
Por Redacción de Sin Comillas
Tras una inversión de $8 millones, el hotel El Convento, con 81 habitaciones y localizado en el Viejo San Juan, ha sufrido una renovación liderada por la diseñadora puertorriqueña Beatriz Tamayo, que integra detalles como mármol y barro con elementos contemporáneos, sin desvirtuar la esencia colonial del edificio.
Entre las habitaciones más significativas se encuentran las suites dedicadas a figuras que forjaron la identidad del hotel. La suite Pablo Casals celebra la memoria del gran violonchelista que buscó refugio en Puerto Rico y la suite Gloria Vanderbilt rinde tributo a una de sus huéspedes más notables, musa de la elegancia.
El Salón Campeche, antigua capilla del convento, conserva elementos históricos como los vitrales con escudos de España y Puerto Rico, los candelabros originales y un ambiente majestuoso que crea el escenario perfecto para celebraciones. Hoy, es uno de los salones de bodas más solicitados en la Isla.

Por su parte, el hotel también alberga el Salón Martorell, una obra inmersiva del maestro Antonio Martorell, quien intervino artísticamente el salón, transformándolo en una instalación artística.
Con vista a la Catedral, la Veranda Terrace, donde se exhiben fotografías de cuando el edificio fue taller de autos y donde cada tarde se celebra una exclusiva degustación de quesos y vinos para los huéspedes, invita a disfrutar de unas vistas privilegiadas del Viejo San Juan.
Custodiado por un árbol de 300 años, el Patio del Níspero sigue siendo el corazón del hotel. El restaurante homónimo ofrece brunches, cenas especiales y una experiencia culinaria rodeada de detalles artísticos y sabores locales.
Los pasillos exhiben objetos históricos y decorativos, muebles diseñados por Don José «Popi» Alegría y arte único que narra el paso del tiempo. La restauración también incluyó la preservación de los pisos originales.

«El Convento no es simplemente un hotel renovado; es la continuidad de un legado donde cada espacio cuenta una historia, y cada detalle invita a vivirla», expresó Henry Neumann, gerente general del hotel. «Hoy más que nunca, atemperamos nuestras condiciones a las exigencias del viajero moderno, sin perder de vista el alma de la gran dama del Viejo San Juan».
El edificio, originalmente propiedad de Doña Ana de Lanzo, se convirtió en un convento en 1651. A lo largo de los siglos, la propiedad se dedicó también a la venta de autos y sirvió de vivienda pública. En 1959 fue adquirida por la familia Woolworth y convertida en hotel en 1962.