José J. Villamil

José J. Villamil

Por José J. Villamil

Gunnar Myrdal, economista sueco y Premio Nobel en Economía, publicó un artículo en el 1957 con el título “Circular and Cumulative Causation” en el que describe cómouna economía que sufre deterioro entra en un espiral negativo, el deterioro se agudiza y llega a un punto del cual es muy difícil o imposible recuperarse.

Los agentes económicos reaccionan al deterioro inicial tomando decisiones que lo agudizan. Un ejemplo es que, si en una contracción, se reduce el gasto públicopara resolver el problema fiscal, se debilita el crecimiento económico, sufren los recaudos aún más y eso lleva a nuevas reducciones de gasto que empeoran aún más la situación.

El caso de Puerto Rico presenta muchas de las condiciones que caracterizan una situación como la descrita por Myrdal.

Por al menos cuatro décadas Puerto Rico ha mantenido un patrón de gastos en el sector público y de consumo en el privadoque no guardaba proporción con su capacidad productiva. No había que ser un genio para saber que en algún momento ese patrón terminaría como, de hecho, ocurrió temprano en la pasada década.

El mayor estímulo económico en las pasadas décadas vino del gasto y la inversión pública, de los fondos federales y de un aumento notable en la deuda pública, particularmente en el período 2001-2013 cuando aumentó en $42 mil millones. Los tres factores mencionados y una economía subterráneaque se calcula en 28% de la economía formal, permitieron niveles de consumo fuera de proporción con la capacidad productiva interna y los ingresos generados en dicha actividad. En efecto, creamos una estructura económica desvinculada de la producción, cuyo colapso era previsible de no tomarse las medidas necesarias. Preferimos estimular el consumo (por ejemplo, la Ley 1 de 2011) y no fortalecer la base productiva.

El resultado de esa trayectoria de decisiones económicas y políticas equivocadas fue el deterioro de la infraestructura y de los servicios sociales, un aumento en la criminalidad, un sistema fiscal sumamente frágil y, lo peor, un deterioro en las instituciones de gobierno. Todo eso agudizó la incapacidad de generar crecimiento económico e hizo inevitable la situación actual.

Esa trayectoria de deterioro en el crecimiento económico creó una cultura empresarial “defensiva” típica de economías que se caracterizan por ser “suma cero”. Las empresas no crecen con la economía, crecen aumentando su participación en un mercado estancado o que se reduce. Lo que una gana es porque otra pierde. Lo anterior se refiere obviamente al tema de los mercados internos de consumo. Fortalecer la capacidad productiva requiere fortalecer la capacidad de insertarse de manera efectiva en la economía externa.

Eso nos trae al 2013 y al momento actual. Lo que ha vivido Puerto Rico en este último año y medio es resultado de décadas de malas decisiones que nos llevaron a ese espiral negativo que describió Myrdal. No nos percatamos del rumbo que habíamos tomado, porque encubrimos el proceso con los mecanismos mencionados. Cuando éstos dejaron de ser motores de la economía, surge la crisis actual.

La crisis fiscal a comienzos del 2013 llevó a decisiones que agudizaron la situación económica. Los tres Gobernadores que precedieron al actual se encontraron con una situación similar el 2 de enero del 2001, 2005 y 2009, pero la manejaron emitiendo deuda, solución que no estaba disponible al actual. Se pospuso lo inevitable: aumentos en contribuciones y reducciones en el gasto público.

Por diversas razones, a mediados del 2014 la situación fiscal, aunque ha mejorado desde enero de 2013, todavía enfrenta serias dificultades y obligó a medidas que afectan la posibilidad de recuperación. Las acciones de las agencias clasificadoras, algunas tomadas sin justificación, empeoraron la situación ya que hacen aún más difícil emprender iniciativas de estímulo económico.

Resumiendo, a corto plazo no podemos esperar una recuperación en la tasa de crecimiento. El propio Gobierno ha indicado que no es hasta el 2018 en que la economía crecerá al 2.0%. Las proyecciones de la Junta de Planificación apoyan este señalamiento. Nuestra apreciación en el 2010 de que la recuperación sería tipo “L” y no “U” es lo que describe la situación actual. Romper con esta situación y salirnos del círculo vicioso requerirá medidas extraordinarias y difíciles políticamente, pero tiene que ser la prioridad.

Un instrumento esencial para lograrlo es la reconstitución del sistema contributivo. Hacerle ajustes al margen no es suficiente, ni mantener la estructura del sistema actual. Como mínimo, debemos movernos a un sistema contributivo en que el peso descanse sobre el consumo, como en la mayoría de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCED), y que sea sencillo. El sistema actual es extraordinariamente complejo y no estimula la inversión productiva. Es lamentable que ese proceso no se haya comenzado hace un año, pues no contar con ese nuevo sistema hasta el fiscal 2016, atrasará la recuperación aun más.

* El autor es presidente de la Junta de Directores de Estudios Técnicos, Inc. El Dr. Diego Iribarren contribuyó a una version anterior de esta nota.