Por Elías R. Gutiérrez
Siempre me he resistido a la tendencia que prevalece para catalogar a las personas en categorías supuestamente ideológicas. El propósito, muchas veces inconsciente, de ese intento por encajonar a las personas en “izquierda” o “derecha” en en realidad responde a la intención de establecer juicios previos sobre las posiciones que asuma una persona con relación a cualquier asunto. Si ya está catalogado como de izquierda o de derecha, no hay que escuchar ni prestar mucho esfuerzo para analizar o entender su posición. El asunto está resuelto con su mera clasificación en el espectro político.
Tengo amigos que me preguntan en qué posición del espectro político yo me sitúo. Me expresan su impresión de que he derivado a través del tiempo de izquierda hacia la derecha. Les aliviaría mucho, aparentemente, que les ayudara a colocarme en una casilla particular. Especialmente si reduzco las opciones a dos: izquierda o derecha.
Pues les tengo que confesar que no puedo hacerlo. No puedo hacerlo porque me resisto a limitar mi capacidad de pensamiento para examinar cada asunto en sus propios méritos. ¿Porqué tengo que predeterminar el resultado de mis criterios? No, no lo haré. No hay duda, que en ocasiones coincidiré con amigos de la derecha o de la izquierda. Eso, no obstante, lo sabremos a posteriori, no ex ante.
La clasificación política en un espectro que polariza al electorado, a los parlamentos, al debate político en general, desde izquierda a derecha, es una simplificación que no se ajusta a la complejidad de la sociedad moderna.
Por lo tanto, a los amigos que tratan de colocarme en una posición del espectro, anticipo que no será fácil. No lo será porque son muchos los issues y cada uno merecerá su análisis. Me negaré a aceptar una interpretación previa determinada sólo por una etiqueta ideológica.
Ahora bien, desde el punto de vista de inclinación de principios, puedo anticipar que considero primordial preferir la disciplina fiscal. Rechazo la demagogia y el populismo. Considero que la economía se beneficia del mercado, cuando está reglamentado para establecer mínimos de calidad y ausencia de explotación a los consumidores. La concentración de capital es necesaria en el sistema vigente para permitir la producción a escalas suficientes y a precios competitivos. Los excesos pueden provenir tanto de los dueños de los medios de producción, como de los gremios y sindicatos. Así mismo, las dictaduras pueden ser ejercidas desde la minoría y desde la mayoría.
Prefiero la asignación de recursos por vía de los mercados. En ocasiones la intervención del gobierno es necesaria para estimular la demanda agregada. Esta opción debe limitarse al corto plazo para atender fluctuaciones.
No puedo estar de acuerdo con la intervención improvisada y casi indiscriminada que llevan a cabo los gobiernos impulsados por la presión política. No puedo estar de acuerdo con los argumentos que se esgrimen para justificar dicha intervención. La intervención del gobierno en la economía tiene efectos distintos cuando las condiciones macroeconómicas son distintas. Es decir, la misma receta no tendrá los mismos efectos en economías capitalizadas o ricas, que en economías pobres o limitadas por excesivos niveles de endeudamiento.
No puedo estar de acuerdo con medidas que, a primera vista, lucen bien. El salario mínimo es un buen ejemplo. El salario mínimo se defiende como una medida de justicia social. No obstante, es un mecanismo proteccionista que cuesta, a la larga, puestos de trabajo. Lo mismo ocurre con una buena parte de la legislación que aplica al mercado laboral. La rigidez en el mercado laboral es, a la larga o a la corta, perjudicial a los propios trabajadores. Los salarios deben estar atados a la productividad de los trabajadores.
La ocupación y el estándar de vida se elevan en respuesta a la productividad. Cuando el gasto corriente y deficitario del gobierno se prolonga hasta tornarse crónico, su efecto neto es la destrucción de activos y recursos. El sistema fiscal debe premiar el esfuerzo productivo.
No hay duda que, dejados a su total autonomía, los mercados son inestables y sufren de fluctuaciones. El gobierno puede ayudar a suavizar esas fluctuaciones. Pero el gobierno también contribuye a la generación y al estallido de burbujas como resultado de la especulación. Al reventar esas burbujas, se sufren pérdidas enormes de riqueza.
Rechazo utilizar el poder del gobierno para financiar el gasto más allá de los medios porque resulta inevitablemente en crisis, empobrecimiento y retroceso. Pretender que una economía pobre y dependiente sostenga un sistema público de bienestar social sólo puede llevar a la bancarrota al estado.
En resumidas cuentas, considero que el gobierno es un mal necesario. Por lo tanto, conviene que sea lo más pequeño, efectivo y eficiente que sea posible.
Al la luz de lo dicho, clasifíqueme usted en la posición del espectro ideológico que le acomode.