Por Francisco Montalvo Fiol*

“Hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas,” escribió Lenin en 1917. Cien años más tarde, el 20 de septiembre de 2017, sus expresiones se plasmaron como un punto de inflexión en la historia de Puerto Rico. La gran tragedia trae consigo las semillas de una gran oportunidad para el futuro desarrollo socio-económico de la Isla.

Unas de las grandes lecciones a aprender del reciente proceso de aprobación de la reforma contributiva Federal es la necesidad de entender que las estrategias de desarrollo económico de Puerto Rico no pueden depender de entes externos. Es crítico establecer las bases para el crecimiento endógeno socioeconómico de la Isla. La visión de la década del 1950 del gobierno paternalista, benefactor, principal responsable y garantizador del progreso económico y social ha sido bruscamente detenida dada la situación financiera negativa del gobierno central de la Isla.

Actualmente, Puerto Rico se mueve de una economía cuasi-centralmente planificada hacia una de mercado en la cual el ecosistema empresarial es una pieza clave de desarrollo socioeconómico.

Pese a la contracción generalizada experimentada de la economía de Puerto Rico durante los pasados cinco años, el ecosistema empresarial se ha expandido rápidamente durante el mismo periodo de tiempo.

Puerto Rico cuenta con los elementos necesarios para desarrollar un ecosistema empresarial de clase mundial. A diferencia de muchos países, la Isla cuenta con un alto nivel protección de propiedad intelectual y estándares de auditoría efectivos. También, dispone de acceso a nuevas tecnologías, altos niveles de competencia local, conocimiento de utilización de técnicas sofisticadas de producción y mercadotecnia, alta calidad de suplidores locales; y un alto nivel de desarrollo de clústeres industriales que pueden servir de catalíticos para acelerar y explotar la gran capacidad de innovación de los empresarios y emprendedores de Puerto Rico.

Para encaminar una estrategia de desarrollo económico de gran escala basada en un ecosistema empresarial es crítico el asignar una alta prioridad pública al espíritu empresarial y establecer claramente los objetivos de la política de emprendimiento. Se deben crear y fortalecer estructuras y dinámicas de los sistemas de producción e innovación a nivel microeconómico y sectorial. Existen grandes retos a superar incluyendo la carga de la regulación gubernamental, la calidad de la infraestructura energética y la disponibilidad de capital de riesgo. Los sectores públicos y privados de la Isla deben trabajar en conjunto para establecer una política de amplia apertura comercial internacional con el fin de atraer, desarrollar y retener personas calificadas con las habilidades para desarrollar nuevas empresas. Un ecosistema empresarial vibrante podría convertirse en un potente motor de desarrollo económico y creador de empleos en sectores como la exportación de servicios, industrias creativas, agroindustria, turismo educativo y de salud, manufactura avanzada, y logística, entre otras. En una década, Puerto Rico podría convertirse en el centro empresarial y emprendedor de las Américas.

El llevar a cabo una transición de este tipo envolvería un conjunto de transformaciones estructurales que buscan el desarrollar instituciones basadas en el mercado. Estos procesos van más allá de programas de incentivos a la pequeña y mediana empresa. Se trata de eliminar las barreras comerciales, la promoción de las empresas privadas, los mercados y las instituciones financieras independientes. Las instituciones estatales pasarían de ser un proveedor de crecimiento a un facilitador, con el sector privado el principal motor económico del país – un cambio de paradigma radical.

El riesgo es intrínseco en la actividad empresarial. Pero, en el Puerto Rico de hoy, el gran riesgo es no llevarlo a cabo.  La crisis social y económica es el germen del cambio.

  • El autor es Coordinador de la Coalición del Sector Privado y el Foro Económico Mundial en Puerto Rico.