Reproducimos a continuación un artículo de Universia Knowledge@Wharton sobre los retos de los trabajadores por cuenta propia o que trabajan fuera de las empresas. El artículo ofrece algunos consejos para evitar el aislamiento. Este y otros excelentes artículos se pueden encontrar en Universia.
El lugar de trabajo de muchos americanos ha migrado de las oficinas multitudinarias a un mundo nuevo y solitario debido a que la economía sigue sumergida en la crisis y las empresas preocupadas por los costes dudan acerca de contratar personal. Freelancers, teletrabajadores y parados que se mantienen como pueden a base de trabajos temporales engrosan cada vez más las listas de americanos que trabajan ahora en un rincón de su propia casa, en un espacio del garaje e incluso en la mesa de la cafetería más próxima.
Para algunos, es un sueño hecho realidad. Pero la transición no es tan sencilla para todos. “Es más fácil tener predisposición para trabajar cuando todo el mundo a tu alrededor está trabajando”, dice Maurice Schweitzer, profesor de Gestión de la Información y de las Operaciones de Wharton. Sin una oficina, “las personas están obligadas a crear por cuenta propia toda la estructura física del lugar”.
Para el trabajador solitario, recrear el lugar de trabajo va más allá de comprar un teléfono y un portátil. El trabajador solitario tendrá también que correr con la responsabilidad mayor de ocuparse de su imagen profesional, las oportunidades de networking, entrenamiento y motivación diaria, observan los profesores de Wharton y especialistas de otras instituciones. De lo contrario, corren el riesgo de perder contactos sociales importantes e incluso la oportunidad de crecer. Las empresas deberían preocuparse por esa laguna. A pesar del aparente ahorro de costes que el trabajador proporciona cuando ejecuta sus actividades fuera de la empresa, las relaciones remotas pueden tener como resultado fallos de comunicación y poner en riesgo la productividad a largo plazo.
No se sabe a ciencia cierta cuantos americanos trabajan de forma aislada. Según Freelancers Union, sindicato de trabajadores freelancers de Nueva York, los trabajadores independientes suman aproximadamente un 30% de la fuerza de trabajo de EEUU, aunque ese número no incluya a los teletrabajadores, que son empleados de la empresa, pero trabajan en casa. Además, muchos de esos trabajadores independientes —freelancers, trabajadores a tiempo parcial, consultores, prestadores de servicios, profesionales que trabajan por proyecto, temporales y autónomos— trabajan en lugares donde hay otros trabajadores en actividad.
La separación física de los compañeros crea desafíos internos y externos, destacan los profesores de Wharton. Uno de los más comunes: ante la ausencia de una oficina física, suele ser difícil para algunos profesionales encontrar el equilibrio entre trabajo y ocio. El aislamiento suscita la siguiente cuestión: “¿Cómo gestionar los límites entre el trabajo y el resto de las actividades de la vida?”, se pregunta Stewart Friedman, profesor de Gestión de Wharton y estudioso de las relaciones entre cuatro áreas: trabajo, vida, comunidad e individuo. Para las personas de mentalidad independiente es más productivo trabajar en casa que en la oficina, porque eso las libera de distracciones y permite que trabajen de la manera que consideren mejor. Para otros, la vida personal es un impedimento. “Hay un porcentaje de actividades que pueden apartar la atención del trabajo. ¿Qué se puede hacer, entonces, para concentrarse en lo que realmente importa cuando es preciso? Es necesario mucha disciplina a la hora de crear esos límites”.
Hay personas que necesitan más límites que otras, destaca Nancy Rothbard, profesora de Gestión de Wharton que estudió la manera en que las personas mezclan o separan trabajo y vida personal. “Las personas tienen preferencias diferentes en lo que concierne a la gestión de esos límites”, dice Rothbard. “Hay quien le gusta mezclar las esferas personal y profesional —gente que prefiere integrar trabajo y vida personal […] Hay también personas que se sitúan en el otro extremo e insisten en separar trabajo y vida personal”. En el caso de este último grupo, trabajar en casa sería una “tragedia”, añade Rothbard. “Sería un desgastante tremendo para ellas y difícil de administrar”.
