Por Rodolfo Schwestein*
No ha pasado mucho tiempo desde que las agencias acreditadoras degradaran la clasificación crediticia de la deuda del país y ya se escuchan los ataques de aquellos que en desacuerdo con la política de ajuste fiscal encaminadas por el gobierno prefieren ver el vaso medio vacío. También se escuchan las críticas de los que rechazando parte de la responsabilidad de lo acontecido prefieren atribuirles la culpa al Gobernador y a su equipo económico por aquellos errores de política económica que vienen acumulándose por décadas. Tampoco faltan los que buscando protagonismo intentan posicionarse dando soluciones sin querer reconocer que son precisamente ellos parte del problema.
Bueno, yo en cambio, he preferido pasar la página de la degradación mentalizando que hoy comienza el primer día de un nuevo renacer para el país. Todos somos responsables de unirnos como pueblo, dejando a un lado la pequeñez política que nos divide para centrarnos en aquello que nos urge atender. Es evidente que la estructura económica del país necesita una gran trasformación. Hay que cambiar nuestro marco institucional. Hay que definir nuevamente nuestra escala de valores. Como diría un colega, tenemos que reinventarnos como país.
Necesitamos trabajar para diversificar nuestra estructura productiva construyendo sobre nuestras capacidades, nuestro talento y optimizando nuestros recursos. Tenemos que promover la transformación de nuestro sistema de educación pública K-12 para así lograr desarrollar nuestro capital humano. Nos urge crear medidas que nos permitan detener la emigración de nuestro talento. Es importante que potenciemos y establezcamos vínculos comerciales con países de la región para penetrar mercados para la exportación. Tenemos que proveer incentivos para fomentar nuestro capital nativo y mucho más.
Pero en este proceso también hay que atender dos obstáculos que nos limitan explotar nuestro potencial. Hay que solucionar el problema que representa para el país la Ley de Cabotaje y en ese sentido me parece que hay que reconocer los esfuerzos encaminados en esa dirección. Esto no es un asunto de poca monta y estoy convencido de que todos como pueblo tenemos que reclamar su eliminación al Congreso Federal. Sí, reclamarlo como lo hicieron las 13 colonias americanas en el siglo XVII cuando las Actas de Navegación impuestas por los ingleses atentaban en contra de su desarrollo económico. Esto no es lo único que necesitamos para mejorar nuestra situación económica pero es un paso importante. Nuestro éxito en esta gestión radicara en nuestra unidad como pueblo: una sola voz, un solo pueblo por una noble causa, el bienestar y el progreso económico de nuestro país.
Economistas locales han mencionado en innumerables ocasiones el alto costo que representa la Ley de Cabotaje para el país. Por lo tanto, ¿cómo algo que ha sido catalogado oneroso para los que vivimos en la isla puede ser bueno para nuestro desarrollo económico o debe relegarse, como dicen algunos, a un tercer plano en la gestión económica del país?
Tampoco es menos importante el problema de nuestro estatus político. Hay que reclamar con una sola voz y firme determinación la solución final a nuestro problema de indefinición. Tenemos que pasar la página para poder comenzar a reconstruir al Puerto Rico que queremos dejar a las futuras generaciones. Es evidente que el estatus quo que ha imperado en Puerto Rico por décadas no nos ha hecho bien, nos ha atrasado económicamente, ha fomentado la dependencia, nos ha llevado al conformismo, a no querer explotar nuestra energía creativa, a creernos menos.
Ya nuestro crédito ha sido degradado. Hay que pasar la página de esta tragicomedia y enfocarnos en lo que tenemos que hacer de aquí en adelante. No hay solución fácil a los problemas que enfrentamos, pero como pueblo hay que enfocarnos en reestructurar nuestra base productiva; reversar el deterioro social en el que vivimos; sembrar la esperanza no el desasosiego; reestructurar nuestra escala de valores; fomentar el amor por el trabajo; incentivar nuestra energía creativa; querer soñar y alcanzar nuestras metas; amar al país, su historia, su gente; eliminar la dependencia en todas sus variantes; fomentar la meritocracia eliminado en el proceso el panismo político, …
Hay mucho trabajo que hacer por delante. Este no es el momento de héroes, ni de protagonismos, ni tampoco de adjudicar responsabilidades. Este es el momento de dejar de mirar hacia atrás y comenzar a trabajar en unidad, de enfrentar con gallardía los retos y recordar que hoy es el primer día en el que debemos comenzar a sentar las bases para el nuevo renacer de nuestro país.
* El autor es economista puertorriqueño radicado en el estado de Massachussets.