Por Polina Meshkova | Especial para el Centro de Periodismo Investigativo
Jacqueline Capó camina por la Calle del Cristo, pavimentada con adoquines azules como las otras calles principales del Viejo San Juan — una ciudad que parece sacada de una pintura de Paul Signac.
La brisa del mar recorre los callejones entre edificios coloniales de colores pastel con la fachada despintada, ventanas de madera altas y balcones rústicos, y le arruga la blusa color esmeralda a Capó, que se detiene frente a la Catedral de San Juan Bautista, mientras el zumbido de los generadores de energía comienza a llenar el ambiente del mediodía.
“Ya nos hemos acostumbrado a eso; esta es nuestra nueva realidad”, dijo Capó, cantante de 55 años e hija del Frank Sinatra puertorriqueño, el fenecido Bobby Capó, y de Irma Nydia Vázquez.
Siete meses después del Huracán María, Puerto Rico todavía no se ha recuperado. Hay apagones. El más reciente afectó toda la isla. “Regresamos al 20 de septiembre”, dijo Capó, refiriéndose al día en que llegó la tormenta.
Durante el huracán, la mayoría de los restaurantes y tiendas en San Juan cerraron sin fecha de reapertura. Algunos nunca volvieron a abrir sus puertas. Las calles del Viejo San Juan parecen estar vacías. Los semáforos parecen ojos huecos, creando caos en las carreteras en lugar de darle paso a los conductores. Unos pocos Airbnb’s en el Viejo San Juan anuncian agua y electricidad — necesidades que los turistas esperan tener a su llegada a cualquier lugar — casi como algo extraordinario.
Capó tiene razón: hay una nueva realidad.
Para la mayoría de los puertorriqueños, incluyendo a Capó, el apoyo que ha llegado a la isla se siente como una curita puesta sobre una herida enorme que sangra. Dice que la reconstrucción ha sido desordenada, si acaso.
“Para darle una idea de si el trabajo fue bien hecho o no, un árbol causó un apagón para más de medio millón de personas”, dice Capó sobre uno de los múltiples cortes repentinos de energía.
Las líneas eléctricas mal reparadas son solo una muestra de la negligencia hacia Puerto Rico. Durante casi una década, la isla ha sido pasada por alto en múltiples foros, mientras atravesaba una severa crisis financiera.
Días antes de que ocurriera el huracán, Suzanne Ramírez de Arellano, periodista, escritora y ex directora de noticias de Univision Puerto Rico, alertó a personas clave de las principales cadenas — ABC News, NBC, Univision y Telemundo — sobre el peligro inminente de un ciclón de esa magnitud. Esperaba recibir la misma respuesta que tuvieron los pronósticos sobre los huracanes Irma y Harvey, pero no fue así.
“María vino a demostrar lo que había estado sucediendo durante décadas, que es que somos un capricho colonial de los Estados Unidos”, dijo. “Los estadounidenses no tienen idea de quiénes somos. Olvídese de que Washington no lo sepa, los medios no tienen ni idea”.
Según Ramírez de Arellano, no se necesita un título en ciencias para mirar las gráficas y ver cuán dañino iba a ser el huracán para la isla. Sin embargo, en contraste con el tiempo que tardaron los reporteros en acampar en Florida y Texas esperando a Irma y Harvey, nadie puso su mirada sobre Puerto Rico, cuando la misma amenaza acechaba a la isla, a pesar de que se trata de un territorio de los EE. UU.
Carlos Vargas-Ramos, investigador asociado del Centro de Estudios Puertorriqueños en Hunter College del City University of New York, dice que era evidente que el huracán afectaría a los 78 municipios de Puerto Rico y a 3.3 millones de personas, pero los medios de comunicación no le prestaron toda su atención durante o después y “ciertamente no antes del huracán”.
“Algunos de ellos estaban allí cuando el huracán estaba pasando o inmediatamente después. Pero, ¿estuvo la mayoría de los medios de comunicación presente en Puerto Rico inmediatamente después del huracán? No”, dice Vargas-Ramos.
Si bien el término “fatiga de huracanes” relacionada a la extensa cobertura de Irma y Harvey circulando por internet, Ramírez de Arellano dice que esta indiferencia está arraigada mucho más profundamente. “Solo se preocupan por Puerto Rico, América Latina, América Central, cuando sangramos tan profusamente que comienza a salpicar en las paredes de Washington”, dice Ramírez de Arellano.
Pero incluso cuando los puertorriqueños estaban “sangrando profusamente”, de hecho, muriendo por centenares, las principales cadenas no mencionaron a María, en contraste con Harvey e Irma, que recibieron una cobertura diaria detallada.
