Por Francisco Montalvo Fiol*
«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos…la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada…En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual…». Charles Dickens, Historia de dos ciudades, 1856.
Parafraseando el clásico de Dickens, Puerto Rico vive uno de los mejores y peores momentos de su historia moderna. Peores en términos de crisis económica, pero mejores ya que crea la oportunidad para forzar un cambio radical de paradigma social y económico existente y formular una futura visión de país.
El 2014, muy probablemente, será el año más importante de la era moderna de Puerto Rico dada la amenaza, como una espada de Damocles, de la degradación de la deuda pública del país. Como ya es sabido, y ahora convertido en “talking point” del libreto de la prensa financiera internacional, Puerto Rico vive sumido en una recesión económica severa que ya supera los seis años y que ha impactado negativamente la inversión privada y afectado el radio de acción del gobierno en los mercados financieros. Lo que en otrora se apuntalaba como el milagro caribeño, la vitrina de la democracia y modelo de desarrollo industrial, ahora se ataca con calificaciones de desprecio como la Grecia o el Detroit del Caribe. Pero, ¿cómo llegamos a esta situación? Puerto Rico, al igual que gran parte del mundo industrializado, ha estado expuesto a varias falacias económicas que se nos han inculcado por más de 20 años. También es importante el entender que, aunque es crítico mantener el buen crédito del gobierno de Puerto Rico en los mercados financieros mundiales, la Isla no puede darse el lujo de ser rehén o súbdito de las casas acreditadoras financieras y analistas de Wall Street y la City de Londres.
Contario a lo que muchos piensan, la economía no es una ciencia cierta, pero sí un conjunto articulado y sistemático de saberes sobre cómo funcionan e interactúan los aspectos de la actividad humana relacionada con la producción y distribución de bienes económicos. La economía intenta predecir el futuro, condicionado a circunstancias cambiantes, entre las que juega un papel fundamental el estado de ánimo de los agentes económicos. Por ende, las percepciones del individuo, moldeadas por su entorno, pueden tener un enorme impacto socio-económico. A la larga, las ideas toman vida propia y pueden crean paradigmas falsos.
Una de las mayores falacias económicas que hemos experimentado durante las últimas décadas es que deuda y consumo generan crecimiento económico. Puerto Rico, reflejando, o imitando, economías industrializadas, convirtió el apetito al consumo en su principal componente económico. El consumo y la deuda no generan productividad ya que, en su mayoría, no está atado a la creación de bienes tangibles. Por otro lado, se entendió que el crecimiento económico enfocado en proveer beneficios contributivos a grandes empresas y los niveles de ingresos más altos, a la larga, beneficiarán los miembros más pobres de la sociedad mediante la mejora de la economía general, y por ende, impulsaría el desarrollo social (“trickle down”). En Puerto Rico todavía existe un desfase entre el progreso social, ambiental y económico. La Isla vive la paradoja de querer competir como país del primer mundo mientras sufre problemas del tercer mundo como un sistema de educación publico deficiente e infraestructura degradada. La inclusión social es crítica para la competitividad, productividad y prosperidad del país.
La atención de Puerto Rico está enfocada hacia el norte y específicamente en Washington, D.C. Poca atención se presta a lo ocurre en el resto del globo, especialmente hacia Latinoamérica y Asia. La búsqueda de más fondos federales no es una opción. Se proyecta que para el próximo mes de febrero de 2014, el gobierno Federal nuevamente llegará al límite de deuda nacional que pudiera superar los $22 trillones (millón de millones, en español) de dólares. Según el Congressional Budget Office (CBO), el gobierno federal toma prestado $4.5 mil millones de dólares al día para mantenerse a flote. Antes esta perspectiva, Puerto Rico no puede esperar mucha ayuda de la capital federal.
A nivel global, comienza el nuevo año con niveles de tensión geopolíticos que nos recuerdan el periodo de la Guerra Fría. China y Estados Unidos se enfrentan en alta mar, Japón se rearma, Rusia despliega nuevos sistema de misiles en Europa ante la amenaza que percibe de la OTAN. Todo esto sin olvidar el polvorín del Mediano Oriente. En términos financieros, la Unión Europea y Japón imitan la estrategia de expansión monetaria (i.e., imprimir dinero) de los Estados Unidos – buscan inflar sus economías. Mientras tanto, China expande su influencia en el Caribe y Centro América a través de grandes inversiones de infraestructura y la compra de recursos naturales. Crece la discusión sobre el surgimiento de una nueva moneda de reserva mundial que, a la larga, tomará el lugar del dólar norteamericano. ¿Qué puede hacer Puerto Rico ante el nuevo escenario internacional? Puerto Rico debe buscar, sea cual sea su situación política, su sitial en el globo y convertirse en un protagonista, no verse como víctima, en el nuevo orden económico mundial.
Pero, no todo es negativo. Análisis internacionales apuntan a que se puede ser pequeño, altamente competitivo y gozar de una buena calidad de vida. Pese a los problemas que atraviesa, Puerto Rico figura como un país con un alto potencial competitivo, especialmente al ser evaluado en base su capacidad de innovación y utilización de tecnología, aunque rezagada en índices de sustentabilidad social. Esta situación debe ser vista como una gran oportunidad para mejorar y buscar alternativas. La expansión de las microempresas pudiera proveer un mecanismo para incentivar a muchas personas activas en la economía subterránea a entrar en la legal y aumentar la participación laboral del país.
Dado su tamaño relativo a otros sectores, en Puerto Rico, el sector gubernamental ha sido utilizado como centro de movimiento económico en la Isla. Buen gobierno (estabilidad, transparencia y efectividad) constituye unas de las bases principales de desarrollo y futura prosperidad socio-económica. Esto lo sabemos. Pero, el papel del ciudadano y su responsabilidad individual no han sido suficientes. El ahorro personal, el respeto al patrimonio cultural y la cohesión social y comunitaria podrían tener un impacto masivo sobre la futura calidad de vida de la Isla. En pocas palabras, el ciudadano no puede delegar sus responsabilidades a la clase política del país. El desarrollo socio-económico se debe examinar desde la perspectiva comunitaria y regional. Se debe promover activamente la inclusión del ciudadano en las decisiones de política económica y social.
No hay soluciones mágicas. Más que enumerar una lista de posibles estrategias como recetas de desarrollo socio-económico, este escritor entiende que sea lo sea que nos depare el 2014, se debe impulsar un cambio en la mentalidad negativa prevaleciente. La Isla vive su mejor momento. La crisis nos provee una gran oportunidad de cambio. Puerto Rico debe de volver a pensar en grande.
* El autor es profesor de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto de Bayamón y Director del Instituto de Competitividad Internacional de Puerto Rico.