Una nueva forma de entender la vida profesional
Monica McGrath, consultora de liderazgo y profesora adjunta de administración de Wharton, recomienda un espacio en casa exclusivo para el trabajo, o una oficina compartida; no una cafetería cualquiera llena de distracciones. “La persona que decide trabajar en casa cree que necesita simplemente una mesa y un teléfono. Lo que ese profesional precisa, en realidad, es una nueva forma de entender su vida profesional”, observa McGrath. Sin la estructura de la oficina, el trabajador solitario corre el riesgo de sucumbir “a la distracción de la lavadora, de las mascotas, de los vecinos, de los amigos en busca de compañía, del tedio u otrasobligaciones. Aunque todas esas cosas puedan distraer al trabajador, el hecho es que él en ningún caso debe preocuparse de la lavadora en horario de trabajo”.
En el caso de los prestadores de servicios y freelancers, las fronteras entre trabajo y vida personal pueden mezclarse no sólo en el espacio, sino también en el tiempo. Ya que los trabajadores pagados por hora tienden a preocuparse demasiado por la forma a que dedican cada minuto, a veces acaban trabajando más, observa Matthew Bidwell, profesor de Gestión de Wharton. “Ellos son más sensibles respecto al tiempo en que no están trabajando”, observa Bidwell, que investigó de forma exhaustiva la situación de los prestadores de servicio en el sector de TI. “Si dedican la tarde a alguna actividad recreativa, en seguida sacan la cuenta de cuanto tiempo están perdiendo”.
Para quien trabaja solo, las cuestiones financieras suscitan también cuestiones relativas al significado de la vida. Susan J. Ashford, profesora de Gestión y de empresas de la Escuela de Negocios Stephen M. Ross de la Universidad de Michigan, dice que las cuestiones relativas a objetivos y significado salen a relucir más fácilmente entre profesionales que no tienen una empresa detrás de ellos. “Creemos que el trabajo en el caso de esas personas está íntimamente conectado al ego debido a que se trata de una actividad solitaria”, dice Ashford. “No hay nadie al lado de ella para elogiar su desempeño, aunque los beneficios estén disminuyendo”.
En un estudio presentado recientemente en la Academia de Administración, Ashford habló sobre varias entrevistas en profundidad hechas con profesionales que trabajaban solos. Ella les preguntó cómo se mantenían motivados y constató que muchos utilizaban una narrativa repleta de significado para explicar su trabajo. Para algunos, como el fabricante de alfombras que comparaba su taller al estudio de Picasso, las historias eran meramente imaginarias. Otros creaban entornos que inflaban el ego, como el caso del analista financiero que montó una oficina semejante a la cabina de pilotaje de un avión a reacción. Las narrativas los ayudaban a mantener la motivación cuando el dinero escaseaba o los niveles de estrés aumentaban. “Cuando la persona trabaja sola, dar significado al trabajo se vuelve mucho más importante que cuando se trabaja en una empresa”, dice Ashford. “Mientras más libertad tenga en su trabajo, más sentido tendrá que darle”.
Crear un contacto visual virtual
Controlar el tiempo, el espacio y la motivación personal es sólo el primer paso: los trabajadores solitarios necesitan aparecer también con frecuencia en el radar de las otras personas, al mismo tiempo que se enfrentan a la percepción equivocada de que no están trabajando en realidad.
“Hay una sensación de ilegitimidad en todo eso”, observa Debra Osnowitz, profesora de Sociología de Clark University y autora de “El know-how del trabajo freelance: Prestadores de servicios en la Nueva Economía” (Freelancing Expertise — Contract Professionals in the New Economy). Quien trabaja fuera de la empresa necesita comunicar con el doble de claridad que se está llevando a cabo el servicio, constató Osnowitz en las entrevistas que hizo con autores, editores, programadores e ingenieros freelancers. “El hecho de que no estuvieran en el lugar de trabajo y fuera del alcance de la visión de otros les exige que sean confiables y transparentes”, dice la autora. “Como no están presentes en el local físico de trabajo, no pueden valerse de eso para mostrar que están atentos a las necesidades de los clientes”. Es lo que piensa también Peter Cappelli, profesor de Gestión de Wharton. “En muchas empresas, si no en la mayor parte de ellas, la presencia física del trabajador está todavía muy valorada. Mientras más se ve a la persona, más creen que ella está trabajando o que su trabajo es importante, sobre todo en el caso de funciones que no cuentan con patrones claros de medición”.
