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Mucho antes de que “99%” se convirtiese en símbolo de “Ocupe Wall Street”, la industria del microcrédito usaba el número para describir cuántos clientes — emprendedores pobres a quienes los bancos negaban acceso al crédito— pagaban sus préstamos adquiridos a tiempo. Se trata de un número usado cada vez menos por la industria de microcrédito, no a causa del movimiento de protesta, sino porque muchos prestatarios están comenzando a dejar de pagar.

“Una de las principales dificultades que tenemos en Líbano es el problema del exceso de endeudamiento”, dijo Youssef Fawaz, consejero delegado de Al Majmoua, principal empresa de microcrédito no gubernamental de Líbano. “Percibimos que los clientes […] se acaban ahogando en deudas porque toman dinero prestado de diversas instituciones”.

Fawaz fue uno de los 23 profesionales de microcrédito presentes en Wharton durante el tercer Congreso Anual de Liderazgo Avanzado para Mujeres del Women’s World Banking promovido por el Programa de Educación Ejecutiva de Wharton [Wharton Executive Education] del 28 de noviembre al 2 de diciembre. El programa, que es una asociación con La MasterCard Foundation, reúne adeptos del microcrédito de todo el mundo para hacer una reflexión en torno al pensamiento más reciente de las mejores prácticas del sector, del perfeccionamiento de las técnicas de liderazgo y para el intercambio de experiencias.

Fawaz dijo que el exceso de endeudamiento se había convertido en un problema en Líbano debido al gran número de instituciones de microcrédito, la inexistencia de regulación y de una agencia fuerte de crédito que facilitara la identificación de los clientes con varios préstamos contratados. “Saber si los clientes contrataron, o no, varios préstamos, es una tarea siempre difícil, por eso sólo nos queda adivinar”, dijo Fawaz. A veces, después de que se conceda un préstamo, “de pronto [el beneficiario] se ve incapaz de pagar a las partes contratadas. Sólo así es posible saber que la persona había tomado dos, tres o cuatro préstamos de una sólo vez”.

Es un mundo diferente del de hace tres décadas, cuando los bancos ignoraban a los pobres del mundo e impedían que tomaran préstamos a tasas razonables. Al principio, el microcrédito buscaba aliviar la pobreza concediendo pequeños préstamos que ayudaban a las personas a comenzar un negocio de pequeño tamaño. Popularizada por el economista de Bangladesh y ganador del Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus, y por el Grameen Bank, fundado por él en 1983, la industria del microcrédito creció y hoy comprende centenares de instituciones que sirven a más de 150 millones de prestatarios en todo el mundo.

El sector ha empezado a enfrentarse a crecientes dificultades desde hace algunos años. Como las organizaciones sin fines de lucro habían probado que los pobres del mundo eran clientes confiables, muchas de esas mismas instituciones se transformaron en acreedoras o bancos que buscando beneficios expandiendo rápidamente su alcance y sus ganancias. Su éxito financiero mostró el camino del mercado para los bancos tradicionales y para las agencias con fines de lucro, aumentando así la competencia. La lucrativa oferta pública inicial de acciones de Compartamos Banco de México, en 2007, y de SKS Microfinance Ltd. de India, en 2010, desencadenó un debate acalorado sobre la posibilidad de beneficiarse del segmento pobre de la población. El año pasado, en el Estado indio de Andhra Pradesh, el Gobierno local restringió el microcrédito después de que el suicidio de varios prestatarios culminara con acusaciones de explotación, tácticas truculentas para forzar pagos atrasados, además de tasas de interés exorbitantes. La controversia llegó hasta Bangladesh, donde la primera ministra, Sheikh Hasina, dijo que el microcrédito estaba “chupando la sangre de los pobres en nombre del alivio de la pobreza”. En marzo, el banco central de Bangladesh destituyó a Yunus —que continúa siendo respetado en la industria como patriarca del microcrédito— de la función de director gerente de Grameen Bank pasando a controlar con más rigor la institución.

El exceso de endeudamiento y el impago están entre los principales problemas del sector de microcrédito. El informe “Microfinance Banana Skins 2011” —estudio reciente de más de 500 instituciones de microcrédito de 86 países— cita el riesgo de crédito como la principal preocupación entre los adeptos al microcrédito, inversores y analistas. “El crédito de riesgo refleja, sobre todo, el problema del exceso de endeudamiento que ha crecido rápidamente entre millones de clientes de la industria del microcrédito: personas pobres que acumularon deudas de tal volumen que les resultará difícil saldar”, concluye la tercera edición del informe sobre la industria del microcrédito publicado por el Centro de Estudios de Innovación Financiera de Londres. El gran volumen de la deuda puede ocasionar pérdidas sustanciales a las instituciones de microcrédito, señala el informe, que añade: “Ese problema adquirió tal magnitud que hoy presenta características de un fenómeno socioeconómico mundial”.

“Pan para hoy, hambre para mañana”

Revueltas políticas, desempleo generalizado y la misma crisis financiera mundial que llevó a los manifestantes del movimiento Ocupe Wall Street a las calles también afectaron a los prestatarios de microcrédito de todo el mundo. Por todas partes, y por motivos diversos, clientes que antes eran considerados confiables ahora están dejando de pagar o atrasando el pago de las partes de los préstamos contratados debido al gran número de préstamos que solicitaron.

