Se necesita un comportamiento ejemplar para que no nos vuelvan a encerrar. Sobre todo por parte de los más jóvenes, los más contagiados y los que más contagian.
Por Luisa García Pelatti
Agosto ha sido el peor mes en lo que se refiere a la expansión del COVID-19: se registró un pico en hospitalizaciones, 533 el 2 de agosto; y el número de fallecidos fue el más alto, 194, según un informe del doctor Ibrahim Pérez y la demógrafa Judith Rodríguez. Hasta el domingo había fallecido 434 personas desde que comenzó la pandemia y 1,749 personas se han contagiado.
En agosto se produjeron 7.1 muertes por día, un ritmo mayor que en los meses de abril (2.8 por día) y julio (2.8). “En el mes de agosto se ha producido el más prolongado e intenso repunte de toda la pandemia”, señalan los expertos, sin embargo, opinan que el repunte de agosto pierde intensidad y finalmente se ha frenado la racha de dos semanas con más de 2,000 casos positivos. La mejora se debe a la última orden ejecutiva que limita la movilidad de la gente.
En las últimas dos semanas de agosto se observa un descenso en la cantidad de casos positivos y muertes. Pero permanecen otros problemas. No hay suficientes pruebas disponibles y los resultados se entregan tarde. “Los resultados de las pruebas moleculares se están tardando tanto, que se tornan académicos para la toma de decisiones sobre el aislamiento de casos positivos, justo en el momento en que los afectados tienen mayor potencial de contagiar a otras personas. Se ha hecho también muy difícil tomar decisiones sobre el progreso epidemiológico de la pandemia, de manera que podamos detener efectivamente la propagación del virus por aquellos contagiados y sus contactos, antes de que la transmisión comunitaria se haga indetenible”, explican.
Los expertos recomiendan “tener acceso a grandes cantidades de pruebas baratas, fáciles de obtener y de resultados rápidos (tipo pruebas de embarazo) que faciliten un diagnóstico positivo más inmediato, que además nos permita comenzar a trazar contactos con prontitud, detener personas positivas asintomáticas antes que contagien a otros, hacer estudios de prevalencia para identificar patrones de contagio en la población, y monitorear segmentos poblacionales vulnerables al contagio”.
Explican que las restricciones a la movilidad hacen bajar los contagios y cuando se eliminan las restricciones éstos aumentan, pero “todavía no hemos aprendido a cómo abrir sin contagiar”. Se preguntan qué va a pasar cuando expire la actual orden ejecutiva vigente hasta el 11 de septiembre.
“La experiencia apunta a que el gobierno no estará debidamente preparado para atender más aperturas y cierres, un patrón que desafortunadamente va a destruir nuestra economía, si continúa. No podemos contar con un gobierno que no puede ni tan siquiera cumplir con las acciones de orientación, supervisión y fiscalización que le corresponden”, responde.
Se necesita, advierten, un comportamiento ejemplar para que no nos vuelvan a encerrar. Sobre todo por parte de los más jóvenes, los más contagiados y los que más contagian.
Y un tema adicional, Pérez y Rodríguez revelan que “en el Departamento de Hacienda duermen millones de dólares asignados por el gobierno federal para “contact tracing and testing” que hay que gastar antes de fin de año o devolverlos”.