que toman las decisiones sean hombres, blancos y sanos, que en las investigaciones médicas no se recopile información sobre los cuerpos de las mujeres, que en los estacionamientos de las empresas no haya espacios reservados para embarazadas o que en los ensayos de las vacunas del COVID-19 no se haya analizado el efecto en la menstruación. Esa brecha perjudica a las mujeres en aspectos como el transporte público, la política, las consultas médicas, el trabajo o la planificación de las ciudades.

“Esto es lo que quiso decir Simone de Beauvoir cuando afirmó que los hombres confunden su propio punto de vista con la verdad absoluta”.

¿Hay sexismo en la retirada de la nieve?

Un ejemplo. La autora presenta el caso de una ciudad de Suecia donde, habitualmente, las labores de retirada de la nieve comenzaban en las carreteras principales y se dejaba para el final la limpieza de las aceras y los carriles para bicicletas. Se dieron cuenta que eso perjudicaba a las mujeres, que solían desplazarse más a pie y en transporte público que los hombres. Cambiaron el plan de recogida de la nieve, dándole prioridad a las aceras y al transporte público.

Criado Pérez cuestiona que se hable de “mujer trabajadora”, una redundancia. “No existe la mujer que no trabaja. Sólo hay mujeres a las que no se las remunera”. “El hecho de no cuantificar los servicios domésticos no remunerados tal vez sea la mayor de todas las brechas de datos de género”. Se estima que el trabajo no remunerado de cuidados podría representar hasta el 50% del Producto Interno Bruto (PIB) en los países de altos ingresos y hasta el 80% en los de escasos recursos. Las mujeres realizan una parte desproporcionada de este trabajo que está fuera del mercado laboral.

Brecha de ingresos en Puerto Rico

En Puerto Rico, en 2019, el ingreso promedio de los hombres era 13% superior al de las mujeres, según un estudio realizado por Eileen Segarra Alméstica, catedrática de economía de la Universidad de Puerto Rico. Es lo que se conoce como brecha de ingresos. Esta diferencia en ingresos se observa en diferentes niveles educativo. Los hombres con bachillerato tienen una mediana de ingresos que es 21% superior a la de las mujeres. La brecha de ingresos sube hasta 28% en el caso de los hombres con maestría y a 38% para los que tienen doctorado. La diferencia existe en todos los niveles educativos, a pesar de que, en general, las mujeres tienen niveles de educación más altos. Es lo que se ha dado en llamar “techo de cristal”.