Por Luisa García Pelatti

Trabajé en El Vocero durante 12 años (desde 1998 al 2010) y sospecho que mi salario se pagó durante algún tiempo con fondos WIA. Lo que publicó ayer El Nuevo Día es, a grandes rasgos, lo que sabíamos los que trabajábamos allí. Algunas cosas porque se nos informaba de ellas oficialmente y otras porque era lo que se contaba en los pasillos. Lo que publicó El Nuevo Día no es información nueva. Lo que sorprende es que el diario haya violado una ley no escrita entre la prensa puertorriqueña: no hablar de la competencia, ni para bien ni para mal. Y me pregunto: ¿por qué ahora? 

No me malinterpreten. Creo que información como ésta debe publicarse. Y mejor ahora que más tarde. Y mejor ahora que nunca. Pero estamos hablando de asuntos que ocurrieron entre el 2006 y 2010. Han pasado 2 años. ¿Por qué ahora? A menos de un mes de las elecciones todo se politiza.

En El Vocero aprendí todo lo que sé de periodismo. Allí me encontré con excelentes profesionales. Lo que denuncia El Nuevo Día no fue culpa de los empleados, sino de la gerencia.

Renuncié en el 2010. La historia la he contado ya en estas páginas. Me fui obligada por la censura a un artículo sobre fondos WIA que se publicó en la sección de Negocios cuando yo la dirigía.

Lo del uso de fondos WIA para el pago de la nómina de algunos empleados era un secreto a voces. Nadie nos había informado de ello oficialmente, pero, durante algún tiempo, todas las semanas personal de recursos humanos pasaba por algunas oficinas y te pedía firmar un documento de nómina. Yo lo firmé durante un tiempo, no recuerdo exactamente . Era una lista de empleados. Cuando firmaba tapaban los otros nombres, de forma que no pudiera verlos. En esa época, en esa lista, estábamos todos los periodistas de la sección de Negocios. El uso de fondos WIA no nos pareció extraño. En esa época, los rumores de despidos, cierre y quiebra eran la orden del día, así que se pensaba que el uso de fondos WIA cumplía con la ley porque retenía empleo que de otra forma se hubieran perdido.

También se comentaba que El Vocero tenía una abultada deuda con el Departamento de Hacienda y con el Internal Revenue Services (IRS) . Supuestamente se retenían los pagos de contribuciones y seguro social a los empleados y no se enviaban. De algunos de estos temas daba información la unión. Yo era empleada gerencial y de estos temas me enteraba por lo que se contaba en los pasillos.

De la deuda con el IRS no cuenta nada El Nuevo Día. Se dice que ascendía a varios millones y que agentes del IRS llegaron a reunirse con la gerencia del periódico. Ignoro si se llegó a un acuerdo. Sólo sé que para esa época me llegó un informe del Seguro Social sin aportaciones para un año y cuando pregunté en el departamento de recursos humanos me dijeron que era situación ya se había resuelto. Efectivamente, en el próximo reporte la información se había corregido.

La creación de empresas “satélites” surgió durante la administración de Miguel Roca. Se decía que se habían subcontratado los servicios de los departamentos de circulación, recursos humanos, ventas, etc. Los rumores de pasillo era que estas empresas eran de Miguel Roca y que su único cliente era El Vocero. Hay que aclarar que aunque muchos creen que la familia Roca era la dueña de El Vocero, lo cierto es que tenía un contrato de administración con Caribbean International News Corporation, la verdadera dueña del diario. De modo, que lo que se contaba era que con la creación de estas empresas Roca se contrataba a sí mismo.

Peter Miller llegó a El Vocero tras la abrupta salida de Miguel Roca. Para esa época yo ya había renunciado.

Pero todavía quedan muchas interrogantes. ¿Por qué Caribbean International News Corporation, la compañía matriz de El Vocero, permite que la empresa opere con pérdidas durante años? ¿Por qué no intervino –ni interviene– para evitar la caída del diario? ¿Por qué permitió –y permite– que los administradores operen el diario como “su finca” particular y no contrata a un administrador con experiencia en medios de comunicación?

No quiero que El Vocero desaparezca. No quiero que cierre ningún periódico. La democracia requiere pluralidad y el dominio del Grupo Ferré Rangel es apabullante. Necesitamos más periódicos, pero que sean independientes.

No he terminado de escribir este artículo y ya aparecen las críticas. Bienvenidas. Cuestionan las razones para escribir esto en este momento. Reacciono a lo que publicó El Nuevo Día, ellos escogieron la fecha. No yo. Pero ya que es público, creo que puedo aportar a poner algo de cordura a la cruenta batalla que se va a desatar. Lo que publica El Nuevo Día, a grandes rasgos, concuerda con lo que experimenté en El Vocero. Pero no soy ingenua. La batalla es política y eso se lo dejo a los políticos. Yo soy periodista de negocios.