Según los datos recopilados por GitHub.com que contienen el porcentaje de oraciones por día en las noticias en línea (sitios web de medios digitales, como Mashable, Buzzfeed y Huffington Post, y versiones web de medios de noticias, como CNN, Fox News y LA Times), hubo muchas menos menciones de Puerto Rico que de Texas y Florida.
Sin embargo, ese número llegó a su punto máximo en dos fechas: el 26 de septiembre de 2017, cuando el presidente Trump tuiteó sobre brindar más ayuda y visitar la isla, y el 3 de octubre de 2017, cuando Trump aterrizó en Puerto Rico, sin brindar alivio específico a los sobrevivientes de los huracanes.
“El presidente vino y empezó a tirar rollos de papel toalla”, recuerda Capó. “Fue horrible. Fue muy humillante. Confirmó lo que muchos de nosotros pensamos. Su ciudadano estadounidense promedio no quiere que Puerto Rico sea un estado. Ellos no nos quieren”.
El número de menciones en las noticias en línea se fue en picada desde ese momento.
Los datos que contaron el número de oraciones por día en noticias televisadas confirman la misma indiferencia hacia Puerto Rico, en comparación con Texas y Florida.
Las estadísticas coinciden con el análisis de The Washington Post de que la crisis humanitaria en Puerto Rico no fue lo suficientemente importante para los medios y el público hasta que se convirtió en una historia sobre “qué ha hecho Trump ahora”.
Mientras que la mayoría de los medios estadounidenses no prestaron atención, un kit de dos lámparas de baterías y dos linternas fueron la vida misma para Capó, durante tres meses sin electricidad en Puerto Rico. Fue privilegiada: se estima 22,562 hogares todavía no tienen luz.
La hija menor de Capó, Camila Muñoz, quien partió hacia Nueva Jersey después del huracán y regresó en diciembre, sintió que las consecuencias drásticas o el camino a la recuperación en Puerto Rico apenas fueron reseñados en la televisión estadounidense, con menos de dos minutos de cobertura por día, para que luego los reporteros anclas siguieran con la próxima noticia. Eso la hizo recurrir a las redes sociales, donde generalmente recibe las noticias, y a las páginas de noticias puertorriqueñas.
“Siempre miraba más a los (medios) locales porque ellos son los que saben lo que está pasando, están aquí y lo ven todo”, dice Muñoz.
Ramírez de Arellano, frustrada por la falta de cobertura y la atención general, escribió un artículo de opinión para The Guardian. Dice que la noche del huracán, la noche siguiente y hasta ahora, la gente ha recurrido a las redes sociales para obtener actualizaciones inmediatas sobre la situación, en las cuentas de Facebook y Twitter de sus amigos, y en los medios de Puerto Rico en internet.
“Los hispanos son consumidores muy sofisticados de las noticias. Uno lo ve en todas partes. Pero en tiempos de crisis, es el contacto humano lo que buscas primero. Necesitábamos saber si nuestras familias estaban vivas y bien”, dice Ramírez de Arellano.
Capó, que vivió el huracán y sus consecuencias, admite que tiene trastorno de estrés postraumático. Eventos como los apagones la regresan a otra ola de terror. Otros puertorriqueños también están experimentando estrés postraumático.
El Dr. Royce Lee, profesor asociado de psiquiatría de la Universidad de Chicago, dice que la variedad de traumas y factores estresantes que pueden provocar que las personas que desarrollen un trastorno de estrés postraumático (PTSD, por sus siglas en inglés) se ha vuelto más amplio a lo largo de los años. Según las investigaciones, experimentar o presenciar un evento, o incluso conocer de amenazas graves para sí o para aquellos cercanos a ellos, es suficiente para causar el PTSD.
“Si piensas en desastres naturales, hay amenazas hacia uno mismo y también las hay para las personas cercanas a ti, como familiares o amigos, y creemos que esos tipos de factores de estrés son lo suficientemente graves como para poder causar un trastorno de estrés postraumático en algunas personas”, dice Lee.
A Capó todavía se le aguan los ojos cuando recuerda los primeros días después del huracán: las calles inundadas, los troncos de los árboles en las carreteras, la isla entera de colores gris y crema en vez de su verde vibrante.
“Parecía que una bomba atómica había caído sobre nuestra isla”, dijo.
Sin embargo, mientras que algunas familias e individuos se han ido y se siguen yendo de la isla, incapaces de reconstruir sus vidas o encontrar trabajo, Capó no quiere irse. Está tan apegada a la Isla como su padre, cuya canción “Soñando con Puerto Rico” describe todo aquello que se extraña del país: la brisa, las olas, el cielo azul y el aroma del café.
El Huracán María dejó hecha añicos la lápida de su padre, Bobby Capó.
Esta historia es parte de un proyecto especial realizado en colaboración con estudiantes del Arthur L. Carter Journalism Institute de la New York University (NYU).