La primavera árabe llegó a algunos países de Oriente Medio, como Egipto y Siria, dijo Fawaz. “Todas las revueltas políticas en el mundo árabe afectan directamente el sector de microcrédito. En ese contexto de sublevación social y política, las personas tienden al incumplimiento o al atraso de los pagos, bien porque sus negocios se vieron afectados por el clima de inestabilidad reinante, o bien porque creen que pueden beneficiarse de esa situación”.

Laura Amelia Trueba Contreras, gerente de marketing del Banco Adopem, en República Dominicana, también presente en el congreso, dijo que el alto índice de desempleo y el desorden financiero que se apoderó de EEUU y de Europa dificultaron la vida de sus clientes. “La inflación aumentó y el crecimiento disminuyó”, dijo. Los EEUU son el principal socio comercial de República Dominicana, de donde importan azúcar, tabaco, café, textiles y otra serie de productos. Por lo tanto, la crisis económica de EEUU afecta por igual a sus proveedores en República Dominicana. “Somos muy dependientes del comercio con los americanos”.

La crisis afecta también al flujo de capital venido del exterior, añadió. “Recibimos muchas remesas, sobre todo de EEUU. El contingente de dominicanos en Nueva York es enorme, por lo tanto las remesas constituyen un acelerador económico muy importante. Se trata de uno de los aspectos más vitales de la economía nacional”, dijo. Ya que la economía va tan mal en EEUU y en Europa, también hay menos dinero en las calles —menos dinero para pagar los préstamos, menos dinero para que las personas compren bienes de consumo. Por lo tanto, el sector de microcrédito también sufre, porque las personas no tienen dinero para pagar lo que deben”.

En Kenia, microacredores están empeñados en enseñar a los clientes a lidiar con las tasas de interés flotantes y la inflación creciente, dijo Esther Muiruri, gerente general de agronegocio de Equity Bank que también participó en el congreso. “Cuando las tasas de interés flotan de forma exagerada, no se puede saber a ciencia cierta hasta qué punto flotarán […] Por lo tanto, el coste de hacer negocios es muy alto”.

Los clientes pueden también tener problemas si su negocio depende de las exportaciones. Kenia, por ejemplo, exporta café, té negro y flores frescas a Europa. “Siempre que un país esté haciendo negocios, como es el caso de Kenia, que exporta mucho a Europa, ciertamente habrá incertidumbres cuando se trate de costes y precios”.

A veces, los problemas de pago son más políticos que económicos. En países como Nicaragua, Pakistán e India, algunas autoridades gubernamentales llegaron a incentivar a los prestatarios a dejar de pagar sus préstamos alegando que las tasas de interés eran demasiado altas. En otros casos, los gobiernos locales en busca de favores políticos subsidian préstamos a tasas por debajo de las de mercado o conceden crédito sin verificar primero si el contratante está en condiciones de saldarlo.

“Eso no ayuda a las personas”, dijo uno de los participantes del congreso, Paulo Arias Guevara, consejero delegado y director gerente de Credife, programa de microcrédito del Banco del Pichincha de Ecuador. “Es pan para hoy y hambre para mañana”.

Los problemas del exceso de endeudamiento también son causados por la falta de formación, explica Arias Guevara. “El endeudamiento excesivo sucede cuando alguien te ofrece más crédito del que eres capaz de gestionar. Ese es un problema que afecta a la clientela del microcrédito y todos los demás tipos de clientes”, dijo citando como ejemplos la deuda con tarjeta de crédito y las hipotecas subprime de EEUU. El exceso de endeudamiento ocurre en “otros sectores sociodemográficos de todo el mundo. Tal vez en el microcrédito sea peor, porque estamos lidiando con personas pobres”.

El exceso de endeudamiento, el aumento de la competencia y otros problemas de la industria del microcrédito son parte de su evolución, dijo Arias Guevara, y pueden ser resueltos si la industria trabaja poniendo el enfoque en un futuro más sostenible. “Hace diez años, decíamos que sería preciso que más bancos y más capital entraran en ese sector, porque estamos lidiando con gente muy pobre. Ahora, cuando ellos llegan hasta nosotros, tenemos que pedirles que no lo hagan”.

El microcrédito todavía juega un papel importante en el alivio de la pobreza, aunque no sea éste su único papel. “Pienso, personalmente, que cuando dicen que el microcrédito ha ayudado mucho a los pobres […] quieren decir que no somos responsables de sacar a las personas de la pobreza. Cuando se concede crédito a alguien […] pero ese alguien no tiene agua, infraestructura o educación, estoy seguro de que nuestros esfuerzos pueden ayudar, pero no lo suficiente”.

Eso no significa que el microcrédito deba abandonar su misión, dicen sus adeptos. Según el informe “Banana Skins”, más de 2.700 millones de personas en el mundo aún no tienen acceso a los servicios financieros formales. En Ecuador, resaltó Arias Guevara, “solamente un 40% de la población tiene acceso normal a los servicios bancarios. Por lo tanto, aún tenemos mucho por hacer”.