Por María Onrubia
El mito del “sueño americano” se esfumó. Estados Unidos es el país “con mayor desigualdad”, “más desigual y con menos oportunidades”, afirmó el doctor Joseph Stiglitz. Sin embargo, apuntó jocosamente que “el Reino Unido está intentando estar a la altura de Estados Unidos en muchas dimensiones”.
“El 1% en la cima posee del 20% al 25% de los ingresos y de un tercio al 40% de la riqueza” en Estados Unidos, reveló el Premio Nobel de Economía en 2001. Develó que una sola familia –los Walton, fundadora y dueña de casi el 50% de la mega cadena Walmart– posee un 30% de la riqueza en Estados Unidos. Otras fuentes citan que tienen más dinero que 48 millones familias estadounidenses combinadas.
“La desigualdad está creciendo en la mayoría de los países, pero no en todos”, aseguró el profesor de Economía en la prestigiosa Universidad de Columbia en Nueva York, quien admitió que desde hace 44 años no pisaba suelo boricua. Es una idea central de su discurso, reflejada en los temas abordados en su conferencia magistral en el abarrotado Teatro de la Universidad de Puerto Rico. No fue casual que lo repitiera tres veces durante su brillante alocución.
Fundamental la intervención del Estado
Aboga por la intervención del Estado y precisamente por eso cita a Brasil como uno de los ejemplos donde la desigualdad ha disminuido notablemente, y donde tomó poco tiempo que se reflejara en las estadísticas. “Las políticas públicas pueden hacer una diferencia”, opinó este prestigioso economista con una larga y fructífera carrera académica especializada en el campo del desarrollo económico.
“La inversión pública en infraestructura, educación y tecnología es absolutamente esencial”, un aspecto medular de su discurso. Invertir insuficientemente en los tres renglones crea una sociedad dividida. El 1% citado “no necesita educación ni transportación pública”, entre otras cosas, pero es “lo que la sociedad necesita”. Dijo que “la decisión equivocada es no invertir” y que Estados Unidos solo invierte en ello el 8% de Producto Interior Bruto (PIB).
“Nos dijeron que era una crisis financiera. Nos dijeron que porque era una crisis financiera, básicamente debíamos enfocar nuestra atención en arreglar los bancos. Y fue por eso que dimos tanto dinero a los bancos”, manifestó, aunque reconoció que el problema no está solucionado del todo. Pero “está bien claro” que, a pesar de “haberle dado cientos de billones de dólares, nuestros problemas no se han solucionado. Y ello sugiere que había problemas más profundos incluso antes de la crisis. Y creo que ese es el caso”, expuso. “El país estaba en muchos sentidos, desde una perspectiva económica, enfermo antes de la crisis. La crisis y los problemas de la economía fueron en mascarados por la burbuja” desde antes de 2007.
Desigualdad de oportunidades
Para el doctor Stiglitz la desigualdad tiene un precio y sus consecuencias tienen un impacto significativo en el futuro y rumbo de un país. “Pagar un alto precio económico por la desigualdad tiene severas consecuencias económicas y políticas”, expresó. El precio a pagar no es solo económico sino político. A elaborar esa tesis precisamente dedica su último libro, “El precio de la desigualdad”, publicado en 2012, el cual instó a leer.
Pero, si devastadora es la desigualdad, también lo es “la desigualdad de las oportunidades”. Inclusive, sentenció que en Estados Unidos “el ‘sueño americano’ es ya un mito desde hace algún tiempo”. Efectivamente, confirmó que en “Europa hay más oportunidades que en Estados Unidos”. Aunque parezca lo contrario, argumentó que en Estados Unidos los medios informan sobre casos de personas que logran el “sueño americano” porque “son tan inusuales”. Añadió que las perspectivas dependen más de los niveles de ingresos y educación de los padres, lo cual “desperdicia nuestro recurso humano más valioso”.
Innovación versus rentabilidad
Advirtió a los espectadores que deseen hacerse ricos, que hay dos maneras de hacerlo. La primera, no por casualidad, es “producir algo valioso”. La otra es obtener una tajada mayor de los ingresos, lo que denomina “apropiación de la riqueza”. A quienes lo hacen les define como “rent seekers”, quienes buscan solo la rentabilidad, especuladores financieros. De hecho, precisó que “Estados Unidos es un país de ‘rent seekers’”, muchas veces “ejerciendo el poder monopolístico”; los grandes enemigos de la innovación productiva, esencial para el desarrollo económico. “‘Rent seeking’ es una de las mayores fuentes de desigualdad”, sin el que “tendríamos una economía más fuerte y una sociedad más igualitaria”.
Como ejemplo, citó que la mayoría de las compañías que conforman la lista “Forbes 100” “limitan la competencia con poca innovación, una que no beneficia a la sociedad”. Otro ejemplo que trajo a colación es que “en México la tarifas de telefonía son 10 veces más caras que en Estados Unidos”. No en balde el dueño de la compañía líder (con cerca del 70% del mercado de telefonía móvil) –con 73 años y $73,000 millones ($73 “billion” en inglés),
Carlos Slim Helu (y su familia), a quien no mencionó directamente– está en el primer lugar de la lista de billonarios de Forbes. Además, confió que la paga de los CEOs representa entre 250 y 300 veces –en vez de algo más razonable como entre 10 y 30– lo que se le paga a un trabajador promedio. Algo que, alegó, “no se basa en la productividad”. En una forma retórica y burlona preguntó: “¿Son tanto más productivos?”. “Una consecuencia de ello es que entonces no tienen dinero para invertir en la compañía” y si ese no fuera el caso, “no tendrían que despedir a tantos trabajadores”.
Basó su argumento en que ninguno de los que han hecho grandes contribuciones a la sociedad con su trabajo –como descubrir el DNA– está en la lista de “Forbes 100”. Por el contrario, manifestó que son precisamente “las personas que llevaron a esas compañías a la ruina”, en vez de merecer tan astronómica paga supuestamente “por su contribución mayor a la sociedad”, lo cual solo cree cierto en pocos casos. Incluso mencionó que ahora cambiaron el nombre a sus jugosos bonos, de ser por su desempeño (“performance bonus”) a otorgarse por su retención (“retention bonus”), pero cuestionó de forma sarcástica: “¿Quién quiere retenerles?”.
Aseveró enfáticamente que “la estructura tributaria destruye nuestra economía”. Abogó por hacer que “estos individuos paguen lo que en justicia les corresponde”. Se decanta por buscar “una solución de largo plazo” y no una de corto plazo, como la burbuja. Declaró inequívocamente que “la economía basada en el efecto de filtración hacia abajo (‘trickle-down economics’) no funciona. Si funcionara estaría muy bien”, lo cual causó risas entre una audiencia muy diversa, compuesta por estudiantes, profesores y el liderato universitario, además de profesionales y personas de todo tipo y edad, interesadas en un tema tan relevante.
“Hay momentos en la historia en los que gente de todo el mundo parecen sublevarse para decir que algo está mal”, que reconoce la dimensión política de toda situación socioeconómica crítica, decía al principio de su último libro que escribió cuando las protestas del movimiento de indignados estaba en su apogeo alrededor del planeta. Y al final advertía que: “El tiempo, sin embargo, parece que se está agotando”.