Un estudio divulgado este mes por WorldatWork, asociación sin fines de lucro que analiza asuntos relacionados con el lugar de trabajo, constató que el número de personas que trabajaban en casa o en otro local fuera de la empresa todo el día por lo menos una vez al mes cayó hasta 26,2 millones en 2010, frente a los 33,7 millones en 2008. El aumento de la tasa de desempleo jugaría un papel importante en esas cifras, informa la asociación, así como la ansiedad en relación a la seguridad en el empleo y a la creencia generalizada de que la visibilidad crea una conciencia de valorización del empleado en la empresa. Aunque el número total de “teletrabajadores” haya disminuido, el porcentaje de profesionales que trabajan fuera de la empresa más de una vez al mes aumentó, pasando del 72%, en 2008, hasta un 84% en 2010.
La distancia puede también crear lagunas de comunicación y oportunidades de entrenamiento, dice Cappelli. “El sujeto acaba desinformado respecto a la política de la oficina y ya no sabe lo que pasa. Sigue estando vigente el hecho de que las personas que caen bien cuentan con más oportunidades”. El nivel de conocimiento del profesional puede verse perjudicado sin obtener fácil acceso a entrenamiento y a nuevos proyectos. “El individuo es contratado para prestar un servicio que es básicamente el mismo que ya ha hecho anteriormente”, dice Cappelli, “lo que puede llevarlo rápidamente a la obsolescencia […] a menos que esa persona haga algo para ampliar su grado de conocimiento”.
La distancia física también hace más difícil que el trabajador fuera de la empresa cultive relaciones profesionales que puedan ayudarlo a progresar en su carrera. “La comunicación cara a cara permite a las personas transmitir confianza y comunicarse de una forma más efectiva”, dice Schweitzer. Cuando se trata de cultivar relaciones duraderas de trabajo, la comunicación más importante es aquella que no tiene que ver específicamente con el trabajo —un apretón de manos, una palmada en la espalda, bromas y conversaciones que desaparecen cuando el trabajador interacciona sólo de forma remota con el lugar de trabajo. “El diálogo informal, sin conexión con el trabajo, desaparece con el trabajo a distancia”, dice Schweitzer. “Por lo tanto, en la ausencia de ese diálogo, no se construye ese tipo de relación —esa interacción— y, en última instancia, no se cultiva la confianza”.
Con el tiempo, la falta de contacto puede reducir la red de contactos del trabajador solitario y los beneficios que proporciona, resalta Friedman. “Son tantos los beneficios de interacción social que se pierden […] El contacto inesperado con otras personas puede tener como resultado el acceso a recursos y conexiones”. Con la disminución de los encuentros casuales en el ascensor, en el restaurante y en las reuniones diarias, se hace más difícil construir una reputación, encontrar mentores o servir de mentor a otras personas, o incluso aprovechar oportunidades para contribuir al bienestar y al éxito de los demás. “Se vuelve más difícil llevar a cabo la construcción del capital social”, dice Friedman. “Cuando la persona trabaja aislada, el esfuerzo de contacto con otros es mayor”.
La distancia crea no sólo un problema en potencia para el trabajador, sino también para los equipos y clientes para los cuales él presta el servicio. La ausencia de interacción física personal priva al trabajador a distancia de elementos importantes de la comunicación. “La emoción es una información […] y las emociones afectan el rendimiento”, observa Sigal Barsade, profesora de Gestión de Wharton y estudiosa de las emociones, de la cultura empresarial y de la dinámica de equipo. Más del 50% de la comunicación de contenido emocional es transmitida por la expresión facial; cerca de 1/3 por el tono de voz y menos del 10% por lo que se dice, resalta Barsade. Eso significa que las personas que se comunican principalmente por teléfono y por correo están en desventaja, porque la información que comparten no es completa.
La solución no es acabar con el teletrabajo. Es tarea de la gestión adoptar una postura de “extrema vigilancia” en relación a posibles lagunas de comunicación y tomar medidas para evitarlas o compensarlas, dice Barsade. “Si la gerencia no tuviera acceso a informaciones amplias sobre las emociones de las personas, eso acabará afectando su rendimiento, el rendimiento del trabajador y de la empresa”.